'No' en la Biblia
Y dijo Dios a Salomón: Por cuanto esto fue en tu corazón, que no pediste riquezas, ni posesiones, ni gloria, ni la vida de tus enemigos, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y entendimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey,
Pero ¿Quién podrá edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa, aunque sea sólo para quemar incienso delante de Él?
Y Salomón hizo todos estos utensilios en número tan grande, que no pudo saberse el peso del bronce.
Y el rey Salomón, y toda la congregación de Israel que se había a él reunido delante del arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por la multitud no se pudieron contar ni numerar.
E hicieron salir fuera las barras, de modo que se viesen las cabezas de las barras del arca delante del santuario interior, pero no se veían desde fuera; y allí han quedado hasta hoy.
En el arca no había sino las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había hecho pacto con los hijos de Israel, después que salieron de Egipto.
Y aconteció que cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaron habían sido santificados, y no guardaban sus turnos);
Y no podían los sacerdotes continuar ministrando, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.
Pero tú no edificarás la casa, sino tu hijo que saldrá de tus lomos, él edificará casa a mi nombre.
Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti ni en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos que caminan delante de ti con todo su corazón;
Ahora pues, oh Jehová Dios de Israel, cumple a tu siervo David mi padre lo que le has prometido, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel, a condición que tus hijos guarden su camino, andando en mi ley, como tú delante de mí has andado.
Mas ¿es verdad que Dios ha de habitar con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado?
Si los cielos se cerraren, y no hubiere lluvia, por haber ellos pecado contra ti, si oraren a ti en este lugar, y confesaren tu nombre, y se convirtieren de sus pecados, cuando los afligieres,
Y también al extranjero que no fuere de tu pueblo Israel, que hubiere venido de lejanas tierras a causa de tu grande nombre, y de tu mano fuerte, y de tu brazo extendido, si vinieren, y oraren en esta casa,
Si pecaren contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojares contra ellos, y los entregares delante de sus enemigos, y éstos los llevaren cautivos a tierra lejana o cercana;
Jehová Dios, no voltees tu rostro de tu ungido; acuérdate de las misericordias para con David tu siervo.
Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.
También santificó Salomón el medio del atrio que estaba delante de la casa de Jehová, por cuanto había ofrecido allí los holocaustos, y la grosura de las ofrendas de paz; porque en el altar de bronce que Salomón había hecho, no podían caber los holocaustos, las ofrendas y las grosuras.
Si yo cerrare los cielos, para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo;
yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel.
Y a todo el pueblo que había quedado de los heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos, que no eran de Israel,
los hijos de los que habían quedado en la tierra después de ellos, a los cuales los hijos de Israel no destruyeron del todo, hizo Salomón tributarios hasta hoy.
Y de los hijos de Israel no puso Salomón siervos en su obra; porque eran hombres de guerra, y sus príncipes y sus capitanes, y comandantes de sus carros, y su gente de a caballo.
Y pasó Salomón a la hija de Faraón, de la ciudad de David a la casa que él había edificado para ella; porque dijo: Mi esposa no morará en la casa de David rey de Israel, porque aquellas habitaciones donde ha entrado el arca de Jehová, son santas.
Y no se apartaron del mandamiento del rey dado a los sacerdotes y a los levitas, en ningún asunto, ni en cuanto a los tesoros:
Pero Salomón le respondió a todas sus preguntas; nada hubo tan difícil que Salomón no le pudiese responder.
Mas yo no creía las palabras de ellos, hasta que he venido, y mis ojos han visto; y he aquí que ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú sobrepasas la fama que yo había oído.
Toda la vajilla del rey Salomón era de oro, y toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano, de oro puro. En los días de Salomón la plata no era de estima.
Lo demás de los hechos de Salomón, primeros y postreros, ¿no está todo escrito en los libros de Natán profeta, y en la profecía de Ahías silonita, y en las profecías del vidente Iddo contra Jeroboam hijo de Nabat?
