Tu boca te condenará, y no yo; y tus labios testificarán contra ti.

Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;

Si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo.

De cierto tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían:

Porque Job ha dicho: Yo soy justo, y Dios me ha quitado mi derecho.

¿Piensas que es correcto esto que dijiste: Más justo soy yo que Dios?

¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?

¿Quién es el que oscurece el consejo sin conocimiento? Por tanto yo hablaba lo que no entendía; cosas muy maravillosas para mí, que yo no sabía.

Y harán caer sobre sí sus mismas lenguas; se espantarán todos los que los vieren.

Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído su blasfemia.

Tesoro del Conocimiento Bíblico no añadido

Reina Valera Gómez (© 2010)

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