14369 casos

'Que' en la Biblia

sino que el que quiere tocar en ellas, se arma de hierro y de asta de lanza, y son quemadas del todo en su lugar.

Estos son los nombres de los valientes que tuvo David: El que se sentaba en cátedra de sabiduría, principal de los tres: Adino el eznita, que en una ocasión se halló haber matado ochocientos enemigos.

Después de éste fue Eleazar, hijo de Dodo de Ahohi, uno de los tres valientes que estaban con David, cuando desafiaron a los filisteos que se habían juntado allí a la batalla, y subieron los de Israel.

Este, levantándose, hirió a los filisteos, hasta que su mano se cansó, y quedó pegada su mano a la espada. Aquel día el SEÑOR hizo gran salvación; y se volvió el pueblo en pos de él solamente a tomar el despojo.

Después de éste fue Sama, hijo de Age, el araita; que habiéndose juntado los filisteos en una aldea, había allí una heredad de tierra llena de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos.

Estos tres que eran de los treinta principales descendieron y vinieron en tiempo de la siega a David a la cueva de Adulam; y el campamento de los filisteos estaba puesto en el valle de Refaim.

Y David tuvo deseo, y dijo: ¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén, que está a la puerta!

Entonces estos tres valientes rompieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén, que estaba a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino la derramó al SEÑOR, diciendo:

Lejos sea de mí, oh SEÑOR, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Estos tres valientes hicieron esto.

Y volvió el furor del SEÑOR a encenderse contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijera: Ve, cuenta a Israel y a Judá.

Y dijo el rey a Joab, general del ejército que tenía consigo: Rodea todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y contad el pueblo, para que yo sepa el número del pueblo.

Y Joab respondió al rey: Añada El SEÑOR tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿para qué quiere esto mi señor el rey?

Pero la palabra del rey pudo más que Joab, y que los capitanes del ejército. Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para ir a contar el pueblo de Israel.

Y pasando el Jordán acamparon en Aroer, a la mano derecha de la ciudad que está en medio del arroyo de Gad y junto a Jazer.

Y después que hubieron andado toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.

Y Joab dio la cuenta del número del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres valientes que sacaban espada; y de los de Judá quinientos mil hombres.

Y después que David hubo contado el pueblo, le hirió su corazón; y dijo David al SEÑOR: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh SEÑOR, te ruego que traspases la iniquidad de tu siervo, porque yo he obrado muy locamente.

Ve, y di a David: Así dijo el SEÑOR: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga.

Vino, pues, Gad a David, y le denunció, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿O que huyas tres meses delante de tus enemigos, y que ellos te persigan? ¿O que tres días haya pestilencia en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me envió.

Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; ruego que caigamos en la mano del SEÑOR, porque sus misericordias son muchas, y que no caiga yo en manos de hombres.

Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, el SEÑOR se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía el pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Entonces el ángel del SEÑOR estaba junto a la era de Arauna, el jebuseo.

Y David dijo al SEÑOR, cuando vio al ángel que hería al pueblo: Yo pequé, yo hice la iniquidad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre.

Y David subió, conforme al dicho de Gad, que el SEÑOR le había mandado.

Y mirando Arauna, vio al rey y a sus siervos que pasaban a él. Saliendo entonces Arauna, se inclinó delante del rey hacia tierra.

Y Arauna dijo: ¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? Y David respondió: Para comprar de ti esta era, para edificar en ella altar al SEÑOR, a fin de que la mortandad cese del pueblo.

Y Arauna dijo a David: Tome y sacrifique mi señor el rey lo que bien le pareciere; he aquí bueyes para el holocausto; y trillos y otros aderezos de bueyes para leña;

Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré al SEÑOR mi Dios holocaustos que no me cuestan nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata.

Le dijeron, por tanto, sus siervos: Busquen a mi señor el rey una joven virgen, para que esté delante del rey, y lo caliente, y duerma a su lado, y calentará a nuestro señor el rey.

Entonces Adonías hijo de Haguit se levantó, diciendo: Yo reinaré. Y se hizo de carros y gente de a caballo, y cincuenta varones que corrieran delante de él.

Y su padre nunca lo entristeció en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Y también éste era de hermoso parecer; y lo había engendrado después de Absalón.