Y no escuchó el rey al pueblo; porque la causa era de Dios, para cumplir Jehová su palabra que había hablado, por Ahías silonita, a Jeroboam hijo de Nabat.
Y viendo todo Israel que el rey no les había oído, respondió el pueblo al rey, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Isaí. ¡Israel, cada uno a sus tiendas! ¡David, mira ahora por tu casa! Así se fue todo Israel a sus tiendas.
Así dice Jehová: No subáis ni peleéis contra vuestros hermanos; vuélvase cada uno a su casa, porque yo he hecho esto. Y ellos oyeron la palabra de Jehová, y se volvieron, y no fueron contra Jeroboam.
con mil doscientos carros, y con sesenta mil hombres de a caballo; mas el pueblo que venía con él de Egipto, no tenía número; es decir, los libios, los suquienos y los etíopes.
Y como vio Jehová que se habían humillado, vino palabra de Jehová a Semaías, diciendo: Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac.
Y como él se humilló, la ira de Jehová se apartó de él, para no destruirlo del todo; y también en Judá las cosas fueron bien.
E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová.
Y los hechos de Roboam, primeros y postreros, ¿no están escritos en los libros del profeta Semaías y del vidente Iddo, según las genealogías? Y entre Roboam y Jeroboam hubo perpetua guerra.
¿No sabéis vosotros, que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos mediante pacto de sal?
Y se unieron a él unos hombres vanos, hijos de Belial, y pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque Roboam era joven y tierno de corazón, y no pudo defenderse de ellos.
¿No echasteis vosotros a los sacerdotes de Jehová, a los hijos de Aarón, y a los levitas, y os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de otras tierras, para que cualquiera venga a consagrarse con un becerro y siete carneros, y así sea sacerdote de los que no son dioses?
Mas en cuanto a nosotros, Jehová es nuestro Dios, y no le hemos dejado; y los sacerdotes que ministran a Jehová son los hijos de Aarón, y los levitas en la obra;
Y he aquí Dios está con nosotros por cabeza, y sus sacerdotes con las trompetas del júbilo para que suenen contra vosotros. Oh hijos de Israel, no peleéis contra Jehová el Dios de vuestros padres, porque no os irá bien.
Y edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra, y no había guerra contra él en aquellos años; porque Jehová le había dado reposo.
Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: Jehová, no es gran cosa para ti ayudar al poderoso así como al que no tiene fuerza. Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre.
Y Asa, y el pueblo que con él estaba, lo siguió hasta Gerar; y cayeron los etíopes hasta no quedar en ellos aliento; porque fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército. Y les tomaron muy grande botín.
En aquellos tiempos no hubo paz, ni para el que entraba, ni para el que salía, sino muchas aflicciones sobre todos los habitantes de las tierras.
Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que recompensa hay para vuestra obra.
y que cualquiera que no buscase a Jehová el Dios de Israel, muriese, grande o pequeño, hombre o mujer.
Mas con todo eso los lugares altos no eran quitados de Israel, aunque el corazón de Asa fue perfecto en todos sus días.
Y no hubo más guerra hasta los treinta y cinco años del reinado de Asa.
En el año treinta y seis del reinado de Asa, subió Baasa rey de Israel contra Judá, y edificó a Ramá, para no dejar salir ni entrar a ninguno al rey Asa, rey de Judá.
En aquel tiempo vino Hanani vidente a Asa rey de Judá, y le dijo: Por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria ha escapado de tus manos.
Los etíopes y los libios, ¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha gente de a caballo? con todo, porque te apoyaste en Jehová, Él los entregó en tus manos.
Y en el año treinta y nueve de su reinado Asa enfermó de sus pies, y aun en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos.
Y Jehová fue con Josafat, porque anduvo en los primeros caminos de David su padre, y no buscó a los Baales;
sino que buscó al Dios de su padre, y anduvo en sus mandamientos, y no según las obras de Israel.
Y cayó el pavor de Jehová sobre todos los reinos de las tierras que estaban alrededor de Judá; que no osaron hacer guerra contra Josafat.
