'Sus' en la Biblia
Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.
Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la transmigración de Babilonia.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, e incienso y mirra.
Herodes entonces, viéndose burlado de los sabios, se enojó mucho, y envió, y mató a todos los niños que había en Belén y en todos sus términos, de edad de dos años abajo, conforme al tiempo que había entendido de los sabios.
Voz fue oída en Ramá, lamentación, lloro y gemido grande; Raquel que llora sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron.
Porque éste es aquel del cual fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Voz de uno que clama en el desierto; aparejad el camino del Señor, enderezad sus veredas.
Y tenía Juan su vestido de pelos de camellos, y una cinta de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.
y eran bautizados de él en el Jordán, confesando sus pecados.
Y le dice: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; que escrito está: A sus ángeles mandará por ti, y te alzarán en las manos, para que nunca tropieces con tu pie en piedra.
Y pasando de allí vio otros dos hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en el barco con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.
Y viendo la multitud, subió en el monte; y sentándose, le acercaron a él sus discípulos.
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
Porque si soltareis a los hombres sus ofensas, os soltará también a vosotros vuestro Padre celestial.
Mas si no soltareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os soltará vuestras ofensas.
Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan; de cierto os digo, que ya tienen su pago.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?
Así que, por sus frutos los conoceréis.
Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, dame licencia para que vaya primero, y entierre a mi padre.
Y Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Y entrando él en un barco, sus discípulos le siguieron.
Y acercándose sus discípulos, le despertaron, diciendo: Señor, sálvanos, que perecemos.
Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús. Y cuando le vieron, le rogaban que se fuera de sus términos.
Y viendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis malas cosas en vuestros corazones?
Y aconteció que estando él sentado a la mesa en su casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Y viendo esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?
Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos.
Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.
Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio potestad contra los espíritus inmundos, para que los echaran fuera, y sanaran toda enfermedad y toda flaqueza.
Y guardaos de los hombres, porque os entregarán en concilios, y en sus sinagogas os azotarán;
Y hermano entregará a hermano a la muerte, y padre a hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los harán morir.
Y fue, que acabando Jesús de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.
Y oyendo Juan en la prisión los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,
Mas ¿a quién compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros,
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es aprobada por sus hijos.
Entonces comenzó a reconvenir el beneficio a las ciudades en las cuales habían sido hechas muchas de sus maravillas, porque no se habían enmendado, diciendo:
En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en día de sábado; y sus discípulos tenían hambre, y comenzaron a coger espigas, y a comer.
Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus alhajas, si primero no prendiere al hombre fuerte; y entonces saqueará su casa?
Y estando él aún hablando a la multitud, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera, que le querían hablar.
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
Porque el corazón de este pueblo está engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y con sus ojos guiñan; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y del corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane.
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.
Entonces, despedida la multitud, Jesús se vino a casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo.
Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y cogerán de su Reino todos los estorbos, y a los que hacen iniquidad,
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo y José, y Simón, y Judas?
¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todo esto?
Y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; él ha resucitado de los muertos, y por eso virtudes obran en él.
Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo, y lo enterraron; y fueron, y dieron las nuevas a Jesús.
Y cuando fue la tarde del día, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y el tiempo es ya pasado; despide la multitud, para que se vayan por las aldeas, y compren para sí de comer.
Luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en un barco, e ir delante de él al otro lado del lago, entre tanto que él despedía a la multitud.
Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, oyendo esta palabra, se ofendieron?
Mas él no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despáchala, pues da voces tras nosotros.
Y ella dijo: Sí, Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
Y Jesús llamando a sus discípulos, dijo: Tengo misericordia de la multitud, que ya hace tres días que perseveran conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, para que no desmayen en el camino.
Entonces sus discípulos le dicen: ¿Dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande?
Y tomando los siete panes y los peces, dando gracias, partió y dio a sus discípulos; y los discípulos a la multitud.
Y viniendo sus discípulos del otro lado del lago, se habían olvidado de tomar pan.
Y viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.
Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su madero, y sígame.
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
Y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz.
Y oyendo esto los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera.
Y alzando ellos sus ojos, a nadie vieron, sino a Jesús solo.
Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen, pues, los escribas que es necesario que Elías venga primero?
Y él dice: Sí. Y entrando él en casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los tributos o el censo? ¿De sus hijos o de los extraños?
Mirad que no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.
Por lo cual, el Reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos.
Y saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba, diciendo: Detén la ira para conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon a su señor todo lo que había pasado.
Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis de vuestros corazones cada uno a su hermano sus ofensas.
Le dicen sus discípulos: Si así es el negocio del hombre con su mujer, no conviene casarse.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que el rico difícilmente entrará en el Reino de los cielos.
Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo?
Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
Entonces se llegó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorando, y pidiéndole algo.
Entonces Jesús, teniendo misericordia de ellos, les tocó los ojos, y luego sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.
Y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y se sentó sobre ellos.
Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por el camino.
Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibieran sus frutos.
Oyendo los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, entendieron que hablaba de ellos.
y envió sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas; pero no quisieron venir.
Mas ellos sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza y otro a sus negocios.
Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron.
Y el rey, oyendo esto, se enojó y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad.
Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas, mas los que eran llamados no eran dignos.
Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,
Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras; porque dicen, y no la hacen.
Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
y decís: Si estuviéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus compañeros en la sangre de los profetas.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!
Y salido Jesús, se iba del Templo; y se acercaron sus discípulos, para mostrarle los edificios del Templo.
y el que en el campo, no vuelva otra vez a tomar sus vestidos.
Y enviará sus ángeles con trompeta y gran voz; y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro.
y comenzare a herir a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos,
Entonces el Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
Las que eran fatuas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;