Y matando Adonías ovejas y vacas y animales engordados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de Rogel, convidó a todos sus hermanos los hijos del rey, y a todos los varones de Judá, siervos del rey;

Y habló Natán a Betsabé madre de Salomón, diciendo: ¿No has oído que reina Adonías hijo de Haguit, sin saberlo David nuestro señor?

Ven pues ahora, y toma mi consejo, para que libres tu vida, y la vida de tu hijo Salomón.

Ve, y preséntate ante el rey David, y dile: Rey señor mío, ¿no has jurado tú a tu sierva, diciendo: Salomón tu hijo reinará después de mí, y él se sentará en mi trono? ¿Por qué pues reina Adonías?

Y Betsabé se inclinó, y adoró al rey. Y el rey dijo: ¿Qué tienes?

Rey señor mío, los ojos de todo Israel están sobre ti, para que les declares quién se ha de sentar en el trono de mi señor el rey después de él.

Y acontecerá, cuando mi señor el rey durmiere con sus padres, que yo y mi hijo Salomón seremos estimados pecadores.

Y estando aún hablando ella con el rey, he aquí Natán, el profeta, que vino.

Y el rey juró, diciendo: Vive el SEÑOR, que ha rescatado mi alma de toda angustia,

que como yo te he jurado por el SEÑOR Dios de Israel, diciendo: Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono en lugar mío; que así lo haré hoy.

Después iréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará por mí; porque a él he ordenado para que sea príncipe sobre Israel y sobre Judá.

De la manera que el SEÑOR ha sido con mi señor el rey, así sea con Salomón; y él haga mayor su trono que el trono de mi señor el rey David.

Después subió todo el pueblo en pos de él, y cantaba el pueblo con flautas, y hacían grandes alegrías, que parecía que la tierra se hundía con el clamor de ellos.

Y lo oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían acabado de comer. Y oyendo Joab el sonido del shofar, dijo: ¿Por qué se alborota la ciudad con estruendo?

y Sadoc, el sacerdote y Natán, el profeta lo han ungido en Gihón por rey; y de allá han subido con alegrías, y la ciudad está llena de estruendo. Este es el alboroto que habéis oído.

Y aun los siervos del rey han venido a bendecir a nuestro señor el rey David, diciendo: Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre, y haga mayor su trono que el tuyo. Y el rey adoró en la cama.

Y también el rey habló así: Bendito sea el SEÑOR Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, viéndolo mis ojos.

Ellos entonces se espantaron, y se levantaron todos los convidados que estaban con Adonías, y se fue cada uno por su camino.

Y fue hecho saber a Salomón, diciendo: He aquí que Adonías tiene miedo del rey Salomón; porque ha tomado los cuernos del altar, diciendo: Júreme hoy el rey Salomón que no matará a espada a su siervo.

Guarda la ordenanza del SEÑOR tu Dios, andando en sus caminos, y guardando sus estatutos y mandamientos, y sus derechos, y sus testimonios de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que tengas entendimiento en todo lo que hicieres, y en todo aquello que emprendieres;

para que confirme el SEÑOR la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren su camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón, y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón del trono de Israel.

Y ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner, y a Amasa hijo de Jeter, los cuales él mató, derramando en paz la sangre de guerra, y poniendo la sangre de guerra en su talabarte que tenía sobre sus lomos, y en sus zapatos que tenía en sus pies.

Mas a los hijos de Barzilai, el galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron así a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano.

También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por el SEÑOR, diciendo: Yo no te mataré a espada.

Pero ahora no lo absolverás; que hombre sabio eres, y sabes cómo has de hacer con él; y harás descender sus canas con sangre al Seol.

Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén.

En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di.

Y él dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro, para que yo reinara; mas el reino fue traspasado, y vino a mi hermano; porque por el SEÑOR era suyo.

El entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te hará volver tu rostro) para que me dé a Abisag, la sunamita por mujer.

Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me hagas volver mi rostro. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te haré volver el rostro.

Y el rey Salomón respondió, y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag, la sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino, porque él es mi hermano mayor; y tiene también a Abiatar, el sacerdote, y a Joab hijo de Sarvia.

Y el rey Salomón juró por el SEÑOR, diciendo: Así me haga Dios y así me añada, que contra su vida ha hablado Adonías esta palabra.

Ahora pues, vive el SEÑOR, que me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y que me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy.

