'Decían' en la Biblia
Y OIA él las palabras de los hijos de Labán que decían: Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre; y de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta grandeza.
Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, que vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le oímos: por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.
Y aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron metidos en casa de José, y decían: Por el dinero que fué vuelto en nuestros costales la primera vez nos han metido aquí, para revolver contra nosotros, y dar sobre nosotros, y tomarnos por siervos á nosotro
Y los Egipcios apremiaban al pueblo, dándose priesa á echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos.
Y decían el uno al otro: Hagamos un capitán, y volvámonos á Egipto.
Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague también la tierra.
Y hablaron por él los hermanos de su madre á oídos de todos los de Sichêm todas estas palabras: y el corazón de ellos se inclinó en favor de Abimelech, porque decían: Nuestro hermano es.
Entonces le decían: Ahora pues, di, Shiboleth. Y él decía, Siboleth; porque no podía pronunciar de aquella suerte. Entonces le echaban mano, y le degollaban junto á los vados del Jordán. Y murieron entonces de los de Ephraim cuarenta y dos mil.
Y los hijos de Benjamín decían: Vencidos son delante de nosotros, como antes. Mas los hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos.
Luego, pues, que los de Israel se volvieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron á derribar heridos de Israel unos treinta hombres, y ya decían: Ciertamente ellos han caído delante de nosotros, como en la primera batalla.
Anduvieron pues ellas dos hasta que llegaron á Beth-lehem: y aconteció que entrando en Beth-lehem, toda la ciudad se conmovió por razón de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemi?
Y las mujeres decían á Noemi: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será nombrado en Israel.
Y los Filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campo. Y dijeron: Ay de nosotros! pues antes de ahora no fué así.
El pueblo entonces dijo á Samuel: ¿Quiénes son lo que decían: Reinará Saúl sobre nosotros? Dad nos esos hombres, y los mataremos.
Y cantaban las mujeres que danzaba, y decían: Saúl hirió sus miles, Y David sus diez miles.
Tomó también David todas las ovejas y ganados mayores; y trayéndolo todo delante, decían: Esta es la presa de David.
Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned á Naboth á la cabecera del pueblo;
Tomó también letras para el rey de Israel, que decían así: Luego en llegando á ti estas letras, sabe por ellas que yo envío á ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.
Y viniéronle letras del profeta Elías, que decían: Jehová, el Dios de David tu padre, ha dicho así: Por cuanto no has andado en los caminos de Josaphat tu padre, ni en los caminos de Asa, rey de Judá,
Fueron pues correos con letras de mano del rey y de sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, y decían: Hijos de Israel, volveos á Jehová el Dios de Abraham, de Isaac, y de Israel, y él se volverá á las reliquias que os han queda
Y cantaban, alabando y confesando á Jehová, y decían: Porque es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con grande júbilo, alabando á Jehová, porque á la casa de Jehová se echaba el cimiento.
Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, y nuestras viñas, y nuestras casas, para comprar grano en el hambre.
Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas.
Que decían á Dios: Apártate de nosotros. ¿Y qué les había hecho el Omnipotente?
Cuando mis domésticos decían: Quién nos diese de su carne! nunca nos hartaríamos.
De cierto tú dijiste á oídos míos, Y yo oí la voz de tus palabras que decían:
Cántico gradual: de David. YO me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos.
Acuérdate, oh Jehová, de los hijos de Edom En el día de Jerusalem; Quienes decían: Arrasadla, arrasadla Hasta los cimientos.
Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, y denunciaremos. Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza.
Cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y morad en la tierra que os dió Jehová, á vosotros y á vuestros padres para siempre;
Todos los que los hallaban, los comían; y decían sus enemigos: No pecaremos, porque ellos pecaron á Jehová morada de justicia, á Jehová, esperanza de sus padres.
Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres.
Todos los que pasaban por el camino, batieron las manos sobre ti; Silbaron, y movieron sus cabezas sobre la hija de Jerusalem, diciendo: ¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?
Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema.
Mas los Fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.
Y todas las gentes estaban atónitas, y decían: ¿Será éste aquel Hijo de David?
Mas los Fariseos, oyéndolo, decían: Este no echa fuera los demonios, sino por Beelzebub, príncipe de los demonios.
Y venido á su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?
Y las gentes decían: Este es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.
Y viendo esto los discípulos, maravillados decían: ¿Cómo se secó luego la higuera?
Y decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto en el pueblo.
Y los que pasaban, le decían injurias, meneando sus cabezas,
De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciendo con los escribas y los Fariseos y los ancianos, decían:
Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama éste.
Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías á librarle.
Decían: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?
Y como lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque decían: Está fuera de sí.
Y los escribas que habían venido de Jerusalem, decían que tenía á Beelzebub, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
Porque decían: Tiene espíritu inmundo.
Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y la mar le obedecen?
Otros decían: Elías es. Y otros decían: Profeta es, ó alguno de los profetas.
Entonces el espíritu clamando y desgarrándole mucho, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
Y decían: No en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto del pueblo.
Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.
Porque muchos decían falso testimonio contra él; mas sus testimonios no concertaban.
Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos á otros, con los escribas: A otros salvó, á sí mismo no se puede salvar.
Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama á Elías.
Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?
Y ellas se fueron huyendo del sepulcro; porque las había tomado temblor y espanto; ni decían nada á nadie, porque tenían miedo.
Y repentinamente fué con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan á Dios, y decían:
Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él.
Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía; y estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
Mas algunos de ellos decían: En Beelzebub, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
Y á unos que decían del templo, que estaba adornado de hermosas piedras y dones, dijo:
Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían.
Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón.
Entonces los discípulos decían el uno al otro: ¿Si le habrá traído alguien de comer?
Y decían á la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Entonces los Judíos decían á aquel que había sido sanado: Sábado es: no te es lícito llevar tu lecho.
Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?
Y había grande murmullo de él entre la gente: porque unos decían: Bueno es; y otros decían: No, antes engaña á las gentes.
Decían entonces unos de los de Jerusalem: ¿No es éste al que buscan para matarlo?
Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando viniere, ¿hará más señales que las que éste hace?
Entonces algunos de la multitud, oyendo este dicho, decían: Verdaderamente éste es el profeta.
Otros decían: Este es el Cristo. Algunos empero decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?
Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Empero Jesús, inclinado hacia abajo, escribía en tierra con el dedo.
Decían entonces los Judíos: ¿Hase de matar á sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?
Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿no es éste el que se sentaba y mendigaba?
Unos decían: Este es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.
Entonces unos de los Fariseos decían: Este hombre no es de Dios, que no guarda el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? Y había disensión entre ellos.
Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿para qué le oís?
Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado: ¿puede el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Y muchos venían á él, y decían: Juan, á la verdad, ninguna señal hizo; mas todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.
Entonces los pontífices y los Fariseos juntaron concilio, y decían: ¿Qué hacemos? porque este hombre hace muchas señales.
Y la gente que estaba presente, y había oído, decía que había sido trueno. Otros decían: Angel le ha hablado.
Decían pues: ¿Qué es esto que dice: Un poquito? No entendemos lo que habla.
Y decían: Salve, Rey de los Judíos! y dábanle de bofetadas.
Y decían á Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos.
Mas otros burlándose, decían: Que están llenos de mosto.
Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalem á los que invocaban este nombre, y á eso vino acá, para llevarlos presos á los príncipes de los sacerdotes?
Y ellos le dijeron: Estás loca. Mas ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Su ángel es.
Y algunos filósofos de los Epicúreos y de los Estóicos, disputaban con él; y unos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses: porque les predicaba á Jesús y la resurrección.
Y así como oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te oiremos acerca de esto otra vez.
Y nos quedamos allí siete días, hallados los discípulos, los cuales decían á Pablo por Espíritu, que no subiese á Jerusalem.
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