3 Perezca el día en que yo fui nacido, y la noche que dijo: Varón es concebido.
4 Aquel día fuera tinieblas, y Dios no curara de él desde arriba, ni claridad resplandeciera sobre él.
5 Que tinieblas y sombra de muerte sea su redentor; reposara sobre él nublado, que lo hiciera horrible como día caluroso.
6 Aquella noche ocupara oscuridad, ni fuera contada entre los días del año, ni viniera en el número de los meses.
7 ¡Oh, si fuere aquella noche solitaria, que no viniera en ella canción!
8 Maldijéranla los que maldicen al día, los que se aparejan para levantar su llanto.
9 Las estrellas de su alba fueran oscurecidas; esperaran la luz, y no viniera, ni viera los párpados de la mañana;
10 por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, ni escondió de mis ojos la miseria.
11 ¿Por qué no morí yo desde la matriz, o fui traspasado saliendo del vientre?
12 ¿Por qué me previnieron las rodillas? ¿Y para qué los senos que mamare?
13 Pues que ahora yaciera yo, y reposara; durmiera, y entonces tuviera reposo,
14 con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí los desiertos;
15 o con los príncipes que poseen el oro, que llenan sus casas de plata.
16 O ¿por qué no fui escondido como abortivo, como los pequeñitos que nunca vieron luz?
17 Allí los impíos dejaron de molestar, y allí descansaron los de cansadas fuerzas.
18 Allí también reposaron los cautivos; no oyeron la voz del exactor.
19 Allí está el chico y el grande; allí es el siervo libre de su señor.
20 ¿Por qué dio luz al trabajado, y vida a los amargos de ánimo?
21 Que esperan la muerte, y no la hay; y la buscan más que tesoros.
22 Que se alegran sobremanera, y se gozan cuando hallan el sepulcro.
23 Al hombre que no sabe por donde vaya, y que Dios lo encerró.
24 Porque antes que mi pan, viene mi suspiro; y mis bramidos corren como aguas.
25 Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que temía.
26 Nunca tuve prosperidad, nunca me aseguré, ni nunca me reposé; y me vino turbación.