Y a Abiatar, el sacerdote dijo el rey: Vete a Anatot a tus heredades, que tú eres digno de muerte; mas no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca del Señor DIOS delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre.

Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio del SEÑOR, para que se cumpliera la palabra del SEÑOR que había dicho sobre la casa de Elí en Silo.

Y fue hecho saber a Salomón que Joab había huido al tabernáculo del SEÑOR, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y mátale.

Y entró Benaía al tabernáculo del SEÑOR, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey, diciendo: Así habló Joab, y así me respondió.

Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérralo, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente.

Y el SEÑOR hará tornar su sangre sobre su cabeza; que él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiera nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá.

porque sabe de cierto que el día que salieres, y pasares el arroyo de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza.

Pero pasados tres años, aconteció que le huyeron a Simei dos siervos a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Simei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat.

Y fue dicho a Salomón como Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y que había vuelto.

Entonces el rey envió, e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te conjuré yo por el SEÑOR, y te protesté, diciendo: El día que salieres, y fueres acá o allá, sabe de cierto que has de morir? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco.

¿Por qué pues no guardaste el juramento del SEÑOR, y el mandamiento que yo te mandé?

Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; el SEÑOR pues, ha tornado el mal sobre tu cabeza.

Y Salomón hizo parentesco con el Faraón rey de Egipto, porque tomó por mujer a la hija de Faraón, y la trajo a la ciudad de David, entre tanto que acababa de edificar su casa, y la casa del SEÑOR, y los muros de Jerusalén alrededor.

Y se le apareció el SEÑOR a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quisieres que yo te dé.

Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, según la manera que él anduvo delante de ti con verdad, con justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has guardado ésta tu grande misericordia, que le diste hijo que se sentara en su trono, como sucede en este día.

Ahora pues, SEÑOR Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy muy joven, que no sé cómo entrar ni salir.

Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú elegiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud.

he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.

Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria; tal, que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días.

Y cuando Salomón despertó, vio que era sueño; y vino a Jerusalén, y se presentó delante del arca del pacto del SEÑOR, y sacrificó holocaustos, e hizo pacíficos; hizo también banquete a todos sus siervos.

Y aconteció al tercer día después que yo di a luz, que ésta dio a luz también, y morábamos nosotras juntas; ningún extraño estaba en casa, sino nosotras dos en la casa.

Y cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; mas le observé a la luz del día, y vi que no era mi hijo, que yo había dado a luz.

Entonces la otra mujer dijo: No; mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: No; tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey.

El rey entonces dijo: Esta dice: Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto; y la otra dice: No, mas el tuyo es el muerto, y mi hijo es el que vive.

Y todo Israel oyó aquel juicio que había juzgado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.

Así que el rey Salomón fue rey sobre todo Israel.

Y éstos fueron los príncipes que tuvo: Azarías hijo de Sadoc, el sacerdote;

Baana hijo de Ahilud, en Taanac y Meguido, y en toda Bet-seán, que es cerca de Saretán, abajo de Jezreel, desde Bet-seán hasta Abel-mehola, y hasta el otro lado de Jocmeam;

el hijo de Geber, en Ramot de Galaad; éste tenía también las ciudades de Jair hijo de Manasés, las cuales estaban en Galaad; tenía también la provincia de Argob, que estaba en Basán, sesenta grandes ciudades con muro y cerraduras de bronce;

Los de Judá y de Israel eran muchos, como la arena que está junto al mar en multitud, comiendo y bebiendo y alegrándose.

Y Salomón señoreaba sobre todos los reinos, desde el río hasta la tierra de los filisteos, hasta el término de Egipto; y traían presentes, y sirvieron a Salomón todos los días que vivió.

Porque él señoreaba en toda la región que estaba al otro lado del río y desde Tifsa hasta Gaza, sobre todos los reyes del otro lado del río; y tuvo paz por todos lados en derredor suyo.

Y estos gobernadores mantenían al rey Salomón, y a todos los que a la mesa del rey Salomón venían, cada uno su mes; y hacían que nada faltara.

Y traían también cebada y paja para los caballos, y para las bestias de carga, al lugar donde él estaba, cada uno conforme al cargo que tenía.

Y dio Dios a Salomón sabiduría, e inteligencia muy grande, y magnanimidad de corazón, como la arena que está a la orilla del mar.

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