'Al' en la Biblia
- 1.Gé 1:8-Gé 39:10
- 2.Gé 40:13-Éx 19:14
- 3.Éx 19:15-Levítico 5:18
- 4.Levítico 6:6-Números 7:55
- 5.Números 7:61-Números 34:3
- 6.Números 34:5-Deuteronomio 23:13
- 7.Deuteronomio 24:14-Josué 13:8
- 8.Josué 13:21-Jueces 9:51
- 9.Jueces 10:8-1 Samuel 14:5
- 10.1 Samuel 14:17-2 Samuel 7:2
- 11.2 Samuel 7:3-2 Samuel 22:28
- 12.2 Samuel 22:45-1 Reyes 15:13
- 13.1 Reyes 16:16-2 Reyes 13:16
- 14.2 Reyes 13:19-1 Crónicas 28:9
- 15.1 Crónicas 28:15-2 Crónicas 32:20
- 16.2 Crónicas 32:25-Ester 2:22
- 17.Ester 3:6-Job 37:6
- 18.Job 37:23-Salmos 55:22
- 19.Salmos 55:23-Salmos 132:8
- 20.Salmos 136:2-Proverbios 24:21
- 21.Proverbios 24:24-Isaías 8:2
- 22.Isaías 8:7-Isaías 63:14
- 23.Isaías 64:5-Jeremías 40:5
- 24.Jeremías 40:9-Ezequiel 20:47
- 25.Ezequiel 21:3-Ezequiel 48:27
- 26.Ezequiel 48:28-Amós 5:8
- 27.Amós 5:9-Mateo 7:26
- 28.Mateo 8:3-Mateo 28:16
- 29.Marcos 1:10-Marcos 15:9
- 30.Marcos 15:15-Lucas 17:9
- 31.Lucas 17:12-Juan 9:40
- 32.Juan 10:5-Hechos 7:8
- 33.Hechos 7:24-Hechos 22:14
- 34.Hechos 22:23-1 Corintios 12:24
- 35.1 Corintios 14:9-Hebreos 7:13
- 36.Hebreos 7:14-Apocalipsis 4:9
- 37.Apocalipsis 4:10-Apocalipsis 22:14
Y el pueblo que estaba acampado oyó decir: Zimri ha conspirado, y ha dado muerte al rey. Entonces aquel mismo día en el campamento, todo Israel puso a Omri, general del ejército, por rey sobre Israel.
Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está delante del Jordán;
Y él fue, e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y asentó junto al arroyo de Querit, que está antes del Jordán.
Tomando luego Elías al niño, lo trajo de la cámara a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive.
Vive Jehová tu Dios, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte; y respondiendo ellos: No está aquí; él ha hecho jurar al reino o nación que no te han hallado.
Entonces Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres.
Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, que dios es; quizá está meditando, o está ocupado, o va de camino; quizá duerme, y hay que despertarle.
Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había venido palabra de Jehová, diciendo: Israel será tu nombre;
Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló.
Y al oírla Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se paró a la puerta de la cueva. Y he aquí vino una voz a él, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?
Y se volvió de en pos de él, y tomó un par de bueyes, y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne de éstos, y la dio al pueblo y ellos comieron. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía.
Entonces él respondió a los embajadores de Benadad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; pero esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y le dieron la respuesta.
Y salieron al mediodía. Pero Benadad estaba bebiendo, emborrachándose en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda.
Y mató cada uno al que venía contra él: y huyeron los sirios, siguiéndolos los de Israel. Y el rey de Siria, Benadad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería.
Vino luego el profeta al rey de Israel y le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer; porque pasado el año, el rey de Siria vendrá contra ti.
Acercándose entonces el varón de Dios al rey de Israel, le habló diciendo: Así dice Jehová: Por cuanto los sirios han dicho, Jehová es Dios de las montañas, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que yo soy Jehová.
Siete días estuvieron acampados los unos delante de los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y los hijos de Israel mataron de los sirios en un solo día a cien mil hombres de a pie.
Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; pongamos, pues, ahora cilicio en nuestros lomos, y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizá por ventura te salve la vida.
Ciñeron, pues, sus lomos de cilicio y pusieron cuerdas sobre sus cabezas, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Benadad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.
Y le dijo Benadad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto. Hizo, pues, pacto con él, y le dejó ir.
Y como el rey pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió entre la tropa; y he aquí apartándose uno, me trajo a un hombre, diciendo: Guarda a este hombre, y si por alguna razón él llegare a faltar, tu vida será por la suya, o pagarás un talento de plata.
Pasadas estas cosas, aconteció que Nabot de Jezreel tenía en Jezreel una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria.
y poned a dos hombres hijos de Belial delante de él, que atestigüen contra él, y digan: Tú has blasfemado a Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo para que muera.
Vinieron entonces dos hombres perversos, y se sentaron delante de él; y aquellos hombres de Belial atestiguaron contra Nabot delante del pueblo, diciendo: Nabot ha blasfemado a Dios y al rey. Y lo sacaron fuera de la ciudad, y lo apedrearon con piedras, y murió.
He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad, y talaré de Acab todo meante a la pared, al guardado y al desamparado en Israel:
Y aconteció al tercer año, que Josafat rey de Judá descendió al rey de Israel.
Y dijo a Josafat: ¿Quieres venir conmigo a pelear contra Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: Yo soy como tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos.
Y dijo luego Josafat al rey de Israel: Yo te ruego que consultes hoy la palabra de Jehová.
Y el mensajero que había ido a llamar a Micaías, le habló, diciendo: He aquí las palabras de los profetas a una boca anuncian al rey el bien; sea ahora tu palabra conforme a la palabra de alguno de ellos, y anuncia el bien.
