'Una' en la Biblia
He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros.
Y he aquí una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo sea cumplido.
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos.
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí hay una viga en tu propio ojo?
¿Y qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente?
Y viendo Jesús a una gran multitud alrededor de sí, mandó que pasasen al otro lado.
Y cuando Él hubo entrado en una barca, sus discípulos le siguieron.
Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; mas Él dormía.
Y entrando Él en una barca, pasó al otro lado, y vino a su ciudad.
Y he aquí, le trajeron a un paralítico echado en una cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, ten ánimo, tus pecados te son perdonados.
Y he aquí una mujer que estaba enferma de flujo de sangre por ya doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto.
Y cuando entréis en una casa, saludadla.
Y yéndose ellos, comenzó Jesús a decir a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
Y he aquí había un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron para poder acusarle, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
Y Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un pozo en sábado, no le eche mano, y la levante?
Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que es lícito hacer el bien en sábado.
Y grandes multitudes se juntaron a Él, y entrando Él en una barca, se sentó, y toda la multitud estaba a la ribera.
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.
el cual, hallando una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que fue echada en el mar, y atrapó de toda clase;
Y oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto, apartado; y cuando el pueblo lo oyó, le siguió a pie de las ciudades.
Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
Y luego Jesús hizo a sus discípulos entrar en una barca e ir delante de Él al otro lado, mientras Él despedía a las multitudes.
Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
Entonces, despedida la multitud, entró en una barca, y vino a las costas de Magdala.
Mientras Él aún hablaba, una nube resplandeciente los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento; a Él oíd.
Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí; mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le sumergiese en lo profundo del mar.
¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado?
Y dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne.
Así que no son ya más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
Y otra vez os digo: Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
diciendo: Estos postreros han trabajado sólo una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
Y saliendo ellos de Jericó, le seguía una gran multitud.
diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
Decid a la hija de Sión: He aquí tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y un pollino hijo de animal de yugo.
Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca más nazca fruto de ti, por siempre. Y al instante se secó la higuera.
Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa, la cual si me respondiereis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y se fue lejos.
Por tanto os digo: El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él.
Y cuando los fariseos oyeron que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
vino a Él una mujer, trayendo un frasco de alabastro de ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de Él, estando Él sentado a la mesa.
Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que, no habéis podido velar conmigo una hora?
Y cuando Él aún hablaba, vino Judas, uno de los doce, y una gran multitud con él, con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo.
Y Él no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
Y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza; y una caña en su mano derecha, e hincada la rodilla delante de Él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.
Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sabana limpia,
y lo puso en su sepulcro nuevo, que él había labrado en la roca; y rodó una gran piedra a la puerta del sepulcro, y se fue.
Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia, id y aseguradlo como sabéis.