'Aquí' en la Biblia
Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.
He aquí vienen días, en que cortaré tu brazo, y el brazo de la casa de tu padre, que no haya viejo en tu casa.
Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí.
Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió, y se acostó.
Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve, y acuéstate.
Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él levantándose vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven.
Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos.
Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí.
Y cuando llegó, he aquí Elí que estaba sentado en una silla vigilando junto al camino; porque su corazón estaba temblando por causa del arca de Dios. Llegado, pues, aquel hombre a la ciudad, y dadas las nuevas, toda la ciudad gritó.
Y cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, y he aquí Dagón estaba postrado en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón, y lo volvieron a su lugar.
Y tornándose a levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón, y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.
Tomó luego Samuel una piedra, y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Ebenezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová.
y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no van por tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
Y él le respondió: He aquí ahora hay en esta ciudad un hombre de Dios, que es varón insigne; todo lo que él dice, sucede sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos enseñará nuestro camino por donde hayamos de ir.
Entonces el criado volvió a responder a Saúl, diciendo: He aquí se halla en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; esto daré al varón de Dios, para que nos declare nuestro camino.
Y ellas respondiéndoles, dijeron: Sí; helo aquí delante de ti; date prisa, porque hoy ha venido a la ciudad en atención a que el pueblo tiene hoy sacrificio en el lugar alto.
Ellos entonces subieron a la ciudad; y cuando en medio de la ciudad estuvieron, he aquí Samuel que delante de ellos salía para subir al lugar alto.
Y luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: He aquí éste es el varón del cual te hablé; éste señoreará a mi pueblo.
Entonces alzó el cocinero una espaldilla, con lo que estaba sobre ella, y la puso delante de Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de ti, y come; porque para esta ocasión se guardó para ti, cuando dije: Yo he convidado al pueblo. Y Saúl comió aquel día con Samuel.
Hoy, después que te hayas apartado de mí, hallarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en el término de Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Las asnas que habías ido a buscar, se han hallado; y he aquí que tu padre ha dejado ya el asunto de las asnas, y está angustiado por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo?
Y cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él, y el Espíritu de Dios vino sobre él, y profetizó entre ellos.
Preguntaron, pues, otra vez a Jehová, si había aún de venir allí aquel varón. Y respondió Jehová: He aquí que él está escondido entre el bagaje.
Y he aquí Saúl que venía del campo, tras los bueyes; y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo, que lloran? Y le contaron las palabras de los hombres de Jabes.
Y dijo Samuel a todo Israel: He aquí, yo he oído vuestra voz en todas las cosas que me habéis dicho, y os he puesto rey.
Ahora, pues, he aquí vuestro rey va delante de vosotros. Yo soy ya viejo y cano; pero mis hijos están con vosotros, y yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta este día.
Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, o si he tomado el asno de alguno, o si he calumniado a alguien, o si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho por el cual haya cerrado mis ojos: y yo os restituiré.
Ahora, pues, he aquí el rey que habéis elegido, el cual pedisteis; ya veis que Jehová ha puesto rey sobre vosotros.
Y aconteció que tan pronto como acabó de hacer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a su encuentro, para saludarle.
Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, he aquí yo estoy contigo a tu voluntad.
Y Jonatán dijo: He aquí, nosotros pasaremos a esos hombres, y nos mostraremos a ellos.
Se mostraron, pues, ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos, que salen de las cavernas en que se habían escondido.
Y juntando Saúl todo el pueblo que con él estaba, vinieron hasta el lugar de la batalla: y he aquí que la espada de cada uno era vuelta contra su compañero, y la mortandad era grande.
Entró, pues, el pueblo en el bosque, y he aquí que la miel corría; pero no hubo quien llegase la mano a su boca; porque el pueblo temía el juramento.
Además dijo Saúl: Esparcíos por el pueblo, y decidles que me traigan cada uno su buey, y cada cual su oveja, y degolladlos aquí, y comed; y no pecaréis contra Jehová comiendo con sangre. Y trajo todo el pueblo cada cual su buey aquella noche, y los degollaron allí.
Y dijo Saúl: Descendamos de noche contra los filisteos, y los saquearemos hasta la mañana, y no dejaremos de ellos ninguno. Y ellos dijeron: Haz lo que bien te pareciere. Dijo luego el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios.
Entonces Saúl dijo a Jonatán: Declárame qué has hecho. Y Jonatán se lo declaró, y dijo: Cierto que gusté con la punta de la vara que traía en mi mano, un poco de miel; ¿y he aquí he de morir?
Madrugó luego Samuel para ir a encontrar a Saúl por la mañana; y fue dado aviso a Samuel, diciendo: Saúl ha venido al Carmelo, y he aquí se ha levantado un monumento, y dando la vuelta, pasó y descendió a Gilgal.
Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Están aquí todos tus hijos? Y él respondió: Aún queda el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.
Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, que el espíritu malo de parte de Dios te atormenta.
Entonces uno de los criados respondió, diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén que sabe tocar; es valiente y vigoroso, hombre de guerra, prudente en sus palabras, hermoso, y Jehová está con él.
Y mientras él hablaba con ellos, he aquí aquel adalid que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de los escuadrones de los filisteos, y habló las mismas palabras; y David las oyó.
