1 Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos atesorares dentro de ti, 2 de manera que inclines tu oído a la sabiduría, y apliques tu corazón a la prudencia; 3 Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia alzares tu voz; 4 Si como a la plata la buscares, y la procurares como a tesoros escondidos; 5 Entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. 6 Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia. 7 Él reserva la sana sabiduría para los rectos; es escudo a los que caminan rectamente. 8 Él guarda las veredas del juicio, y preserva el camino de sus santos. 9 Entonces entenderás justicia, juicio, y equidad, y todo buen camino. 10 Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y el conocimiento fuere dulce a tu alma, 11 la discreción te guardará, te preservará la inteligencia, 12 para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades; 13 que dejan las sendas derechas, por andar en caminos tenebrosos; 14 que se alegran haciendo el mal, que se deleitan en las perversidades del vicio; 15 cuyas veredas son torcidas, y torcidos sus caminos. 16 Para librarte de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras; 17 que abandona al compañero de su juventud, y se olvida del pacto de su Dios. 18 Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, y sus veredas hacia los muertos. 19 Todos los que a ella entraren, no volverán, ni tomarán los senderos de la vida. 20 Para que andes por el camino de los buenos, y guardes las sendas de los justos. 21 Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella; 22 mas los impíos serán cortados de la tierra, y los prevaricadores serán desarraigados de ella.

Reina Valera Gómez (© 2010)