92 casos

'Se' en la Biblia

Fué un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.

Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron á la Escritura, y á la palabra que Jesús había dicho.

Mas el mismo Jesús no se confiaba á sí mismo de ellos, porque él conocía á todos,

Y HABIA un hombre de los Fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los Judíos.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Vino, pues, á una ciudad de Samaria que se llamaba Sichâr, junto á la heredad que Jacob dió á José su hijo.

Dícele la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él viniere nos declarará todas las cosas.

Viniendo pues los Samaritanos á él, rogáronle que se quedase allí: y se quedó allí dos días.

Este, como oyó que Jesús venía de Judea á Galilea, fué á él, y rogábale que descendiese, y sanase á su hijo, porque se comenzaba á morir.

Dícele Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó á la palabra que Jesús le dijo, y se fué.

Y el que había sido sanado, no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

El se fué, y dió aviso á los Judíos, que Jesús era el que le había sanado.

Y subió Jesús á un monte, y se sentó allí con sus discípulos.

Y como hubieron navegado como veinticinco ó treinta estadios, ven á Jesús que andaba sobre la mar, y se acercaba al barco: y tuvieron miedo.

El día siguiente, la gente que estaba de la otra parte de la mar, como vió que no había allí otra navecilla sino una, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en ella, sino que sus discípulos se habían ido solos;

Entonces los Judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se ha de ir éste que no le hallemos? ¿Se ha de ir á los esparcidos entre los Griegos, y á enseñar á los Griegos?

Respondieron y dijéronle: ¿Eres tú también Galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se levantó profeta.

Y JESUS se fué al monte de las Olivas.

Respondió Jesús, y díjoles: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y á dónde voy; mas vosotros no sabéis de dónde vengo, y á dónde voy.

Sé que sois simiente de Abraham, mas procuráis matarme, porque mi palabra no cabe en vosotros.

Tomaron entonces piedras para tirarle: mas Jesús se encubrió, y salió del templo; y atravesando por medio de ellos, se fué.

Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿no es éste el que se sentaba y mendigaba?

Unos decían: Este es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.

Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús, hizo lodo, y me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate: y fuí, y me lavé, y recibí la vista.

Entonces le dijeron: ¿Dónde está aquél? El dijo: No sé.

Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, á sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Entonces Marta, como oyó que Jesús venía, salió á encontrarle; mas María se estuvo en casa.

Mas también sé ahora, que todo lo que pidieres de Dios, te dará Dios.

Entonces los Judíos que estaban en casa con ella, y la consolaban, como vieron que María se había levantado prestamente, y había salido, siguiéronla, diciendo: Va al sepulcro á llorar allí.

Jesús entonces, como la vió llorando, y á los Judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se conmovió en espíritu, y turbóse,

Dice Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que se había muerto, le dice: Señor, hiede ya, que es de cuatro días.

Por tanto, Jesús ya no andaba manifiestamente entre los Judíos; mas fuése de allí á la tierra que está junto al desierto, á una ciudad que se llama Ephraim: y estábase allí con sus discípulos

Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo líquido de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos: y la casa se llenó del olor del ungüento.

¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos dineros, y se dió á los pobres?

Y halló Jesús un asnillo, y se sentó sobre él, como está escrito:

Estas cosas no las entendieron sus discípulos de primero: empero cuando Jesús fué glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de él, y que le hicieron estas cosas.

Mas los Fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada aprovecháis? he aquí, el mundo se va tras de él.

Estos pues, se llegaron á Felipe, que era de Bethsaida de Galilea, y rogáronle, diciendo: Señor, querríamos ver á Jesús.

Y sé que su mandamiento es vida eterna: así que, lo que yo hablo, como el Padre me lo ha dicho, así hablo.

Desde ahora os lo digo antes que se haga, para que cuando se hiciere, creáis que yo soy.

Y ahora os lo he dicho antes que se haga; para que cuando se hiciere, creáis.

La mujer cuando pare, tiene dolor, porque es venida su hora; mas después que ha parido un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos.

Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla, é hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los Judíos, y nada he hablado en oculto.

Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando á entender de qué muerte había de morir.

Desde entonces procuraba Pilato soltarle; mas los Judíos daban voces, diciendo: Si á éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, á César contradice.

Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera á Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha.

Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.

Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos hinchieron una esponja de vinagre, y rodeada á un hisopo, se la llegaron á la boca.

Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron á Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados.

Y dijéronle: Mujer, ¿por qué lloras? Díceles: Porque se han llevado á mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

Empero Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

DESPUÉS se manifestó Jesús otra vez á sus discípulos en la mar de Tiberias; y manifestóse de esta manera.

Y venida la mañana, Jesús se puso á la ribera: mas los discípulos no entendieron que era Jesús.

Subió Simón Pedro, y trajo la red á tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres: y siendo tantos, la red no se rompió.

Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó á sus discípulos, habiendo resucitado de los muertos.

Volviéndose Pedro, ve á aquel discípulo al cual amaba Jesús, que seguía, el que también se había recostado á su pecho en la cena, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribiesen cada una por sí, ni aun en el mundo pienso que cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

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