2 Samuel 22:29

Porque tú eres mi lámpara, oh Jehová: Jehová da luz á mis tinieblas.

Salmos 27:1

Salmo de David. JEHOVA es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme?

Job 29:3

Cuando hacía resplandecer su candela sobre mi cabeza, A la luz de la cual yo caminaba en la oscuridad;

2 Samuel 21:17

Mas Abisai hijo de Sarvia le socorrió, é hirió al Filisteo, y matólo. Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí adelante saldrás con nosotros á batalla, porque no apagues la lámpara de Israel.

Salmos 4:6

Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro.

Salmos 18:28

Tú pues alumbrarás mi lámpara: Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.

Salmos 84:11

Porque sol y escudo es Jehová Dios: Gracia y gloria dará Jehová: No quitará el bien á los que en integridad andan.

Salmos 97:11

Luz está sembrada para el justo, Y alegría para los rectos de corazón.

Salmos 112:4

Resplandeció en las tinieblas luz á los rectos: Es clemente, y misericordioso, y justo.

Isaías 50:10

¿Quién hay entre vosotros que teme á Jehová, y oye la voz de su siervo? el que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.

Isaías 60:19-20

El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria.

Miqueas 7:9

La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi juicio él me sacará á luz; veré su justicia.

Malaquías 4:2

Mas á vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salud: y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Juan 8:12

Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.

Juan 12:46

Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.

Apocalipsis 21:23

Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera.

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