1 «Al Músico principal, a Jedutún: Salmo de David» Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua: Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí. 2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno; y se agravó mi dolor. 3 Se enardeció mi corazón dentro de mí; se encendió fuego en mi meditación, y así proferí con mi lengua: 4 Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuál sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. 5 He aquí diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti: Ciertamente el hombre, aun en su mejor estado, es completa vanidad. (Selah)
6 Ciertamente en tinieblas anda el hombre; ciertamente en vano se afana; acumula riqueza, y no sabe quién la recogerá. 7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti. 8 Líbrame de todas mis transgresiones; no me pongas por escarnio del insensato. 9 Enmudecí, no abrí mi boca; porque tú lo hiciste. 10 Quita de sobre mí tu plaga; bajo los golpes de tu mano estoy consumido. 11 Con castigos sobre el pecado corriges al hombre, y haces consumirse como de polilla su grandeza: Ciertamente vanidad es todo hombre. (Selah)
12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor: no calles ante mis lágrimas; porque peregrino soy para contigo, y advenedizo, como todos mis padres. 13 Déjame, y tomaré fuerzas, antes que vaya y perezca.

Reina Valera Gómez (© 2010)