'Oye' en la Biblia
Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.
Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios.
Guárdate delante de Él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque Él no perdonará vuestra rebelión: porque mi nombre está en Él.
Entonces él tomó su parábola, y dijo: Balac, levántate y oye; Escucha mis palabras, hijo de Zipor:
Ahora pues, oh Israel, oye los estatutos y derechos que yo os enseño, para que los ejecutéis y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da.
Y Moisés llamó a todo Israel, y les dijo: Oye, Israel, los estatutos y derechos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos: y aprendedlos, y guardadlos, para ponerlos por obra.
Acércate tú, y oye todas las cosas que Jehová nuestro Dios diga; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te diga, y nosotros lo oiremos y lo haremos.
Oye pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien, y seáis multiplicados, como te ha prometido Jehová el Dios de tus padres, en la tierra que fluye leche y miel.
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es:
Oye, Israel: tú estás hoy para pasar el Jordán, para entrar a poseer naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo,
y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, no os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos.
Y esta es la bendición para Judá. Dijo así: Oye, oh Jehová, la voz de Judá, y tráelo a su pueblo; sus manos le basten, y sé tú su ayuda contra sus enemigos.
Entonces Boaz dijo a Ruth: Oye, hija mía, no vayas a espigar a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás junto a mis criadas.
Y dijo Elí a Samuel: Ve, y acuéstate: y si Él te llama, dirás: Habla, Jehová, que tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar.
Y vino Jehová, y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, que tu siervo oye.
Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te dijeren: porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.
Ahora, pues, oye su voz: mas protesta contra ellos declarándoles el derecho del rey que ha de reinar sobre ellos.
Y Jehová dijo a Samuel: Oye su voz, y pon rey sobre ellos. Entonces dijo Samuel a los varones de Israel: Idos cada uno a su ciudad.
Y Samuel dijo a Saúl: Jehová me envió a que te ungiese por rey sobre su pueblo Israel; oye, pues, la voz de las palabras de Jehová.
Y Saúl le dijo: Oye ahora, hijo de Ahitob. Y él dijo: Heme aquí, señor mío.
Y se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y oye las palabras de tu sierva.
Y cuando él se acercó a ella, dijo la mujer: ¿Eres tú Joab? Y él respondió: Yo soy. Y ella le dijo: Oye las palabras de tu sierva. Y él respondió: Oigo.
Con todo, tú atiende a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oye el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti:
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque se oye el ruido de una grande lluvia.
Entonces él dijo: Oye pues palabra de Jehová: Yo vi a Jehová sentado en su trono, y todo el ejército del cielo estaba junto a Él, a su derecha y a su izquierda.
Y Eliseo estaba sentado en su casa, y los ancianos estaban sentados con él. Y el rey le envió un hombre; pero antes que el mensajero llegase a él, dijo él a los ancianos: ¿No habéis visto como este hijo del homicida me envía a quitar la cabeza? Mirad pues, y cuando viniere el mensajero, cerrad la puerta, e impedidle la entrada: ¿No se oye tras él el ruido de los pies de su amo?
Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente.
Entonces Isaías dijo a Ezequías: Oye palabra de Jehová:
Oye, oh Dios nuestro, que somos menospreciados, y vuelve el oprobio de ellos sobre su cabeza, y dalos en presa en la tierra de su cautiverio.
Se burla de la multitud de la ciudad; no oye las voces del arriero.
Oye te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás.
«Al Músico principal: sobre Neginot: Salmo de David» Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia; estando en angustia, tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración.
«Oración de David» Oye, oh Jehová, justicia; está atento a mi clamor; escucha mi oración hecha de labios sin engaño.
Oye, oh Jehová, mi voz cuando a ti clamo; y ten misericordia de mí, respóndeme.
Oye la voz de mis ruegos cuando a ti clamo, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo.
Oye, oh Jehová, y ten misericordia de mí: Jehová, sé tú mi ayudador.
Claman los justos, y Jehová los oye, y los libra de todas sus angustias.
Fui, pues, como un hombre que no oye, y que en su boca no tiene reprensiones.
Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor: no calles ante mis lágrimas; porque peregrino soy para contigo, y advenedizo, como todos mis padres.
Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; y olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;
Oye, pueblo mío, y hablaré: Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo.
que no oye la voz de los encantadores, por más hábil que el encantador sea.
He aquí proferirán con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?
«Al Músico principal: sobre Neginot: Salmo de David» Oye, oh Dios, mi clamor; atiende mi oración.
Porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros.
Oye, pueblo mío y te protestaré. ¡Oh Israel, si me oyeres!
Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración: Escucha, oh Dios de Jacob. (Selah)
Oye mi voz conforme a tu misericordia; oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio.
Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica.
«Salmo de David» Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad, por tu justicia.
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la ley de tu madre;
Oye, hijo mío, y recibe mis razones, y se te multiplicarán años de vida.
Bienaventurado el hombre que me oye, velando a mis puertas cada día, aguardando a los umbrales de mis puertas.
El rescate de la vida del hombre son sus riquezas; pero el pobre no oye censuras.
Lejos está Jehová de los impíos; pero Él oye la oración de los justos.
El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas ha hecho Jehová.
Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios, y aplica tu corazón a mi sabiduría:
Oye tú, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino.
Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.
El cómplice del ladrón aborrece su propia alma; pues oye la maldición, y no lo denuncia.
Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de Senaquerib, el cual ha enviado a blasfemar al Dios viviente.
Entonces dijo Isaías a Ezequías: Oye palabra de Jehová de los ejércitos:
que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?
Oye, pues, ahora esto, tú que eres dada a los placeres, la que está sentada confiadamente, la que dice en su corazón: Yo soy, y fuera de mí no hay más; no quedaré viuda, ni conoceré orfandad.
¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.
Oye, pues, ahora esto, afligida, ebria, y no de vino:
Oíd ahora esto, pueblo necio y sin corazón, que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye.
Como la fuente nunca cesa de manar sus aguas, así ella nunca cesa de manar su maldad; injusticia y robo se oye en ella; continuamente en mi presencia, enfermedad y herida.
Oye, tierra. He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus pensamientos; porque no atendieron a mis palabras, y aborrecieron mi ley.
Oh Jehová, mira por mí, y oye la voz de los que contienden conmigo.
y di: Oye palabra de Jehová, oh rey de Judá que estás sentado sobre el trono de David, tú, y tus criados, y tu pueblo que entran por estas puertas.
¡Tierra, tierra, tierra! oye palabra de Jehová.
Con todo eso, oye ahora esta palabra que yo hablo en tus oídos y en los oídos de todo el pueblo:
Entonces el profeta Jeremías dijo al profeta Hananías: Ahora oye, Hananías; Jehová no te envió, y tú has hecho que este pueblo confíe en mentira.
Con todo eso, oye palabra de Jehová, Sedequías rey de Judá: Así dice Jehová de ti: No morirás a espada;
Ahora pues, oye, te ruego, oh rey mi señor: caiga ahora mi súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa de Jonatán escriba, para que no muera allí.
¡Se oye el clamor de Babilonia, y destrucción grande de la tierra de los caldeos!
Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas tú rebelde como la casa rebelde; abre tu boca, y come lo que yo te doy.
Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré, y oye con tus oídos.
Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así dice Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son.
Por tanto, ramera, oye palabra de Jehová:
Y dirás al bosque del sur: Oye palabra de Jehová: Así dice Jehová el Señor: He aquí que yo enciendo en ti fuego, el cual consumirá en ti todo árbol verde, y todo árbol seco; no se apagará la llama del fuego; y serán quemados en ella todos los rostros, desde el sur hasta el norte.
Y me habló aquel varón, diciendo: Hijo de hombre, mira con tus ojos, y oye con tus oídos, y pon tu corazón a todas las cosas que te muestro; pues para que yo te las mostrase eres traído aquí. Declara todo lo que ves a la casa de Israel.
Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon tu corazón, y mira con tus ojos, y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y pon tu corazón a las entradas de la casa, y a todas las salidas del santuario.
Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus súplicas, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor.
Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestros asolamientos, y la ciudad sobre la cual es llamado tu nombre: porque no derramamos nuestros ruegos ante tu presencia confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas dilación, por amor de ti mismo, Dios mío: porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
Ahora, pues, oye palabra de Jehová. Tú dices: No profetices contra Israel, ni hables contra la casa de Isaac.