'Eran' en la Biblia
Así Hemán, Asaf, y Etán, que eran cantores, sonaban címbalos de bronce.
Y Sebanías, Josafat, Natanael, Amasai, Zacarías, Benaía, y Eliezer, sacerdotes, tocaban las trompetas delante del arca de Dios: Obed-edom y Jehías eran también porteros del arca.
Y Sadoc hijo de Ahitob, y Abimelec hijo de Abiatar eran sacerdotes; y Savsa era escriba;
Y Benaía hijo de Joiada era sobre los cereteos y peleteos; y los hijos de David eran los príncipes cerca del rey.
También de Semaías su hijo nacieron hijos que fueron señores sobre la casa de sus padres; porque eran varones muy valerosos.
De los izharitas, Quenanías y sus hijos eran gobernadores y jueces sobre Israel en las obras de fuera.
Y sus hermanos, hombres valientes, eran dos mil setecientos, cabezas de familias, los cuales el rey David constituyó sobre los rubenitas, gaditas, y sobre la media tribu de Manasés, para todas las cosas de Dios, y los negocios del rey.
Y los hijos de Israel según su número, es decir, príncipes de familias, jefes de millares y de centenas, y oficiales de los que servían al rey en todos los negocios de las divisiones que entraban y salían cada mes en todos los meses del año, eran en cada división veinticuatro mil.
Y no tomó David el número de los que eran de veinte años abajo, por cuanto Jehová había dicho que Él había de multiplicar a Israel como las estrellas del cielo.
Y de las ovejas, Jaziz agareno. Todos éstos eran superintendentes de la hacienda del rey David.
También las despabiladeras, los tazones, las cucharas, y los incensarios eran de oro puro. Y la entrada de la casa, sus puertas interiores para el lugar santísimo, y las puertas de la casa del templo eran de oro.
Y a todo el pueblo que había quedado de los heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos, que no eran de Israel,
Y de los hijos de Israel no puso Salomón siervos en su obra; porque eran hombres de guerra, y sus príncipes y sus capitanes, y comandantes de sus carros, y su gente de a caballo.
a Zora, a Ajalón y a Hebrón, que eran ciudades fortificadas en Judá y en Benjamín.
Tuvo también Asa ejército que traía escudos y lanzas; de Judá trescientos mil, y de Benjamín doscientos ochenta mil que traían escudos y entesaban arcos; todos eran hombres valerosos.
Mas con todo eso los lugares altos no eran quitados de Israel, aunque el corazón de Asa fue perfecto en todos sus días.
Los etíopes y los libios, ¿no eran un ejército numerosísimo, con carros y mucha gente de a caballo? con todo, porque te apoyaste en Jehová, Él los entregó en tus manos.
Éstos eran siervos del rey, sin contar los que el rey había puesto en las ciudades fortificadas por toda Judá.
Con todo eso los lugares altos no eran quitados; pues el pueblo aún no había enderezado su corazón al Dios de sus padres.
sino que has andado en el camino de los reyes de Israel, y has hecho que fornicase Judá, y los moradores de Jerusalén, como fornicó la casa de Acab; y además has dado muerte a tus hermanos, a la familia de tu padre, los cuales eran mejores que tú.
Mas los sacerdotes eran pocos, y no bastaban para desollar los holocaustos; y así sus hermanos los levitas les ayudaron hasta que acabaron la obra, y hasta que los sacerdotes se santificaron; porque los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes.
También a los que eran contados entre los sacerdotes por las familias de sus padres, y a los levitas de edad de veinte años arriba, conforme a sus cargos y grupos;
Y lo entregaron en mano de los que hacían la obra, que eran mayordomos en la casa de Jehová; los cuales lo daban a los que hacían la obra y trabajaban en la casa de Jehová, para reparar y restaurar el templo.
Y estos hombres procedían con fidelidad en la obra; y eran sus mayordomos Jahat y Abdías, levitas de los hijos de Merari; y Zacarías y Mesulam de los hijos de Coat, para que activasen la obra; y de los levitas, todos los entendidos en instrumentos de música.
También velaban sobre los cargadores y eran mayordomos de los que se ocupaban en cualquier clase de obra; y de los levitas había escribas, oficiales y porteros.
Mas Josías no volvió su rostro de él, antes se disfrazó para darle batalla, y no atendió a las palabras de Necao, que eran de boca de Dios; y vino a darle la batalla en el valle de Meguido.
Y éstos fueron los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adán, e Imer, los cuales no pudieron demostrar la casa de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel.
además de sus siervos y siervas, los cuales eran siete mil trescientos treinta y siete: y tenían doscientos cantores y cantoras.
Sus caballos eran setecientos treinta y seis; sus mulos, doscientos cuarenta y cinco;
Y también les preguntamos sus nombres para hacértelo saber, para escribirte los nombres de los varones que eran los jefes de ellos.
Mas aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, y los amonitas, y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a cerrarse, se encolerizaron mucho;
Y éstos son los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón, e Imer, los cuales no pudieron mostrar la casa de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel:
sin sus siervos y siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete; y entre ellos había doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras.
Salum, Amoc, Hilcías, Jedaías. Éstos eran los príncipes de los sacerdotes y sus hermanos en los días de Jesúa.
Matanías, y Bacbucías, Abdías, Mesulam, Talmón, Acub, guardas, eran porteros para la guardia a las entradas de las puertas.
Y puse por sobrestantes de ellos a Selemías sacerdote, y a Sadoc escriba, y de los levitas, a Pedaías y a mano de ellos Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; pues ellos eran tenidos por fieles, y de ellos eran el repartir a sus hermanos.
Eran arrojados de entre las gentes, les gritaban como tras el ladrón.
Y Eliú había esperado a que Job terminase de hablar, porque ellos eran más viejos que él.
