Y ninguno podía, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro, ni mirarlo.

Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y que está sobre el mar, y todas las cosas que están en él, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea alabanza, honra, y gloria, y potencia, para siempre jamás.

¿Quién enseñó al Espíritu del SEÑOR, o le aconsejó enseñándole?

Miré, y no había ninguno; y pregunté de estas cosas, y ningún consejero hubo ; les pregunté, y no respondieron palabra.

Porque ¿quién entendió el intento del Señor? ¿O quién fue su consejero?

Tesoro del Conocimiento Bíblico no añadido

Sagradas Escrituras (1569)

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