Y el rey de Israel respondió a Josafat: Aún hay aquí un hombre por el cual podemos preguntar a Jehová; mas yo le aborrezco, porque nunca me profetiza cosa buena, sino siempre mal. Éste es Micaías, hijo de Imla. Y respondió Josafat: No hable así el rey.
Y el rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces te conjuraré por el nombre de Jehová que no me hables sino la verdad?
Entonces él dijo: He visto a todo Israel derramado por los montes como ovejas sin pastor; y dijo Jehová: Éstos no tienen señor; vuélvase cada uno en paz a su casa.
Y el rey de Israel dijo a Josafat: ¿No te había yo dicho que no me profetizaría bien, sino mal?
Y Micaías dijo: Si tú volvieres en paz, Jehová no ha hablado por mí. Dijo además: Oídlo, pueblos todos.
Había el rey de Siria mandado a los capitanes de los carros que tenía consigo, diciendo: No peleéis conra chico ni contra grande, sino sólo contra el rey de Israel.
Pues viendo los capitanes de los carros que no era el rey de Israel, desistieron de acosarle.
Y dijo a los jueces: Mirad lo que hacéis; porque no juzgáis en lugar de hombre, sino en lugar de Jehová, el cual está con vosotros cuando juzgáis.
Sea, pues, con vosotros el temor de Jehová; guardad y haced; porque en Jehová nuestro Dios no hay iniquidad, ni acepción de personas, ni recibir cohecho.
En cualquier causa que viniere a vosotros de vuestros hermanos que habitan en las ciudades, entre sangre y sangre, entre ley y precepto, estatutos y derechos, habéis de amonestarles que no pequen contra Jehová, porque no venga ira sobre vosotros y sobre vuestros hermanos. Haciendo así no pecaréis.
y dijo: Oh Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y señoreas sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?
¿No eres tú nuestro Dios, que echaste a los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la simiente de Abraham tu amigo para siempre?
Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de Seir, a quienes no permitiste que Israel invadiese cuando venía de la tierra de Egipto, por lo cual se apartaron de ellos, y no los destruyeron;
¡Oh Dios nuestro! ¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer, mas a ti volvemos nuestros ojos.
y dijo: Oíd, todo Judá, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta tan grande multitud; porque la batalla no es vuestra, sino de Dios.
No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estaos quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová será con vosotros.
Viniendo entonces Josafat y su pueblo a despojarlos, hallaron en ellos muchas riquezas entre los cadáveres, así vestiduras como joyas preciosos, las cuales tomaron para sí, tantas, que no las podían llevar; tres días duró el despojo, porque era mucho.
Con todo eso los lugares altos no eran quitados; pues el pueblo aún no había enderezado su corazón al Dios de sus padres.
Entonces Eliezer hijo de Dodava de Maresa, profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y los navíos se rompieron, y no pudieron ir a Tarsis.
Mas Jehová no quiso destruir la casa de David, a causa del pacto que había hecho con David, y porque le había dicho que le daría lámpara a él y a sus hijos perpetuamente.
Así que los edomitas se rebelaron contra la mano de Judá hasta hoy. También se rebeló en el mismo tiempo Libna para no estar bajo su mano; por cuanto él había dejado a Jehová el Dios de sus padres.
Y le vino una carta del profeta Elías que decía: Jehová el Dios de David tu padre ha dicho así: Por cuanto no has andado en los caminos de Josafat tu padre, ni en los caminos de Asa, rey de Judá,
y subieron contra Judá, e invadieron la tierra, y tomaron toda la hacienda que hallaron en la casa del rey, y a sus hijos, y a sus esposas; que no le quedó hijo, sino Joacaz el menor de sus hijos.
Y aconteció que, en el transcurrir de los días, al cabo de dos años, las entrañas se le salieron con la enfermedad, muriendo así de enfermedad muy penosa. Y no le hizo quema su pueblo, como lo habían hecho a sus padres.
