14300 casos

'Que' en la Biblia

Y lo santificado de cualquiera será suyo; asimismo lo que cualquiera diere al sacerdote, suyo será.

entonces el marido traerá su esposa al sacerdote, y traerá su ofrenda con ella, la décima de un efa de harina de cebada; no echará sobre ella aceite, ni pondrá sobre ella incienso; porque es presente de celos, presente de recordación, que trae a la memoria el pecado.

Luego el sacerdote tomará del agua santa en un vaso de barro; tomará también el sacerdote del polvo que hubiere en el suelo del tabernáculo, y lo echará en el agua.

Y hará el sacerdote estar en pie a la mujer delante de Jehová, y descubrirá la cabeza de la mujer, y pondrá sobre sus manos el presente de la recordación, que es el presente de celos; y el sacerdote tendrá en la mano las aguas amargas que acarrean maldición.

Y el sacerdote la conjurará, y le dirá: Si ningún hombre se ha acostado contigo, y si no te has apartado de tu marido a inmundicia, libre seas de estas aguas amargas que traen maldición;

(El sacerdote conjurará a la mujer con juramento de maldición, y dirá a la mujer): Jehová te haga maldición y conjura en medio de tu pueblo, haciendo Jehová que tu muslo caiga, y que tu vientre se hinche;

y estas aguas que dan maldición entren en tus entrañas, y hagan hinchar tu vientre y caer tu muslo. Y la mujer dirá: Amén, amén.

y dará a beber a la mujer las aguas amargas que traen maldición; y las aguas que obran maldición entrarán en ella por amargas.

Le dará, pues, a beber las aguas; y será, que si fuere inmunda y hubiere hecho traición contra su marido, las aguas que obran maldición entrarán en ella en amargura, y su vientre se hinchará, y caerá su muslo; y la mujer será maldición en medio de su pueblo.

Mas si la mujer no fuere inmunda, sino que estuviere limpia, ella será libre, y será fecunda.

Todos los días de su nazareato, de todo lo que se hace de vid de vino, desde los granillos hasta el hollejo, no comerá.

Todos los días del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza, hasta que sean cumplidos los días de su consagración a Jehová; santo será; dejará crecer las guedejas del cabello de su cabeza.

Todos los días que se consagrare a Jehová, no entrará a persona muerta.

Y el sacerdote ofrecerá el uno en expiación, y el otro en holocausto: y lo expiará de lo que pecó a causa del muerto, y santificará su cabeza en aquel día.

Entonces el nazareo raerá a la puerta del tabernáculo de la congregación la cabeza de su nazareato, y tomará los cabellos de la cabeza de su nazareato, y los pondrá sobre el fuego que está debajo de la ofrenda de paz.

Después tomará el sacerdote la espaldilla cocida del carnero, y una torta sin levadura del canastillo, y una hojaldre sin levadura, y las pondrá sobre las manos del nazareo, después que el cabello de su consagración fuere raído;

Ésta es la ley del nazareo que hiciere voto de su ofrenda a Jehová por su nazareato, además de lo que su mano alcanzare: según el voto que hiciere, así hará, conforme a la ley de su nazareato.

Y aconteció, que cuando Moisés hubo acabado de levantar el tabernáculo, y de ungirlo y santificarlo, con todos sus vasos; y asimismo ungido y santificado el altar, con todos sus vasos;

Entonces los príncipes de Israel, las cabezas de las casas de sus padres, los cuales eran los príncipes de las tribus, que estaban sobre los contados, ofrecieron;

Y los príncipes ofrendaron para la dedicación del altar el día que fue ungido, aun los príncipes ofrecieron su ofrenda delante del altar.

Y el que ofreció su ofrenda el primer día fue Naasón hijo de Aminadab, de la tribu de Judá.

Ésta fue la dedicación del altar, el día que fue ungido, por los príncipes de Israel; doce platos de plata, doce jarros de plata, doce cucharas de oro.

Y todos los bueyes del sacrificio de paz fueron veinticuatro novillos, sesenta los carneros, sesenta los machos cabríos y sesenta los corderos de un año. Ésta fue la dedicación del altar, después que fue ungido.

