'Ella' en la Biblia
Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned sal en ella. Y se la trajeron.
Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.
Y la mujer se fue de él, y cerró la puerta tras sí y tras sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba el aceite.
Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve, y vende el aceite, y paga tu deuda; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo percibo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios.
Yo te ruego que hagamos una pequeña cámara de paredes, y pongamos en ella cama, y mesa, y silla, y candelero, para que cuando viniere a nosotros, se recoja en ella.
Y aconteció que un día vino él por allí, y se recogió en aquella cámara, y durmió en ella.
Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, ella se presentó delante de él.
Y él dijo a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí ella no tiene hijo, y su marido es viejo.
Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.
Y él le dijo: A este tiempo según el tiempo de la vida, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.
Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta tras él, salió.
Y él dijo: ¿Para qué has de ir a él hoy? No es nueva luna, ni sábado. Y ella respondió: Paz.
Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y dile: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella respondió: Bien.
Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo: No me Engañes?
Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo.
Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; después tomó su hijo, y salió.
Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y tomó de ella su manto lleno de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
Tomó también la carta para el rey de Israel, que decía así: Ahora, cuando esta carta llegue a ti, sabe por ella que yo te envío a mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.
Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío.
Así que cocimos a mi hijo, y lo comimos; y al día siguiente yo le dije a ella: Da acá tu hijo, y comámoslo; pero ella ha escondido a su hijo.
Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos pues ahora, y pasémonos al ejército de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.
Entonces respondió uno de sus siervos, y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad, (he aquí, ellos son como toda la multitud de Israel que ha quedado en ella; he aquí, os digo que ellos son como toda la multitud de Israel que ha perecido); enviemos, y veamos qué hay.
Entonces la mujer se levantó, e hizo como el varón de Dios le dijo: y se fue ella con su familia, y vivió en tierra de los filisteos siete años.
Y preguntando el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey le asignó un oficial, diciéndole: Haz que le devuelvan todas las cosas que eran suyas, y todo el fruto de su tierra desde el día que dejó el país hasta ahora.
Y como entraba Jehú por la puerta, ella dijo: ¿Sucedió bien a Zimri, que mató a su señor?
Y cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que la calavera, y los pies, y las palmas de las manos.
Y estuvo con ella escondido en la casa de Jehová seis años: y Atalía fue reina sobre el país.
Entonces hirió Manahem a Tifsa, y a todos los que estaban en ella, y también sus términos desde Tirsa; y la hirió porque no le habían abierto las puertas; y abrió el vientre a todas las mujeres que estaban encinta.
Por tanto, Jehová dice así del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella escudo, ni será echado contra ella baluarte.
Entonces fue Hilcías el sacerdote, y Ahicam y Acbor y Safán y Asaías, a Hulda profetisa, esposa de Salum hijo de Ticva hijo de Araas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella.
Y ella les dijo: Así dice Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí:
También sacó la imagen de Asera fuera de la casa de Jehová, fuera de Jerusalén, al torrente de Cedrón, y la quemó en el torrente de Cedrón, y la redujo a polvo, y echó el polvo de ella sobre los sepulcros de los hijos del pueblo.
Y aconteció en el noveno año de su reinado, en el mes décimo, en el día diez del mes, que Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitió; y levantaron contra ella baluartes alrededor.