Tus príncipes son prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no oyen en juicio al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda.

No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras del justo.

Para completar la maldad con ambas manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; el grande, habla el antojo de su alma, y lo confirman.

No oprimáis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero, ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano.

No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos.

Muerto Joiada, vinieron los príncipes de Judá, y se postraron ante el rey; y el rey los oyó.

Y también todos los príncipes de los sacerdotes, y el pueblo, aumentaron la prevaricación, siguiendo todas las abominaciones de las naciones, y contaminando la casa de Jehová, la cual Él había santificado en Jerusalén.

El impío toma soborno del seno, para pervertir las sendas del derecho.

El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; pues oye la maldición, y no lo denuncia.

Jehová vendrá a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus príncipes; porque vosotros habéis devorado la viña, y el despojo del pobre está en vuestras casas.

¡Ay de los que decretan leyes injustas, y escriben tiranía que ellos han prescrito,

El que camina en justicia, y habla lo recto; el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos por no recibir cohecho, el que tapa su oído para no oír propuestas sanguinarias, el que cierra sus ojos para no ver cosa mala:

Me iré a los grandes, y les hablaré; porque ellos conocen el camino de Jehová, el juicio de su Dios. Pero ellos también quebraron el yugo y rompieron las coyundas.

Engordaron y se pusieron lustrosos, y sobrepasaron los hechos del malo; no juzgaron la causa, la causa del huérfano; con todo, se hicieron prósperos, y la causa de los pobres no juzgaron.

Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, y para derramar la sangre inocente, y para opresión, y para hacer agravio.

He aquí que los príncipes de Israel, cada uno según su poder, estuvieron en ti para derramar sangre.

Hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado impíamente, hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios.

Su bebida se corrompió; fornicaron pertinazmente; sus príncipes amaron lo que avergüenza.

Con su maldad alegran al rey, y a los príncipes con sus mentiras.

Toda la maldad de ellos fue en Gilgal; allí, pues, les tomé aversión; por la perversidad de sus obras los echaré de mi casa; no los amaré más; todos sus príncipes son desleales.

Y dije: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y cabezas de la casa de Israel: ¿No pertenece a vosotros saber el derecho?

Sus cabezas juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros.

Y vendré a vosotros a juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y adúlteros; y contra los que juran mentira, y los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y contra los que privan de su derecho al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los ejércitos.

y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada por todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.

diciéndoles: Escrito está: Mi casa, es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

Y aconteció que al día siguiente se reunieron en Jerusalén los príncipes de ellos, y los ancianos y los escribas;

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