'Los' en la Biblia
- 1.Gé 1:1-Gé 13:8
- 2.Gé 13:13-Gé 27:29
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- 6.Éx 9:12-Éx 16:12
- 7.Éx 16:15-Éx 28:41
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- 9.Éx 39:42-Levítico 11:35
- 10.Levítico 11:46-Levítico 25:46
- 11.Levítico 25:50-Números 3:12
- 12.Números 3:13-Números 7:88
- 13.Números 7:89-Números 15:29
- 14.Números 15:32-Números 24:4
- 15.Números 24:8-Números 29:37
- 16.Números 29:40-Números 36:7
- 17.Números 36:8-Deuteronomio 11:4
- 18.Deuteronomio 11:6-Deuteronomio 27:1
- 19.Deuteronomio 27:9-Josué 2:22
- 20.Josué 2:23-Josué 9:19
- 21.Josué 9:21-Josué 17:16
- 22.Josué 18:1-Jueces 1:21
- 23.Jueces 1:22-Jueces 7:8
- 24.Jueces 7:12-Jueces 11:30
- 25.Jueces 11:31-Jueces 20:25
- 26.Jueces 20:26-1 Samuel 6:2
- 27.1 Samuel 6:4-1 Samuel 14:49
- 28.1 Samuel 14:52-1 Samuel 25:10
- 29.1 Samuel 25:12-2 Samuel 2:31
- 30.2 Samuel 2:32-2 Samuel 13:35
- 31.2 Samuel 13:36-2 Samuel 22:42
- 32.2 Samuel 22:43-1 Reyes 7:49
- 33.1 Reyes 7:50-1 Reyes 14:29
- 34.1 Reyes 14:30-1 Reyes 22:32
- 35.1 Reyes 22:33-2 Reyes 10:5
- 36.2 Reyes 10:6-2 Reyes 17:3
- 37.2 Reyes 17:6-2 Reyes 23:18
- 38.2 Reyes 23:19-1 Crónicas 3:21
- 39.1 Crónicas 3:22-1 Crónicas 8:13
- 40.1 Crónicas 8:35-1 Crónicas 15:7
- 41.1 Crónicas 15:8-1 Crónicas 23:19
- 42.1 Crónicas 23:20-2 Crónicas 1:17
- 43.2 Crónicas 2:2-2 Crónicas 11:3
- 44.2 Crónicas 11:13-2 Crónicas 21:13
- 45.2 Crónicas 21:16-2 Crónicas 29:2
- 46.2 Crónicas 29:4-2 Crónicas 34:33
- 47.2 Crónicas 35:1-Esdras 2:59
- 48.Esdras 2:60-Esdras 9:12
- 49.Esdras 9:14-Nehemías 7:14
- 50.Nehemías 7:15-Nehemías 11:12
- 51.Nehemías 11:14-Ester 7:9
- 52.Ester 8:1-Job 12:6
- 53.Job 12:7-Job 29:17
- 54.Job 30:1-Salmos 5:11
- 55.Salmos 6:8-Salmos 26:4
- 56.Salmos 26:5-Salmos 46:3
- 57.Salmos 46:6-Salmos 68:33
- 58.Salmos 69:4-Salmos 83:6
- 59.Salmos 83:7-Salmos 103:22
- 60.Salmos 104:2-Salmos 116:15
- 61.Salmos 116:19-Salmos 136:26
- 62.Salmos 137:1-Proverbios 5:10
- 63.Proverbios 5:13-Proverbios 14:33
- 64.Proverbios 15:2-Proverbios 27:20
- 65.Proverbios 27:25-Eclesiastés 11:7
- 66.Eclesiastés 11:8-Isaías 5:25
- 67.Isaías 5:26-Isaías 18:1
- 68.Isaías 18:2-Isaías 30:1
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- 70.Isaías 42:22-Isaías 56:7
- 71.Isaías 56:8-Jeremías 5:6
- 72.Jeremías 5:7-Jeremías 15:16
- 73.Jeremías 15:21-Jeremías 25:36
- 74.Jeremías 26:5-Jeremías 33:9
- 75.Jeremías 33:11-Jeremías 43:4
- 76.Jeremías 43:5-Jeremías 51:14
- 77.Jeremías 51:15-Ezequiel 4:5
- 78.Ezequiel 4:8-Ezequiel 16:17
- 79.Ezequiel 16:20-Ezequiel 24:10
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- 81.Ezequiel 32:32-Ezequiel 41:15
- 82.Ezequiel 41:16-Daniel 4:1
- 83.Daniel 4:6-Oseas 2:10
- 84.Oseas 2:13-Joel 3:21
- 85.Amós 1:1-Miqueas 5:2
- 86.Miqueas 5:3-Zacarías 1:4
- 87.Zacarías 1:5-Zacarías 14:10
- 88.Zacarías 14:12-Mateo 7:12
- 89.Mateo 7:13-Mateo 13:47
- 90.Mateo 13:49-Mateo 21:32
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- 98.Juan 2:13-Juan 11:31
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- 111.Hebreos 6:18-1 Pedro 1:13
- 112.1 Pedro 1:14-Judas 1:25
- 113.Apocalipsis 1:3-Apocalipsis 14:9
- 114.Apocalipsis 14:10-Apocalipsis 22:15
Y le acechaban los escribas y los fariseos, si sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle.
