'Judíos' en la Biblia
diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.
Y Jesús estuvo delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le burlaban, diciendo: ¡Hallas gozo, rey de los Judíos!
Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y ellos, tomando el dinero, hicieron como estaban instruidos: y este dicho fue divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
(Porque los fariseos y todos los judíos, teniendo la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?
Y respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos?
Comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos!
Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS.
Y cuando oyó hablar de JESÚS, envió a él los ancianos de los judíos, rogándole que viniera y librara a su siervo.
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, dijo: Tú lo dices.
Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo.
Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y romanas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
(el cual no había asentido al plan y al proceder de los demás) {que era} de Arimatea, ciudad de los judíos, {y} que esperaba el reino de Dios.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, que le preguntaran: ¿Tú, quién eres?
Y estaban allí seis tinajuelas de piedra para agua, conforme a la purificación de los judíos, que cabían en cada una dos o tres cántaros.
Y estaba cerca la Pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén.
Y los judíos respondieron, y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras de que haces esto?
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue este templo edificado, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.
Y hubo cuestión entre los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación.
Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salud viene de los Judíos.
Después de estas cosas, había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Entonces los judíos decían a aquel que había sido sanado: Sábado es; no te es lícito llevar tu lecho.
El se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en sábado.
Entonces, por tanto, más procuraban los judíos matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también a su Padre llamaba Dios, haciéndose igual a Dios.
Y estaba cerca la Pascua, la Fiesta de los judíos.
Murmuraban entonces de él los Judíos, porque había dicho: YO SOY el pan que descendí del cielo.
Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a comer?
Y pasadas estas cosas andaba Jesús en Galilea; que no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.
Y estaba cerca la Fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos.
Y le buscaban los judíos en la Fiesta, y decían: ¿Dónde está aquel?
Mas ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo de los judíos.
Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, no habiendo aprendido?
Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se ha de ir éste que no le hallemos? ¿Se ha de ir a los esparcidos entre los griegos, y a enseñar a los griegos?
Decían entonces los judíos: ¿Se ha de matar a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
Y decía Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permane-ciéreis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y tienes demonio?
Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas, ¿y tú dices: El que guardare mi palabra, no gustará muerte para siempre?
Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Mas los judíos no creían de él, que había sido ciego, y hubiera recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista;
Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos; porque ya los judíos habían conspirado, que si alguno confesaba ser él el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga.
Por segunda vez los Judíos llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: ``Da gloria a Dios; nosotros sabemos que este hombre es un pecador."
Y volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo quitas nuestra alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Entonces volvieron a tomar piedras los judíos para apedrearle.
Le respondieron los judíos, diciendo: Por la buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
Le dicen los discípulos: Rabí, antes procuraban los Judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, a consolarlas de su hermano.
Entonces los judíos que estaban en casa con ella, y la consolaban, como vieron que María se había levantado prestamente, y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
Jesús entonces, como la vio llorando, y a los judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se embraveció en Espíritu, se alborotó a sí mismo,
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
Entonces muchos de los judíos que habían venido a María, y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
De manera que Jesús ya no andaba manifiestamente entre los judíos; mas se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín; y se estaba allí con sus discípulos.
Y la Pascua de los judíos estaba cerca; y muchos subieron de la tierra a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse;
Entonces muchos del pueblo de los judíos supieron que él estaba allí; y vinieron no solamente por causa de Jesús, sino también por ver a Lázaro, al cual había resucitado de los muertos.
porque muchos de los judíos iban y creían en Jesús por causa de él.
Hijitos, aun un poco estoy con vosotros. Me buscaréis; mas, como dije a los judíos: Donde yo voy, vosotros no podéis venir; y ahora os lo digo.
Entonces la compañía de los soldados y el tribuno, y los ministros de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron.
Y era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, que era necesario que un hombre muriera por el pueblo.
Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el Templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
Les dice entonces Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos es lícito matar a nadie;
Así que, Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?
Respondió Jesús: Mi Reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi Reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; ahora, pues, mi Reino no es de aquí.
Le dice Pilato: ¿Qué cosa es la Verdad? Y como hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dice: Yo no hallo en él ningún crimen.
Pero vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua, ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos?
y (venían a él y) decían: ¡Hayas gozo, rey de los Judíos! Y le daban de bofetadas.
Le respondieron los judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios.
Desde entonces procuraba Pilato soltarle; mas los Judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César; cualquiera que se hace rey, a César contradice.
Y era la víspera de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los Judíos: He aquí vuestro Rey.
Y escribió también Pilato un título, que puso encima del madero. Y el escrito era: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.
Y muchos de los Judíos leyeron este título, porque el lugar donde estaba Jesús colgado del madero era cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín.
Y decían a Pilato los sumos sacerdotes de los judíos: No escribas, Rey de los Judíos; sino, que él dijo: YO SOY Rey de los Judíos.
Entonces los Judíos, para que los cuerpos no quedaran en el madero en el sábado, porque era la víspera de la Pascua, pues era el gran día del sábado, rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas, y fueran quitados.
Pasadas estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, mas en secreto por miedo de los judíos, rogó a Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús; lo cual permitió Pilato. Entonces vino, y quitó el cuerpo de Jesús.
Y tomaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre de los judíos sepultar.
Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
Y como fue tarde aquel día, el primero de los sábados, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los judíos, vino Jesús, y se puso en medio, y les dijo: Paz tengáis.
(Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones religiosos, de todas las naciones que están debajo del cielo.)
en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de Africa que está de la otra parte de Cirene, y romanos extranjeros, tanto judíos como convertidos,
Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Por aquellos días, al multiplicarse {el número} {de} los discípulos, surgió una queja de parte de los {judíos} helenistas en contra de los judíos {nativos,} porque sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria {de los alimentos}.
Pero Saulo se fortaleció más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, comprobando que éste es el Cristo.
Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre sí consejo de matarle;
También hablaba y discutía con los {judíos} helenistas; mas éstos intentaban matarlo.
Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene testimonio de toda la nación de los judíos, ha recibido respuesta por un santo ángel, de hacerte venir a su casa, y oír de ti palabras.
Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. Y también le dieron muerte, colgándole en una cruz.
Todos los creyentes {que eran} de la circuncisión (Judíos Cristianos), que habían venido con Pedro, se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los Gentiles,
Cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión (Judíos Cristianos) le reprocharon:
Y los que habían sido esparcidos por causa de la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Chipre, y Antioquía, no hablando a nadie la Palabra, sino sólo a los judíos.
Y viendo que había agradado a los judíos, pasó adelante para prender también a Pedro. (Eran entonces los días de los panes sin levadura.)
Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo el pueblo de los judíos que me esperaba.
Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan como asistente.
Y saliendo ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablaran estas palabras.
Y despedida la sinagoga, muchos de los judíos y de los religiosos prosélitos siguieron a Pablo y a Bernabé; los cuales hablándoles, les persuadían que permanecieran en la gracia de Dios.
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