«Salmo de David, estando en el desierto de Judá» Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde agua no hay; para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida; en tu nombre alzaré mis manos. Como de meollo y de grosura será saciada mi alma; y con labios de júbilo te alabará mi boca,
cuando me acuerdo de ti en mi lecho, y medito en ti en las vigilias de la noche. Porque has sido mi socorro; y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido.
Mas los que para destrucción buscan mi alma, caerán en los sitios más bajos de la tierra. Caerán a filo de espada; serán la porción de las zorras. Pero el rey se alegrará en Dios; será alabado cualquiera que por Él jura; porque la boca de los que hablan mentira, será cerrada.

Reina Valera Gómez (© 2010)

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