Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios.

Yo soy de mi amado, y mi amado es mío: El apacienta entre los lirios.

Yo soy de mi amado, Y conmigo tiene su contentamiento.

Tus dos pechos, como dos cabritos mellizos de gama, Que son apacentados entre azucenas.

Porque este Dios es Dios nuestro eternalmente y para siempre: El nos capitaneará hasta la muerte.

Salmo de David, estando en el desierto de Judá. DIOS, Dios mío eres tú: levantaréme á ti de mañana: Mi alma tiene sed de ti, mi carne te desea, En tierra de sequedad y transida sin aguas;

Hazme saber, ó tú á quien ama mi alma, Dónde repastas, dónde haces tener majada al medio día: Porque, ¿por qué había yo de estar como vagueando Tras los rebaños de tus compañeros?

YO soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles.

Las mandrágoras han dado olor, Y á nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas. Que para ti, oh amado mío, he guardado.

Mas éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y seré yo á ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro,

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí.

Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalem nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

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