Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos: sálvese á sí, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.

Contar puedo todos mis huesos; Ellos miran, considéranme.

HE aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido en quien mi alma toma contentamiento: he puesto sobre él mi espíritu, dará juicio á las gentes.

He aquí mi siervo, al cual he escogido; Mi Amado, en el cual se agrada mi alma: Pondré mi Espíritu sobre él Y á los Gentiles anunciará juicio.

Y oían también todas estas cosas los Fariseos, los cuales eran avaros, y se burlaban de él.

Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada cierto de los hombres, empero elegida de Dios, preciosa,

Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador;

Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, Amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira? (Selah.)

Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y desecho del pueblo.

Hanme rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado.

Pero ellos se alegraron en mi adversidad, y se juntaron; Juntáronse contra mí gentes despreciables, y yo no lo entendía: Despedazábanme, y no cesaban;

No se alegren de mí mis enemigos injustos: Ni los que me aborrecen sin causa hagan del ojo.

Porque por amor de ti he sufrido afrenta; Confusión ha cubierto mi rostro.

Porque persiguieron al que tú heriste; Y cuentan del dolor de los que tú llagaste.

Diciendo: Dios lo ha dejado: Perseguid y tomadle, porque no hay quien le libre.

Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las gentes, al siervo de los tiranos. Verán reyes, y levantaránse príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.

Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fué menospreciado, y no lo estimamos.

Fuí escarnio á todo mi pueblo, canción de ellos todos los días.

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalem, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénit

Y he aquí una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento.

Entonces crucificaron con él dos ladrones, uno á la derecha, y otro á la izquierda.

Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ­Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo edificas,

Diciendo: ¿Eres tú el Cristo? dínos lo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;

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