Y oí una gran voz del templo, que decía a los siete ángeles: Id, derramad las copas de la ira de Dios sobre la tierra.

Y vi otra señal en el cielo, grande y admirable, que era siete ángeles que tenían las siete plagas postreras, porque en ellas es consumada la ira de Dios.

Y el primero fue, y derramó su copa en la tierra; y fue hecha una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen.

Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo desde el trono, diciendo: Hecho es.

Ve pues, y hiere a Amalec, y destruiréis en él todo lo que tuviere; y no tengas piedad de él; mata hombres y mujeres, niños y mamantes, vacas y ovejas, camellos y asnos.

Y te envió el SEÑOR en jornada, y dijo: Ve, y destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes.

Derrama tu ira sobre los gentiles que no te conocen, y sobre los reinos que no invocan tu Nombre.

Derrama tu enojo sobre los gentiles que no te conocen, y sobre las naciones que no invocan tu Nombre; porque se comieron a Jacob, y lo devoraron, y le han consumido, y su morada destruyeron.

Y a los otros dijo a mis oídos: Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.

Y habló al varón vestido de lienzos, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines, y derrama sobre la ciudad. Y entró a vista mía.

Por tanto, esperadme, dijo el SEÑOR, el día que me levantaré al despojo; porque mi juicio es de coger los gentiles, juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi enojo, toda la ira de mi furor; porque del fuego de mi celo será consumida toda la tierra.

Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y cogerán de su Reino todos los estorbos, y a los que hacen iniquidad,

Y el tercer ángel los siguió, diciendo en alta voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y toma la marca en su frente, o en su mano,

Y otro ángel salió del templo, clamando con alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está seca.

Y otro ángel salió del altar, el cual tenía poder sobre el fuego, y clamó con gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus uvas.

Y después de estas cosas miré, y he aquí el templo del Tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo.

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