Deuteronomio 10:21

El es tu alabanza, y él es tu Dios, que ha hecho contigo estas grandes y terribles cosas que tus ojos han visto.

Jeremías 17:14

Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo: porque tú eres mi alabanza.

Salmos 106:21-22

Olvidaron al Dios de su salud, Que había hecho grandezas en Egipto;

Éxodo 15:2

Jehová es mi fortaleza, y mi canción, Y hame sido por salud: Este es mi Dios, y á éste engrandeceré; Dios de mi padre, y á éste ensalzaré.

2 Samuel 7:23

¿Y quién como tu pueblo, como Israel, en la tierra? una gente por amor de la cual Dios fuese á redimírsela por pueblo, y le pusiese nombre, é hiciese por vosotros, oh Israel, grandes y espantosas obras en tu tierra, por amor de tu pueblo, oh Dios, que tú

Salmos 22:3

Tú empero eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.

Deuteronomio 4:32-35

Porque pregunta ahora de los tiempos pasados, que han sido antes de ti, desde el día que crió Dios al hombre sobre la tierra, y desde el un cabo del cielo al otro, si se ha hecho cosa semejante á esta gran cosa, ó se haya oído otra como ella.

1 Samuel 12:24

Solamente temed á Jehová, y servidle de verdad con todo vuestro corazón, porque considerad cuán grandes cosas ha hecho con vosotros.

Salmos 109:1

Al Músico principal: Salmo de David. OH Dios de mi alabanza, no calles;

Isaías 12:2-6

He aquí Dios es salud mía; aseguraréme, y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, el cual ha sido salud para mí.

Isaías 60:19

El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria.

Isaías 64:3

Cuando, haciendo terriblezas cuales nunca esperábamos, descendiste, fluyeron los montes delante de ti.

Jeremías 32:20-21

Que pusiste señales y portentos en tierra de Egipto hasta este día, y en Israel, y entre los hombres; y te has hecho nombre cual es este día;

Lucas 2:32

Luz para ser revelada á los Gentiles, Y la gloria de tu pueblo Israel.

Apocalipsis 21:23

Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera.

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