Y cuando entraba Moisés en el tabernáculo de la congregación, para hablar con Él, oía la voz que le hablaba de encima del propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines; y hablaba con Él.

Y Aarón lo hizo así; que encendió enfrente del candelero sus lámparas, como Jehová lo mandó a Moisés.

Y ésta era la hechura del candelero; de oro labrado a martillo; desde su pie hasta sus flores era labrado a martillo; conforme al modelo que Jehová mostró a Moisés, así hizo el candelero.

Porque enteramente me son dados a mí los levitas de entre los hijos de Israel, en lugar de todo aquel que abre matriz; los he tomado para mí en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel.

Porque mío es todo primogénito en los hijos de Israel, así de hombres como de animales; desde el día que yo herí todo primogénito en la tierra de Egipto, los santifiqué para mí.

Y yo he dado en don los levitas a Aarón y a sus hijos de entre los hijos de Israel, para que sirvan el ministerio de los hijos de Israel en el tabernáculo de la congregación, y reconcilien a los hijos de Israel; para que no haya plaga en los hijos de Israel, llegando los hijos de Israel al santuario.

Y Moisés, y Aarón, y toda la congregación de los hijos de Israel, hicieron con los levitas conforme a todas las cosas que mandó Jehová a Moisés acerca de los levitas; así hicieron de ellos los hijos de Israel.

Y así vinieron después los levitas para servir en su ministerio en el tabernáculo de la congregación, delante de Aarón y delante de sus hijos: de la manera que mandó Jehová a Moisés acerca de los levitas, así hicieron con ellos.

Pero servirán con sus hermanos en el tabernáculo de la congregación, para hacer la guarda, bien que no servirán en el ministerio. Así harás de los levitas en cuanto a su ministerio.

Y habló Moisés a los hijos de Israel, para que hiciesen la pascua.

E hicieron la pascua en el mes primero, a los catorce días del mes, entre las dos tardes, en el desierto de Sinaí; conforme a todas las cosas que mandó Jehová a Moisés, así hicieron los hijos de Israel.

Y hubo algunos que estaban inmundos a causa de muerto, y no pudieron hacer la pascua aquel día; y llegaron delante de Moisés y delante de Aarón aquel día,

y le dijeron aquellos hombres: Nosotros estamos inmundos por causa de muerto; ¿por qué seremos impedidos de ofrecer ofrenda a Jehová a su tiempo entre los hijos de Israel?

Habla a los hijos de Israel, diciendo: Cualquiera de vosotros o de vuestras generaciones, que fuere inmundo por causa de muerto o estuviere de viaje lejos, hará pascua a Jehová.

Mas el que estuviere limpio, y no estuviere de viaje, si dejare de celebrar la pascua, la tal persona será cortada de entre su pueblo; por cuanto no ofreció a su tiempo la ofrenda de Jehová, el tal hombre llevará su pecado.

Y el día que el tabernáculo fue levantado, la nube cubrió el tabernáculo sobre la tienda de la congregación; y a la tarde había sobre el tabernáculo como una apariencia de fuego, hasta la mañana.

Al mandato de Jehová los hijos de Israel avanzaban; y al mandato de Jehová acampaban; todos los días que la nube estaba sobre el tabernáculo, ellos permanecían acampados.

Y cuando sucedía que la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehová acampaban, y al mandato de Jehová partían.

Y sucedía que cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, y que la nube era levantada en la mañana, entonces partían; y cuando la nube se levantaba, ya fuese de día o de noche, ellos partían.

Y cuando tocareis alarma, entonces marcharán los que están acampados al oriente.

Y cuando tocareis alarma la segunda vez, entonces marcharán los que están acampados al sur; alarma tocarán para sus partidas.

Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os atacare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados delante de Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos.

Y sucedió que en el año segundo, en el mes segundo, a los veinte días del mes, la nube se alzó del tabernáculo de la congregación.

Luego comenzaron a marchar los coatitas llevando el santuario; y entre tanto que ellos llegaban, los otros acondicionaron el tabernáculo.

