He aquí vienen días, dice el SEÑOR, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán.

Y cuando el niño fue grande, aconteció que un día salió a su padre, a los segadores.

Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.

Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Y el que siega, recibe salario, y allega fruto para vida eterna; para que el que siembra también goce, y el que siega.

El labrador, para recibir los frutos, es necesario que trabaje primero.

y el enemigo que la sembró, es el diablo; y la siega es el fin del siglo, y los segadores son los ángeles.

Porque en esto es el dicho verdadero: Que uno es el que siembra, y otro es el que siega.

He aquí, el jornal de los obreros que han segado vuestras tierras (el cual por engaño no les ha sido pagado de vosotros) clama, y los clamores de los que habían segado, han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.