65 Versículo de la Biblia sobre El amor y el mundo
Versículos Más Relevantes
El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo.
Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y acostado en la cama, y levantándote;
He aquí estoy aparejado para ir a vosotros la tercera vez, y no os seré gravoso; porque no busco vuestras cosas, sino a vosotros; porque no han de atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.
Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se vuelvan de poco ánimo.
que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda integridad
y que sabes las Sagradas Escrituras desde la niñez, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús.
y se fue y se sentó enfrente, alejándose como un tiro de arco; diciendo: No veré cuando el muchacho muera; y se sentó enfrente, y alzó su voz y lloró.
Y no pudiendo tenerle más escondido, tomó una arquilla de juncos, y la calafateó con pez y betún, y colocó en ella al niño, y lo puso en un carrizal a la orilla del río.
La madre de Sísara asomándose a la ventana aulla, mirando por entre las rejas, diciendo: ¿Por qué se detiene su carro, que no viene? ¿Por qué las ruedas de sus carros se tardan?
Y le hacía su madre una túnica pequeña, y se la traía cada año, cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio acostumbrado.
Tomando luego Rizpa hija de Aja cilicio, se lo tendió sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó a ninguna ave del cielo asentarse sobre ellos de día, ni bestias del campo de noche.
Entonces la mujer de quien era el hijo vivo, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y dijo: ¡Ruego, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis. Mas la otra dijo: Ni a mí ni a ti; sino partidlo.
Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer en memoria mis iniquidades, y para hacerme morir mi hijo?
Y habiéndole él tomado, y traído a su madre, estuvo sentado sobre sus rodillas hasta mediodía, y murió.
Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echara fuera de su hija al demonio.
Y cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor.
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban fuera a un difunto, unigénito de su madre, la cual también era viuda; y había con ella grande compañía de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Y estaban junto al madero de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
Que aun no me dejaste besar mis hijos y mis hijas. Ahora locamente has hecho.
Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso tomar consolación, y dijo: Porque yo descenderé a mi hijo enlutado hasta la sepultura. Y lo lloró su padre.
Y él dijo: No descenderá mi hijo con vosotros; que su hermano ha muerto, y él solo ha quedado; y si le aconteciere algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor hasta el Seol.
Entonces rogó David a Dios por el niño; y ayunó David, y vino, y pasó la noche acostado en tierra.
Y el rey David deseó ver a Absalón; porque ya estaba consolado acerca de Amnón que había muerto.
y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a la muerte; ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.
Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa; porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la multitud.
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean alargados sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da.
Y si alguna viuda tuviere hijos, o nietos, aprendan éstos primero a gobernar su casa piadosamente, y a recompensar a sus padres, porque esto es lo honesto y agradable delante de Dios.
Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre a Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello bastante.
Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis sábados guardaréis. YO SOY vuestro Dios.
Ella entonces le respondió: Padre mío, si has abierto tu boca al SEÑOR, haz de mí como salió de tu boca, pues que el SEÑOR te ha hecho venganza de tus enemigos los hijos de Amón.
Y se fue David de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Yo te ruego que mi padre y mi madre estén con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí.
Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve: ¿qué te he hecho yo?
Y nosotros hemos escuchado la voz de Jonadab nuestro padre, hijo de Recab, en todas las cosas que nos mandó, de no beber vino en todos nuestros días, nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas;
Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldijere al padre o a la madre, muera irremisiblemente.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijera al padre o a la madre, morirá irremisiblemente.
Y descendió con ellos, y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
Y como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo.
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo; porque esto agrada al Señor.
Y los hijos de Jacob vinieron del campo cuando lo supieron; y se entristecieron los varones, y se ensañaron mucho, porque hizo locura en Israel acostándose con la hija de Jacob, lo que no se debía haber hecho.
Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él.
Y Rut respondió: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque dondequiera que tú fueres, iré yo; y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el SEÑOR, y así me dé, que sólo la muerte hará separación entre mí y ti.
Mas Absalón no habló con Amnón ni malo ni bueno, bien que Absalón aborrecía a Amnón, porque había forzado a Tamar su hermana.
Y ya que te ibas, porque tenías deseo de la casa de tu padre, ¿por qué me hurtaste mis dioses?
Les mandó luego, y les dijo: Yo soy congregado con mi pueblo; sepultadme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo;
Y conjuró José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.
Y él le respondió: Yo no iré, sino que me marcharé a mi tierra y a mi natural.
Entonces se levantó con sus nueras, y se volvió de los campos de Moab: porque oyó en el campo de Moab que el SEÑOR había visitado a su pueblo para darles pan.
Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las ciudades de nuestro Dios; y haga el SEÑOR lo que bien le pareciere.
Yo te ruego que dejes volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. He aquí tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y hazle lo que bien te pareciere.
Y David tuvo deseo, y dijo: ¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén, que está a la puerta!
Después miré, y me levanté, y dije a los principales y a los magistrados, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor grande y terrible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
Demandad la paz de Jerusalén; sean pacificados los que te aman.
Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no ensalzare a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.
No lo denunciéis en Gat, no deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.
Los que escapasteis de la espada, andad, no os detengáis; acordaos por muchos días del SEÑOR, y acordaos de Jerusalén.
Entonces habló David a los que junto a él estaban, diciendo: ¿Qué harán a aquel varón que venciere a este filisteo, y quitare la deshonra de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que deshonre a los escuadrones del Dios viviente?
Y subía David con los suyos, y hacían entradas contra los gesureos, los gerzeos, y los amalecitas; porque éstos habitaban desde hacia largo tiempo la tierra, desde como se va a Shur hasta la tierra de Egipto. Y hería David la tierra, y no dejaba con vida hombre ni mujer; y se llevaba las ovejas y las vacas y los asnos y los camellos y las ropas; y volvía, y se venía a Aquis. Y decía Aquis: ¿Dónde habéis corrido hoy? Y David decía: Al mediodía de Judá, y al mediodía de Jerameel, o contra el mediodía de Ceni.
Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Y fue que, cuando yo oí estas palabras, me senté y lloré, y me enluté por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
y dije al rey: Si al rey place, y si agrada tu siervo delante de ti, que me envíes a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion.
Estamos avergonzados, porque oímos la afrenta; confusión cubrió nuestros rostros, porque vinieron extranjeros contra los Santuarios de la Casa del SEÑOR.
Porque deseara yo mismo ser anatema de Cristo por mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
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