Y él le respondió: Yo no iré, sino que me marcharé a mi tierra y a mi parentela.

Y él le dijo: Te ruego que no nos dejes; porque tú sabes dónde debemos acampar en el desierto, y nos serás en lugar de ojos.

Y será, que si vinieres con nosotros, cuando tuviéremos el bien que Jehová nos ha de hacer, nosotros te haremos bien.

Y la nube de Jehová iba sobre ellos de día, desde que partieron del campamento.

Y fue, que al moverse el arca, Moisés decía: Levántate, Jehová, y sean disipados tus enemigos, y huyan de tu presencia los que te aborrecen.

Y aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y se enardeció su furor, y se encendió en ellos fuego de Jehová y consumió a los que estaban en un extremo del campamento.

Y la multitud de raza mixta que había entre ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!

Nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, de los pepinos, y de los melones, y de las verduras, y de las cebollas, y de los ajos.

Y ahora nuestra alma se seca; que nada sino maná ven nuestros ojos.

Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda: y el furor de Jehová se encendió en gran manera; también pareció mal a Moisés.

Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿Y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?

¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?

¿De dónde tomaría yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos.

Entonces Jehová dijo a Moisés: Júntame setenta varones de los ancianos de Israel, que tu sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de la congregación, y esperen allí contigo.

Y yo descenderé y hablaré allí contigo; y tomaré del espíritu que está en ti, y lo pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.

Pero dirás al pueblo: Santificaos para mañana, y comeréis carne: pues que habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Cierto mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis.

sino hasta un mes de tiempo, hasta que os salga por las narices, y os sea en aborrecimiento: por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de Él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?

¿Se han de degollar para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿O se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto?

Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y fue que, cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.

Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? ¡Quisiera Dios que todo el pueblo de Jehová fuesen profetas, que Jehová pusiera su Espíritu sobre ellos!

Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día, y toda la noche, y todo el día siguiente, y se recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo en derredor del campamento.

Y cuando la carne estaba aún entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, el furor de Jehová se encendió contra el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.

Y la nube se apartó del tabernáculo; y he aquí que Miriam quedó leprosa, blanca como la nieve; y miró Aarón a Miriam, y he aquí que estaba leprosa.

No sea ella ahora como el que sale muerto del vientre de su madre, consumida la mitad de su carne.

Y Jehová respondió a Moisés: Si su padre hubiera escupido en su cara, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después que sea recibida de nuevo.

Así Miriam fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se le reunió Miriam.

Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel: de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos.

Éstos son los nombres de los varones que Moisés envió a reconocer la tierra. Y a Oseas hijo de Nun, Moisés le puso el nombre de Josué.

y observad la tierra qué tal es; y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso;

Y se llamó aquel lugar el valle de Escol por el racimo que cortaron de allí los hijos de Israel.

Y le contaron, y dijeron: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel; y éste es el fruto de ella.

Pero el pueblo que habita en aquella tierra es fuerte, y las ciudades, fortificadas y muy grandes; y también vimos allí a los hijos de Anac.

Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y poseámosla; que más podremos que ella.

Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo; porque es más fuerte que nosotros.

y vituperaron entre los hijos de Israel la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella, son hombres de gran estatura.

¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada y que nuestras esposas y nuestros chiquitos sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?

Y Josué hijo de Nun, y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestiduras;

Si Jehová se agradare de nosotros, Él nos meterá en esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel.

Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me ha de creer con todas las señales que he hecho en medio de ellos?

Yo le heriré de mortandad, y lo destruiré, y a ti te pondré sobre una nación más grande y más fuerte que ellos.

Y lo dirán a los moradores de esta tierra; los cuales han oído que tú, oh Jehová, estabas en medio de este pueblo, que ojo a ojo aparecías tú, oh Jehová, y que tu nube estaba sobre ellos, y que de día ibas delante de ellos en columna de nube, y de noche en columna de fuego;

y que has hecho morir a este pueblo como a un hombre; y las naciones que hubieren oído tu fama hablarán, diciendo:

Ahora, pues, yo te ruego que sea magnificada la fortaleza del Señor, como lo hablaste, diciendo:

porque todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz,

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