Me libró de mi poderoso enemigo, y de los que me aborrecían, pues ellos eran más fuertes que yo.
pues sus corazones no eran rectos para con Él, ni estuvieron firmes en su pacto.
Y se acordó de que eran carne; soplo que va y no vuelve.
Cuando ellos eran pocos en número, y extranjeros en ella;
¿Quién decretó esto sobre Tiro, la que repartía coronas, cuyos negociantes eran príncipes, cuyos mercaderes eran los nobles de la tierra?
Se enlutó el vino, languideció la vid, gimieron todos los que eran alegres de corazón.
y echaron los dioses de ellos al fuego; porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, madera y piedra; por eso los destruyeron.
Había noventa y seis granadas en cada hilera; todas ellas eran ciento sobre la red alrededor.
Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como la planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.
Tales eran sus rostros; y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.
Y el parecer de las ruedas y su obra era semejante al color del berilo. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como una rueda en medio de otra rueda.
Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor en las cuatro.
En cuanto al parecer de ellas, las cuatro eran de una forma, como si una rueda estuviera en medio de otra rueda.
Éste era el ser viviente que vi debajo del Dios de Israel en el río de Quebar; y conocí que eran querubines.
Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir.
Los hijos de Dedán eran tus negociantes; muchas costas tomaban mercadería de tu mano; colmillos de marfil y ébano te dieron en presente.
Judá, y la tierra de Israel, eran tus mercaderes; con trigos de Minit y Panag, miel, aceite y resina comerciaban en tu mercado.
Éstos eran tus mercaderes en varias cosas; en mantos de azul, y bordados, y en cajas de ropas preciosas, enlazadas con cordones, y en madera de cedro.
Las naves de Tarsis, eran tus flotas que llevaban tus mercancías; y llegaste a ser opulenta y muy gloriosa en medio de los mares.
Y me hizo pasar cerca de ellos por todo alrededor: y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.
Y sus cámaras eran tres de un lado, y tres del otro, y sus postes y sus arcos eran como la medida de la puerta primera; cincuenta codos su longitud, y veinticinco su anchura.
Y sus ventanas, y sus arcos, y sus palmeras, eran conforme a la medida de la puerta que estaba hacia el oriente; y subían a ella por siete gradas; y delante de ellas estaban sus arcos.
Y sus gradas eran de siete escalones, con sus arcos delante de ellas; y tenía palmeras, una de un lado, y otra del otro, en sus postes.
Y sus cámaras, y sus postes y sus arcos, eran conforme a estas medidas; y tenía sus ventanas y sus arcos alrededor; la longitud era de cincuenta codos, y de veinticinco codos la anchura.
Y los arcos alrededor eran de veinticinco codos de largo, y cinco codos de ancho.
Y sus arcos caían afuera al atrio, con palmeras en sus postes; y sus gradas eran de ocho escalones.
Y eran sus cámaras, y sus postes, y sus arcos, conforme a estas medidas; y tenía sus ventanas y sus arcos alrededor; la longitud era de cincuenta codos, y la anchura de veinticinco codos.
Y sus arcos caían hacia el atrio exterior, con palmeras en sus postes de un lado y otro; y sus gradas eran de ocho escalones.
Y sus postes caían hacia el atrio exterior, con palmeras a cada uno de sus postes de un lado y otro; y sus gradas eran de ocho escalones.
Y las cuatro mesas para el holocausto eran de piedra labrada, de un codo y medio de longitud, y codo y medio de ancho, y de altura de un codo; sobre éstas ponían los instrumentos con que degollaban el holocausto y el sacrificio.
Y miré la altura de la casa alrededor; los cimientos de las cámaras eran una caña entera de seis codos largos.
La altura del altar de madera era de tres codos, y su longitud de dos codos; y sus esquinas, y su superficie, y sus paredes, eran de madera. Y me dijo: Ésta es la mesa que está delante de Jehová.
Y las cámaras más altas eran más estrechas; porque las galerías quitaban de ellas más que de las bajas y de las de en medio del edificio.
Porque estaban en tres pisos, y no tenían columnas como las columnas de los atrios: por tanto, eran más estrechas que las de abajo y las del medio desde el suelo.
Y el aspecto de la visión que vi era como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que vi junto al río de Quebar; y caí sobre mi rostro.
Y alcé mis ojos, y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, el cual tenía dos cuernos; y los dos cuernos eran altos, pero uno era más alto que el otro; y el más alto subió a la postre.
Y me volví, y alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y aquellos montes eran montes de bronce.
y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.
Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.
Y corrió su fama por toda Siria. Y le traían a todos los enfermos que eran tomados de diversas enfermedades y tormentos; los endemoniados, los lunáticos y los paralíticos; y los sanaba.
Y los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; pero los que fueron convidados no eran dignos.
Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.
Y salía a él toda la provincia de Judea, y los de Jerusalén, y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Y caminando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.
Y aconteció que estando Jesús a la mesa en su casa, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa con Jesús y sus discípulos; porque eran muchos, y le seguían.
Y luego Jesús se los permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos (los cuales eran como dos mil); y el hato se precipitó al mar por un despeñadero; y en el mar se ahogaron.
Y Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni aun tenían tiempo para comer.
Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas.
Y los que comieron de los panes eran como cinco mil hombres.
Y los que comieron eran como cuatro mil; y los despidió.
Y ambos eran justos delante de Dios, andando irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.
Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.
y asimismo a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora pescarás hombres.
Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
Y he aquí dos varones que hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías;
Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que ellos eran más pecadores que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
Y diciendo Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios. Y todo el pueblo se regocijaba de todas las cosas gloriosas que eran hechas por Él.
Y oían también todas estas cosas los fariseos, los cuales eran avaros, y se burlaban de Él.