Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos hizo andar por el desierto, por una tierra desierta y barrancosa, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?

Yo te conocí en el desierto, en tierra seca.

Y apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas detrás del desierto, y vino a Horeb, monte de Dios.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

Mas ¿con quiénes estuvo enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?

pues Jehová tu Dios te ha bendecido en toda la obra de tus manos; Él conoce tu caminar por este gran desierto; estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo; nada te ha faltado.

Pero Dios no se agradó de muchos de ellos; por lo cual quedaron postrados en el desierto.

Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.

Porque éste es aquél de quien habló el profeta Isaías, diciendo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor: Enderezad sus sendas.

Mejor es morar en tierra del desierto, que con la mujer rencillosa e iracunda.

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.

Y no tuvieron sed cuando Él los llevó por los desiertos; Él hizo brotar las aguas de la roca; partió la peña, y fluyeron las aguas.

Y ardieron de deseo en el desierto; y tentaron a Dios en la soledad.

Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará, y florecerá como la rosa.

Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino de Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.

Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en el desierto hasta el día que se mostró a Israel.

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer.