Enseñadme, y yo callaré; y hacedme entender en qué he errado.

¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.

He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así: Óyelo, y conócelo tú para tu bien.

Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué contiendes conmigo.

He aquí yo he esperado a vuestras razones, he escuchado vuestros argumentos, en tanto que buscabais palabras.

Se espantaron, no respondieron más; se les fueron los razonamientos.

Por tanto, Job, oye ahora mis razones, y escucha todas mis palabras.

Escucha, Job, y óyeme; calla, y yo hablaré.

Enséñame tú lo que yo no veo; Si hice mal, no lo haré más.

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar: Sobre ti fijaré mis ojos.

«Al Músico principal, a Jedutún: Salmo de David» Yo dije: Atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua: Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté delante de mí.

Da consejo al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber.

Como zarcillo de oro y joyel de oro fino, es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea presto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;

Porque todos ofendemos en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

Tesoro del Conocimiento Bíblico no añadido

Reina Valera Gómez (© 2010)

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