69 Versículo de la Biblia sobre Los huéspedes
Versículos Más Relevantes
Y dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo es cumplido para que entre a ella. Entonces Labán juntó a todos los varones de aquel lugar, e hizo banquete.
Y al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fue también llamado Jesús y sus discípulos a las bodas. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: Vino no tienen.Leer más.
Y le dice Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dice a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajuelas de piedra para agua, conforme a la purificación de los judíos, que cabían en cada una dos o tres cántaros. Les dice Jesús: Llenad estas tinajuelas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Y les dice: Sacad ahora, y presentad al maestresala. Y le presentaron. Y cuando el maestresala gustó el agua hecha vino, que no sabía de dónde era; (mas los que servían, lo sabían, quienes habían sacado el agua), el maestresala llama al esposo, Y le dice: Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando ya están satisfechos, entonces lo que es peor; mas tú has guardado el buen vino hasta ahora.
Y fue al tercer día el día del cumpleaños del Faraón, e hizo banquete a todos sus siervos; y alzó la cabeza del príncipe de los maestresalas, y la cabeza del príncipe de los panaderos, entre sus siervos.
Mas celebrándose el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes.
Y venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea; y entrando la hija de Herodías, y danzando, y agradando a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo daré.
Entonces el rey se entristeció; mas por el juramento, y por los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se le diera.
Y el rey se entristeció mucho; mas a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
Y trabando Samuel de Saúl y de su criado, los condujo al cenadero, y les dio lugar a la cabecera de los convidados, que eran como unos treinta varones. Y dijo Samuel al cocinero: Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardaras aparte. Entonces alzó el cocinero una espaldilla, con lo que estaba sobre ella, y la puso delante de Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de ti, y come; porque para este tiempo se guardó para ti, cuando dije: Yo he convidado al pueblo. Y Saúl comió aquel día con Samuel.
Y lo oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían acabado de comer. Y oyendo Joab el sonido del shofar, dijo: ¿Por qué se alborota la ciudad con estruendo?
Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
Y aconteció que estando él sentado a la mesa en su casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Y aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y con sus discípulos; porque había muchos, y le habían seguido.
E hizo Leví gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros, los cuales estaban a la mesa con ellos.
Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, teniendo un vaso de alabastro de ungüento de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer teniendo un alabastro de ungüento de nardo espique de mucho precio; y quebrando el alabastro, se lo derramó sobre su cabeza.
Jesús, pues, seis días antes de la Pascua, vino a Betania, donde Lázaro había sido muerto, al cual Jesús había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa juntamente con él. Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo líquido, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del ungüento.
Y le rogó uno de los fariseos, que comiera con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
Y aconteció que yendo, entró él en una aldea; y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa.
Y aconteció que entrando en casa de un príncipe de los fariseos un sábado a comer pan, ellos le acechaban.
Mas ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Y entró con ellos.
He aquí, que yo estoy parado a la puerta y llamo; si alguno oyere mi voz, y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Envía pues a Jope, y haz venir a un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; éste posa en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; (el cual venido, te hablará).
Y aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer principal, la cual le constriñó a que comiera del pan; y así cuando pasaba por allí, venía a su casa a comer del pan. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón de Dios santo. Yo te ruego que hagas una pequeña cámara de paredes, y pongamos en ella cama, mesa, silla, y candelero, para que cuando viniere a nuestra casa, se recoja en ella.
Mas en cualquier ciudad, o aldea donde entréis, buscad con diligencia quién sea en ella digno, y reposad allí hasta que salgáis.
Y les decía: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
Y en cualquier casa en que entréis, quedad allí, y de allí salid.
Y un samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó a un mesón, y lo curó. Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al huésped, y le dijo: Cúralo; y todo lo que gastares de más, cuando yo vuelva te lo pagaré.Leer más.
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó entre ladrones? Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se gozó de que con toda su casa había creído a Dios.
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, vinimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, el cual era uno de los siete, posamos con él.
En aquellos lugares había heredades de un principal de la isla, llamado Publio, el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente.
Aderezarás mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores; ungiste mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Y tú ensalzaste mi cuerno como de unicornio; fue ungido con óleo verde.
No ungiste mi cabeza con óleo; y ésta ha ungido con ungüento mis pies.
Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo líquido, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del ungüento.
Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón; después pasaréis, porque por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.
Y dijo: Ahora, pues, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies: y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la plaza dormiremos.
Entonces el varón vino a casa, y Labán desató los camellos; y les dio paja y forraje, y agua para lavar los pies de él, y los pies de los varones que con él venían.
Y metió aquel varón a aquellos hombres en casa de José; y les dio agua, y lavaron sus pies; y dio de comer a sus asnos.