Y dijo Saúl a David: He aquí yo te daré a Merab mi hija mayor por esposa; solamente que me seas hombre valiente, y hagas las guerras de Jehová. Mas Saúl decía: No será mi mano contra él, mas la mano de los filisteos será contra él.
Y mandó Saúl a sus criados: Hablad en secreto a David, diciéndole: He aquí, el rey te ama, y todos sus criados te quieren bien; sé, pues, yerno del rey.
Y cuando los mensajeros entraron, he aquí la estatua estaba en la cama, con la almohada de pelo de cabra por cabecera.
Y fue dado aviso a Saúl, diciendo: He aquí que David está en Naiot en Ramá.
Entonces él mismo vino a Ramá; y llegando al pozo grande que está en Soco, preguntó diciendo: ¿Dónde están Samuel y David? Y uno respondió: He aquí están en Naiot en Ramá.
Y él también se despojó de sus vestiduras, y profetizó igualmente delante de Samuel, y se acostó desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre los profetas?
Y él le dijo: En ninguna manera; no morirás. He aquí que mi padre ninguna cosa hará, grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué me ha de encubrir mi padre este asunto? No será así.
Y David respondió a Jonatán: He aquí que mañana será nueva luna, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; mas tú dejarás que me esconda en el campo hasta la tarde del tercer día.
Y David dijo a Ahimelec: ¿No tienes aquí a mano lanza o espada? Porque no tomé en mi mano mi espada ni mis armas, por cuanto el mandamiento del rey era apremiante.
Y el sacerdote respondió: La espada de Goliat el filisteo, que tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un velo detrás del efod; si tú quieres tomarla, tómala; porque aquí no hay otra sino esa. Y dijo David: ¡Ninguna como ella! ¡Dámela!
Y dijo Aquís a sus siervos: He aquí estáis viendo un hombre demente; ¿por qué lo habéis traído a mí?
Y Saúl le dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío.
Y dieron aviso a David, diciendo: He aquí que los filisteos combaten a Keila, y roban las eras.
Mas los que estaban con David le dijeron: He aquí que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?
Y sucedió que cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso diciendo: He aquí que David está en el desierto de Engadi.
Entonces los de David le dijeron: He aquí el día que te ha dicho Jehová: He aquí que entregó tu enemigo en tus manos, y harás con él como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl.
He aquí han visto hoy tus ojos como Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y dijeron que te matase, mas te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová.
Y uno de los criados dio aviso a Abigail, esposa de Nabal, diciendo: He aquí David envió mensajeros desde el desierto que saludasen a nuestro amo, y él los ha zaherido.
Y sentándose sobre un asno descendió por una parte secreta del monte, y he aquí David y sus hombres que venían frente a ella, y ella fue a encontrarles.
Así haga Dios, y así añada a los enemigos de David, que de aquí al amanecer no he de dejar ni a un meante a la pared, de todos los que le pertenecen.
Porque, vive Jehová Dios de Israel que me ha detenido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí al amanecer no le habría quedado a Nabal meante a la pared.
Y Abigail regresó a Nabal, y he aquí que él tenía banquete en su casa como banquete de rey; y el corazón de Nabal estaba alegre en él, y estaba muy borracho; por lo que ella no le declaró poco ni mucho, hasta que vino el día siguiente.
Y ella se levantó, e inclinó su rostro a tierra, diciendo: He aquí tu sierva, para que sea sierva que lave los pies de los siervos de mi señor.
David, pues, y Abisai vinieron de noche al pueblo; y he aquí Saúl que estaba tendido durmiendo en la trinchera, y su lanza clavada en tierra a su cabecera; y Abner y el pueblo estaban tendidos alrededor de él.
Entonces dijo Saúl: He pecado: vuélvete, hijo mío David, que ningún mal te haré más, pues que mi vida ha sido estimada hoy en tus ojos. He aquí, yo he hecho neciamente, y he errado en gran manera.
Y David respondió, y dijo: He aquí la lanza del rey; pase acá uno de los criados, y tómela.
Y he aquí, como tu vida ha sido estimada hoy en mis ojos, así sea mi vida estimada en los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.
Y Aquís le dio aquel día a Siclag. De aquí fue Siclag de los reyes de Judá hasta hoy.
Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer pitonisa, para que yo vaya a ella, y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de pitonisa.
Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha quitado de la tierra a los que tienen espíritu de pitonisa y a los adivinos: ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir?
Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndole en grande manera turbado, le dijo: He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he puesto mi vida en mi mano, y he oído las palabras que tú me has dicho.
Y dijeron los príncipes de los filisteos: ¿Qué hacen aquí estos hebreos? Y Aquís respondió a los príncipes de los filisteos: ¿No es éste David, el siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo algunos días o algunos años, y no he hallado falta en él desde el día que se pasó a mí hasta hoy?
Vino, pues, David con sus hombres a la ciudad, y he aquí que estaba quemada a fuego, y sus esposas y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos.
Lo llevó, pues, y he aquí que estaban desparramados sobre la faz de toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y danzando, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá.
Y cuando David llegó a Siclag, envió el despojo a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: He aquí un presente para vosotros, del despojo de los enemigos de Jehová.