112 casos

'Decían' en la Biblia

Y oía él las palabras de los hijos de Labán que decían: Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre; y de lo que era de nuestro padre ha hecho toda esta gloria.

Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, que vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le oímos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.

Y aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron metidos en casa de José, y decían: Por el dinero que fue vuelto en nuestros costales la primera vez nos han metido aquí, para revolver sobre nosotros, y dar sobre nosotros, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos.

Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos.

y les decían los hijos de Israel: Deseamos que hubiéramos muerto por mano del SEÑOR en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de las carnes, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto, para matar de hambre a toda esta multitud.

Y decían el uno al otro: Hagamos un capitán, y volvámonos a Egipto.

Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al estruendo de ellos; porque decían: Por ventura no nos trague la tierra.

Y hablaron por él los hermanos de su madre a oídos de todos los señores de Siquem todas estas palabras; y el corazón de ellos se inclinó en favor de Abimelec, porque decían: Nuestro hermano es.

Entonces le decían: Ahora pues, di, Shibolet. Y él decía, Sibolet; porque no podía pronunciarlo así. Entonces le echaban mano, y le degollaban junto a los vados del Jordán. Y murieron entonces de los de Efraín cuarenta y dos mil.

Y los hijos de Benjamín decían: Vencidos son delante de nosotros, como antes. Mas los hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos.

Luego, pues, que los de Israel volvieron la espalda en la batalla, y los de Benjamín habían comenzado a derribar heridos de Israel unos treinta hombres, de tal manera que ya decían: Ciertamente ellos han caído delante de nosotros, como en la primera batalla.

Anduvieron pues ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que entrando en Belén, toda la ciudad se conmovió por razón de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí?

Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea el SEÑOR, que hizo que no te faltase redentor hoy, cuyo nombre será nombrado en Israel.

Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: Ha venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! que ayer ni anteayer no fue así.

Y al tiempo que se moría, le decían las que estaban junto a ella: No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Mas ella no respondió, ni paró atención.

El pueblo entonces dijo a Samuel: ¿Quiénes son los que decían: Reinará Saúl sobre nosotros? Dadnos esos hombres, y los mataremos.

Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió sus miles, y David sus diez miles.

Tomó también David todas las ovejas y ganados mayores; y trayéndolo todo delante, decían: Esta es la presa de David.

Y las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno, y poned a Nabot a la cabecera del pueblo;

Tomó también letras para el rey de Israel, que decían así: Luego en llegando a ti estas letras, he aquí que he enviado mi siervo Naamán a ti, para que lo sanes de su lepra.

Y le llegaron letras del profeta Elías, que decían así: El SEÑOR, el Dios de David tu padre, ha dicho así: Por cuanto no has andado en los caminos de Josafat tu padre, ni en los caminos de Asa, rey de Judá,

Fueron, pues , correos con letras de la mano del rey y de sus príncipes por todo Israel y Judá, como el rey lo había mandado, y decían: Hijos de Israel, volveos al SEÑOR el Dios de Abraham, de Isaac, y de Israel, y él se volverá a las reliquias que os han quedado de la mano de los reyes de Asiria.

Y cantaban, alabando y confesando al SEÑOR, y decían : Porque es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo jubilaba con gran júbilo, alabando al SEÑOR, porque la Casa del SEÑOR era acimentada.

Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, y nuestras viñas, y nuestras casas, para comprar grano en el hambre.

Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas.

Que decían a Dios: Apártate de nosotros, y ¿qué nos ha de hacer el Omnipotente?

cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! Nunca nos hartaríamos.

De cierto tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían :

Acuérdate, oh SEÑOR, de los hijos de Edom en el día de Jerusalén; quienes decían: Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos.

Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, y denunciaremos. Todos mis amigos miraban si cojearía. Por ventura se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza.

cuando decían: Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y morad sobre la tierra que os dio el SEÑOR, a vosotros y a vuestros padres para siempre;

Todos los que los hallaban, los comían; y decían sus enemigos: No pecaremos, porque ellos pecaron contra el SEÑOR morada de justicia, el SEÑOR, esperanza de sus padres.

Lámed : Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfalleciendo como muertos en las calles de la ciudad, derramando sus almas en el regazo de sus madres.

Sámec : Todos los que pasaban por el camino, batieron las manos sobre ti. Silbaron, y movieron sus cabezas sobre la hija de Jerusalén, diciendo : ¿Es ésta la ciudad que decían de perfecta hermosura, el gozo de toda la tierra?

Y venido a su tierra, les enseñó en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban fuera de sí, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?

Y viendo esto los discípulos, maravillados decían: ¡Cómo se secó luego la higuera!

Y decían: No en el día de fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciendo con los escribas y los ancianos, decían:

Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama éste.

Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.

Y temieron con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?

Otros decían: Elías es. Y otros decían: Profeta es, o alguno de los profetas.

Entonces el espíritu clamando y desgarrándole mucho, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían que era muerto.

Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto del pueblo.

Mas él con mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar.

Y oyéndole unos de los que estaban allí , decían: He aquí, llama a Elías.

Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?

Y ellas se fueron huyendo del sepulcro; porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.

Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.

Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él.

Y todos le daban testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?

Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía; y estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;

Y a unos que decían del Templo, que estaba adornado de hermosas piedras y dones, dijo:

Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?

Entonces los discípulos decían el uno al otro: ¿Si le habrá traído alguien de comer?

Entonces los judíos decían a aquel que había sido sanado: Sábado es; no te es lícito llevar tu lecho.

Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.

Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?

Y le buscaban los judíos en la Fiesta, y decían: ¿Dónde está aquel?

Y había grande murmullo de él en el pueblo, porque unos decían: Bueno es; y otros decían: No, antes engaña al pueblo.

Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: El Cristo, cuando viniere, ¿hará más señales que las que éste hace?

Entonces muchos del pueblo, oyendo este dicho, decían: Verdaderamente éste es el profeta.

Otros decían: Este es el Cristo. Algunos sin embargo decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?

Decían entonces los judíos: ¿Se ha de matar a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir?

Y le decían: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho.

Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: ¿no es éste el que se sentaba y mendigaba?

Unos decían: Este es; y otros: A él se parece. El decía: Yo soy.

Entonces le decían: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿para qué le oís?

Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado; ¿puede un demonio abrir los ojos de los ciegos?

Y muchos venían a él, y decían que Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; mas todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.

Y el pueblo que estaba presente, y la había oído, decía que había sido trueno. Otros decían: un ángel le ha hablado.

Y decían a Pilato los sumo sacerdotes de los judíos: No escribas, Rey de los Judíos; sino, que él dijo: YO SOY Rey de los Judíos.

Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este Nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes?

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