Y llegándose allá, vinieron a la casa del joven levita en casa de Micaía, y le preguntaron cómo estaba.

Entonces José les preguntó cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, está bien? ¿Vive todavía?

Y él le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem.

Y David dejó de sobre sí la carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió hacia el escuadrón; y llegado que hubo, preguntó por sus hermanos, si estaban bien.

Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y dile: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella respondió: Bien.

Y cuando entréis en una casa, saludadla.

No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.

La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

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Reina Valera Gómez (© 2010)

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