Mas él sabía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él levantándose, se puso en pie.
Y ellos se llenaron de rabia; y hablaban los unos a los otros qué harían a Jesús.
Y como fue de día, llamó a sus discípulos, y escogió doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:
y los que eran atormentados de espíritus inmundos eran curados.
Y alzando él los ojos a sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres; porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre; porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados seréis, cuando los hombres os aborrecieren, y cuando os apartaren de sí, y os denostaren, y desecharen vuestro nombre como malo, por el Hijo del hombre.
Gozaos en aquel día, y alegraos; porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres a los profetas.
¡Ay de vosotros, los que estáis hartos! Porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis.
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros! Porque así hacían sus padres a los falsos profetas.
Mas a vosotros los que oís, digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
Y como queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué gracias tendréis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracias tendréis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestaréis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué gracias tendréis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno aun para con los ingratos y malos.
Porque cada árbol por su fruto es conocido; que no cogen higos de los espinos, ni vendimian uvas de las zarzas.
Y cuando oyó hablar de JESÚS, envió a él los ancianos de los judíos, rogándole que viniera y librara a su siervo.
Y vueltos a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban, pararon. Y dice: Joven, a ti digo, levántate.
Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,
Y como los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el Evangelio:
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a hablar de Juan a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestidos delicados? He aquí, los que están en vestido precioso, y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
Porque os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; mas el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
Y todo el pueblo oyéndole, y los publicanos, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
Mas los fariseos y los sabios de la ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados de él.
Y dice el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, y que dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tañimos con flautas, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
Y le rogó uno de los fariseos, que comiera con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Y estando detrás a sus pies, comenzó llorando a regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos de su cabeza.
Y a ella dijo: Los pecados te son perdonados.
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
Y aconteció después, que él caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios, y los doce con él,
Y como se juntó una grande compañía, y los que estaban en cada ciudad vinieron a él, dijo por una parábola:
Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo, y quita la palabra de su corazón, para que no se salven creyendo.
Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas éstos no tienen raíces; que a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación se apartan.
Y la que cayó entre las espinas, éstos son los que oyeron; mas yéndose, son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos de la vida, y no llevan fruto a perfección.
Y la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en paciencia.
Ninguno que enciende la lámpara lo cubre con vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un candelero, para que los que entren vean la luz.
El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen mi palabra, y la hacen.
Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y al agua manda, y le obedecen?
Y navegaron a la tierra de los gadarenos, que está delante de Galilea.
Y saliendo él a tierra, le vino al encuentro de la ciudad un hombre que tenía demonios ya de mucho tiempo; y no vestía vestido, ni estaba en casa, sino por los sepulcros.
(Porque mandaba al espíritu inmundo que saliera del hombre, porque ya de mucho tiempo le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; mas rompiendo las prisiones, era agitado del demonio por los desiertos.)
Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos; y los dejó.
Y salidos los demonios del hombre, entraron en los puercos; y el hato de ellos se arrojó por un despeñadero en el lago, y se ahogó.
Y los pastores, como vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por las heredades.
Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, vestido, y en su juicio, a los pies de Jesús; y tuvieron miedo.
Y les contaron los que lo habían visto, cómo había sido salvado aquel endemoniado.
Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuera de ellos; porque tenían gran temor. Y él, subiendo en el barco, se devolvió.
Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa;
Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
Y sus padres estaban fuera de sí; a los cuales él mandó, que a nadie dijeran lo que había sido hecho.
Y juntando a sus doce discípulos, les dio virtud y potestad sobre todos los demonios, y que sanaran enfermedades.
Y los envió a que predicaran el Reino de Dios, y que sanaran a los enfermos.
Y todos los que no os recibieren, saliéndoos de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía; y estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
Y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.
Y cuando lo entendió el pueblo, le siguió; y él los recibió, y les hablaba del Reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de cura.
Y el día había comenzado a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud, para que yendo a las aldeas y heredades de alrededor, procedan a alojarse y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto.
Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que los pusieran delante de la multitud.
Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dice el pueblo que soy?
Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal, el Hijo del hombre se avergonzará cuando venga en su gloria, y del Padre, y de los santos ángeles.
Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el Reino de Dios.
Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño; y cuando despertaron, vieron su majestad, y a aquellos dos varones que estaban con él.
Y estando él hablando esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor entrando ellos en la nube.
Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y le puso junto a sí,
Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los samaritanos, para hacerle preparativos.
Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?
Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recline la cabeza.
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y anuncia el Reino de Dios.
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
Y después de estas cosas, señaló el Señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y lugares a donde él había de venir.
Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
y sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado a vosotros el Reino de Dios.
Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad sacudimos en vosotros; pero esto sabed, que el Reino de los cielos se ha llegado a vosotros.
Y os digo que los de Sodoma tendrán más remisión aquel día, que aquella ciudad.
Y tú, Capernaum, que hasta los cielos estás levantada, hasta el Hades serás abatida.
Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Mas no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu, y dijo: Te confieso, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños; así, Padre, porque así te agradó.
Y vuelto particularmente a sus discípulos, dijo: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó entre ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al huésped, y le dijo: Cúralo; y todo lo que gastares de más, cuando yo vuelva te lo pagaré.
Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos; sea tu Nombre santificado. Venga tu Reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos de mal.
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