Y ella se levantó, e inclinó su rostro a tierra, diciendo: He aquí tu sierva, para que sea sierva que lave los pies de los siervos de mi señor.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos de su cabeza.
Antes del día de la Fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había venido para que pasara de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y la cena acabada, como el diablo ya se había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que le entregara, sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,Leer más.
se levantó de la cena, y se quitó su ropa, y tomando una toalla, se ciñó. Luego puso agua en una vasija, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dice: ¿Señor, tú me lavas los pies? Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; mas lo entenderás después. Le dice Pedro: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dice Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, mas aun las manos y la cabeza. Le dice Jesús: El que está lavado, no necesita sino que se lave los pies, porque está todo limpio; y vosotros limpios sois, aunque no todos. Porque sabía quién era el que lo entregaba; por eso dijo: No sois limpios todos. Así que, después que les hubo lavado los pies, y tomado su ropa, volviéndose a sentar a la mesa, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis, Maestro y Señor; y decís bien; porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos de los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su Señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis.
Y el hombre viejo dijo: Paz sea contigo; tu necesidad toda sea solamente a mi cargo, con tal que no tengas la noche en la plaza. Y metiéndolos en su casa, dio de comer a sus asnos; y lavaron sus pies, y comieron y bebieron. Y cuando estaban alegrando sus corazones, he aquí, que los hombres de aquella ciudad, que eran hombres hijos de Belial, cercaron la casa, y golpearon las puertas, diciendo al hombre viejo señor de la casa: Saca fuera el hombre que ha entrado en tu casa, para que le conozcamos.Leer más.
Y saliendo a ellos el varón, el señor de la casa, les dijo: No, hermanos míos, os ruego que no cometáis este mal, pues que este hombre ha entrado en mi casa, no hagáis esta locura.
Y fueron con Absalón doscientos hombres de Jerusalén por él convidados, los cuales iban en su integridad, sin saber nada.
Y aconteció en el mes séptimo, que vino Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la simiente real, y algunos príncipes del rey, y diez hombres con él, a Gedalías hijo de Ahicam en Mizpa; y comieron pan juntos allí en Mizpa. Y se levantó Ismael, hijo de Netanías, y los diez hombres que con él estaban, e hirieron a espada a Gedalías, hijo de Ahicam, hijo de Safán, matando así a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto sobre la tierra.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos de su cabeza. No me diste beso, y ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con óleo; y ésta ha ungido con ungüento mis pies.
Ellos entonces se espantaron, y se levantaron todos los convidados que estaban con Adonías, y se fue cada uno por su camino.
Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; forastero fui yo en sus ojos.
No te alabes delante del rey, ni estés en el lugar de los grandes; porque mejor es que se te diga: Sube acá, que no que seas abajado delante del príncipe a quien han mirado tus ojos.
Y observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola a los convidados, diciéndoles: Cuando fueres llamado de alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honrado que tú esté por él convidado, y viniendo el que te llamó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a tener el lugar último.Leer más.
Mas cuando fueres llamado, ve, y siéntate en el postrer lugar; porque cuando viniere el que te llamó, te diga: Amigo, ven arriba; entonces tendrás gloria delante de los que juntamente se sientan a la mesa. Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
Y si algún incrédulo os llama, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia.
Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa.
Detén tu pie de la casa de tu prójimo, no sea que hastiado de ti te aborrezca.
Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son las verdaderas palabras de Dios.
A todos los sedientos: Venid a las aguas. Y los que no tienen dinero, venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino y leche.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.
Mas en el postrer día, el día grande de la Fiesta, se puso de pie y clamó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente.
Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron llamados, gustará mi Cena.
Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El Reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas; pero no quisieron venir.Leer más.
Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los llamados: He aquí, mi comida he aparejado, mis toros y animales engordados son muertos, y todo está preparado: venid a las bodas. Mas ellos sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza y otro a sus negocios. Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. Y el rey, oyendo esto, se enojó y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso fuego a su ciudad.
El entonces le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y llamó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los llamados: Venid, que ya está todo aparejado. Y comenzaron todos a una a excusarse. El primero le dijo: He comprado una hacienda, y necesito salir y verla; te ruego que me des por excusado.Leer más.
Y el otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me des por excusado. Y el otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas, mas los que eran llamados no eran dignos. Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.
Y Jesús les dijo: ¿Pueden los hijos de la recámara nupcial tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Y Jesús les dice: ¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el Esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al Esposo, no pueden ayunar.
Y él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos. Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aún hay lugar. Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
y donde entrare, decid al padre de familia: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?
Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa haré la Pascua con mis discípulos.
y decid al padre de la familia de la casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde tengo de comer el cordero de la pascua con mis discípulos?
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