Cuando los oídos que me oían, me llamaban bienaventurado, y los ojos que me veían, me daban testimonio:

si no me bendijeron sus lomos, y del vellón de mis ovejas se calentaron;

Cuando los justos están en autoridad, el pueblo se alegra; mas cuando gobierna el impío, el pueblo gime.

Y todos daban testimonio de Él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es Éste el hijo de José?

Y aconteció que diciendo estas cosas, una mujer de entre la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.

Tesoro del Conocimiento Bíblico no añadido

Reina Valera Gómez (© 2010)

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