¡Oh que fueras tú como mi hermano, que mamó los pechos de mi madre; así, al encontrarte afuera yo te besaría, y no me menospreciarían!

Besad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino, cuando se encendiere un poco su furor. Bienaventurados todos los que en Él confían.

Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; y olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.

por cuanto Jehová habrá edificado a Sión, y en su gloria será visto;

¡Oh si él me besara con ósculos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.

Por tanto el Señor mismo os dará señal: He aquí una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel.

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado será sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y se postrarán a las plantas de tus pies todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sión del Santo de Israel.

para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que ordeñéis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria.

y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, dice Jehová de los ejércitos.

Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén: he aquí, tu Rey vendrá a ti, Él es justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá repentinamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el mensajero del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, dice Jehová de los ejércitos.

Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos porque oyen.

Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, que es un cuadrante.

Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.

Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.

Y ésta, viniendo en la misma hora, también daba gracias al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.

Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando viniere en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.

El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí me desecha, desecha al que me envió.

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis:

Y os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;

Y también dijo esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros:

Y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.

Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!

Jesús entonces les dijo: Si Dios fuese vuestro Padre, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que Él me envió.

Mas él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en sus manos, y que había venido de Dios, y a Dios iba,

Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez, dejo el mundo y voy al Padre.

y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es;

Mas la Jerusalén de arriba es libre; la cual es la madre de todos nosotros.

Mas lejos esté de mí gloriarme, salvo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.

Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu adoramos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor a Cristo.

Y sin contradicción, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne; justificado en el Espíritu; visto de los ángeles; predicado a los gentiles; creído en el mundo; recibido arriba en gloria.

Pero vemos a Jesús coronado de gloria y de honra, el cual fue hecho un poco menor que los ángeles, por el padecimiento de su muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.

de otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora en la consumación de los siglos, se presentó una sola vez por el sacrificio de sí mismo para quitar el pecado.

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