Cuando comenzó a reinar era de treinta y dos años, y reinó en Jerusalén ocho años; y se fue sin ser deseado. Y lo sepultaron en la ciudad de David, mas no en los sepulcros de los reyes.
Y buscando a Ocozías, el cual se había escondido en Samaria, lo tomaron, y lo trajeron a Jehú, y le mataron; y le dieron sepultura, porque dijeron: Es hijo de Josafat, el cual buscó a Jehová de todo su corazón. Y la casa de Ocozías no tenía fuerzas para poder retener el reino.
Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás hijo de Ocozías, y lo arrebató de entre los hijos del rey, a los cuales mataban, y le guardó a él y a su ama en una recámara. Así lo escondió Josabet, hija del rey Joram, esposa de Joiada el sacerdote (porque ella era hermana de Ocozías), de delante de Atalía, y no lo mataron.
Y los levitas y todo Judá lo hicieron todo como lo había mandado el sacerdote Joiada; y tomó cada uno a los suyos, los que entraban el sábado, y los que salían el sábado; porque el sacerdote Joiada no dio licencia a las compañías.
Entonces el sacerdote Joiada sacó a los centuriones que estaban al mando del ejército, y les dijo: Sacadla fuera del recinto; y el que la siguiere, muera a filo de espada. Porque el sacerdote había mandado que no la matasen en la casa de Jehová.
Y juntó a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: Salid por las ciudades de Judá, y juntad dinero de todo Israel, para que cada año sea reparada la casa de vuestro Dios; y vosotros poned diligencia en el asunto. Pero los levitas no pusieron diligencia.
Por lo cual el rey llamó a Joiada el principal, y le dijo: ¿Por qué no has procurado que los levitas traigan de Judá y de Jerusalén al tabernáculo de la congregación, la ofrenda que impuso Moisés siervo de Jehová, y de la congregación de Israel?
Y les envió profetas para que los volviesen a Jehová, los cuales les amonestaron; mas ellos no los escucharon.
Y el Espíritu de Dios envistió a Zacarías, hijo de Joiada el sacerdote, y puesto en pie, donde estaba más alto que el pueblo, les dijo: Así dice Dios: ¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehová? No os vendrá bien por ello; porque por haber abandonado a Jehová, Él también os abandonará.
Así el rey Joás no se acordó de la misericordia que su padre Joiada había hecho con él, antes mató su hijo; el cual dijo al morir: Jehová lo vea, y lo demande.
Y yéndose de él los sirios, lo dejaron en muchas enfermedades; y conspiraron contra él sus siervos a causa de la sangre de los hijos de Joiada el sacerdote, y le hirieron en su cama, y murió. Y le sepultaron en la ciudad de David, mas no lo sepultaron en los sepulcros de los reyes.
Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová aunque no de perfecto corazón.
Mas no mató a los hijos de ellos, según lo que está escrito en la ley en el libro de Moisés, donde Jehová mandó, diciendo: No morirán los padres por los hijos, ni los hijos por los padres; mas cada uno morirá por su pecado.
Pero un varón de Dios vino a él y le dijo: Rey, no vaya contigo el ejército de Israel; porque Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín.
Mas los del escuadrón que Amasías había despedido, para que no fuesen con él a la guerra, acometieron las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Bet-horón, e hirieron de ellos tres mil, y tomaron un grande despojo.
Por lo cual se encendió el furor de Jehová contra Amasías, y envió a él un profeta, que le dijo: ¿Por qué has buscado los dioses de la gente, que no libraron a su pueblo de tus manos?
Y hablándole el profeta estas cosas, él le respondió: ¿Te han puesto a ti por consejero del rey? Déjate de eso: ¿Por qué quieres que te maten? Y cuando terminó de hablar, el profeta dijo luego: Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has hecho esto, y no obedeciste a mi consejo.
Pero Amasías no quiso oír; porque esto venía de Dios, que los quería entregar en manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado los dioses de Edom.
Lo demás de los hechos de Amasías, primeros y postreros, ¿no está escrito en el libro de los reyes de Judá y de Israel?