19 Versículos de la Biblia sobre Renunció a la muerte

Entonces Israel dijo a José: Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro, pues aún vives.

Ahora despides, Señor, a tu siervo, Conforme a tu palabra, en paz; porque han visto mis ojos tu Salud,

y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Y estribando con esfuerzo, cayó la casa sobre los príncipes, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y fueron muchos más los que de ellos mató en su muerte, que los que había muerto en su vida.

Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. He aquí tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y hazle lo que bien te pareciere.

Y vendrás en la vejez a la sepultura, como el montón de trigo que se coge a su tiempo.

Y decía yo : En mi nido moriré, y como arena multiplicaré días.

Si hablaremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasémonos al ejército de los Siros; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.

Si yo espero, el sepulcro es mi casa; en las tinieblas hice mi cama. A la huesa tengo dicho: Mi padre eres tú; a los gusanos: Mi madre y mi hermano.

Mejor es el buen nombre que el buen ungüento; y el día de la muerte que el día del nacimiento.

Y ella respondió: Vive el SEÑOR Dios tuyo, que no tengo pan cocido; que solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y aderezarlo para mí y para mi hijo, y que lo comamos, y después nos muramos.

Y David dijo al mensajero: Dirás así a Joab: No tengas pesar de esto, que de igual y semejante manera suele consumir el cuchillo; esfuerza la batalla contra la ciudad, hasta que la derribes. Y tú aliéntale.

Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Hago bien en enojarme, hasta desear la muerte.

Porque si alguna injuria, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehuso morir; mas si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede darme a ellos. A César apelo.

Donde tú murieres, moriré yo , y allí seré sepultada; así me haga el SEÑOR, y así me dé, que sólo la muerte hará separación entre mí y ti.

Le dice Pedro: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

Le dice Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti.

Dijo entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Y decía yo en mi premura: cortado soy de delante de tus ojos; mas tú ciertamente oíste la voz de mis ruegos, cuando a ti clamaba.