Vino, pues, al rey, y el rey le dijo: Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o la dejaremos? Y él respondió: Sube, que serás prosperado, y Jehová la entregará en mano del rey.
Y un hombre disparando su arco a la ventura, hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura; por lo que dijo él a su carretero: Da la vuelta y sácame del campo, pues estoy herido.
Murió, pues, el rey, y fue traído a Samaria; y sepultaron al rey en Samaria.
Y cuando los mensajeros se volvieron al rey, él les dijo: ¿Por qué os habéis vuelto?
Y ellos le respondieron: Encontramos un varón que nos dijo: Id, y volveos al rey que os envió, y decidle: Así dice Jehová: ¿Acaso no hay Dios en Israel, que tú envías a consultar a Baal-zebub dios de Ecrón? Por tanto, del lecho en que subiste no descenderás, sino que de cierto morirás.
Y Elías respondió, y dijo al capitán de cincuenta: Si yo soy varón de Dios, descienda fuego del cielo, y te consuma con tus cincuenta. Y descendió fuego del cielo, que lo consumió a él y a sus cincuenta.
Entonces el ángel de Jehová dijo a Elías: Desciende con él; no tengas miedo de él. Y él se levantó, y descendió con él al rey.
Y aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal.
Y Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, los dos.
Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon enfrente a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán.
Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí, apareció un carro de fuego con caballos de fuego que apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.
Y viéndole los hijos de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se inclinaron a tierra delante de él.
Entonces Mesa rey de Moab era propietario de ganados, y pagaba al rey de Israel cien mil corderos, y cien mil carneros, más la lana.
Entonces Eliseo dijo al rey de Israel: ¿Qué tengo yo contigo? Ve a los profetas de tu padre, y a los profetas de tu madre. Y el rey de Israel le respondió: No; porque ha juntado Jehová estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.
Y Eliseo dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que si no tuviese respeto al rostro de Josafat rey de Judá, no mirara a ti, ni te viera.
y dijeron: ¡Esto es sangre de espada! Los reyes se han vuelto uno contra el otro y cada uno ha dado muerte a su compañero. Ahora, pues, ¡Moab, al despojo!
Mas cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas e hirieron a los de Moab, los cuales huyeron delante de ellos; pero ellos los persiguieron aun hasta su país, matando a los moabitas.
Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve, y vende el aceite, y paga tu deuda; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
Y él dijo a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y vuelva.
Después hizo enalbardar una asna, y dijo al criado: Guía y anda; no detengas por mí tu cabalgar, a menos que yo te lo diga.
Partió, pues, y vino al varón de Dios al monte Carmelo. Y sucedió que cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita.
Y luego que llegó al varón de Dios en el monte, asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; mas el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.
Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y tomó de ella su manto lleno de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coman.
dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel. Partió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestiduras.
Y como Eliseo, varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel.
Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo.
Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagámonos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: Andad.
Fue, pues, con ellos; y como llegaron al Jordán, cortaron la madera.
Y el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque los sirios van allí.
Entonces uno de los siervos dijo: No, rey, señor mío; sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu cámara más secreta.
Y levantándose de mañana el que servía al varón de Dios, para salir, he aquí el ejército que tenía cercada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?
Después les dijo Eliseo: Éste no es el camino, ni es ésta la ciudad; seguidme, que yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria.
Así que cocimos a mi hijo, y lo comimos; y al día siguiente yo le dije a ella: Da acá tu hijo, y comámoslo; pero ella ha escondido a su hijo.
Y un príncipe sobre cuya mano el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Mira, si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.
Y había cuatro hombres leprosos a la entrada de la puerta, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?
Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos pues ahora, y pasémonos al ejército de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.
Se levantaron, pues, en el principio de la noche, para irse al campamento de los sirios; y al llegar a la entrada del campamento de los sirios, no había allí hombre.
Y así se levantaron y huyeron al anochecer, dejando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y huyeron para salvar sus vidas.
Y se dijeron el uno al otro: No hacemos bien; hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta la luz de la mañana, nos alcanzará la maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.
Y vinieron, y dieron voces a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campo de los sirios, y he aquí que no había allí hombre, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campo como estaba.
Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: Id, y ved.
Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí, todo el camino estaba lleno de vestiduras y enseres que los sirios habían arrojado con la premura. Y volvieron los mensajeros, y lo hicieron saber al rey.
Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos medidas de cebada por un siclo, y una medida de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.
A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Mira, si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿Pudiera suceder tal cosa? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.
Y aconteció que cuando habían pasado los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos y fue a clamar al rey por su casa y por sus tierras.
Y sucedió que mientras él contaba al rey cómo había hecho vivir a un muerto, he aquí la mujer, a cuyo hijo había hecho vivir, que clamaba al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Rey señor mío, ésta es la mujer, y éste es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir.
Eliseo se fue luego a Damasco, y Benadad rey de Siria estaba enfermo, al cual dieron aviso, diciendo: El varón de Dios ha venido aquí.
Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al varón de Dios, y consulta por él a Jehová, diciendo: ¿He de sanar de esta enfermedad?
Y sucedió que al día siguiente tomó un paño grueso y lo metió en agua, y lo puso sobre el rostro de Benadad, y murió. Y reinó Hazael en su lugar.
Y perecerá toda la casa de Acab, y talaré de Acab todo meante a la pared, así al siervo como al libre en Israel.
Después salió Jehú a los siervos de su señor, y le dijeron: ¿Todo está bien? ¿Para qué entró a ti aquel loco? Y él les dijo: Vosotros conocéis al hombre y sus palabras.
Entonces Joram dijo: Unce. Y uncido que fue su carro, salió Joram rey de Israel, y Ocozías rey de Judá, cada uno en su carro, y salieron a encontrar a Jehú, al cual hallaron en la heredad de Nabot de Jezreel.
Entonces él dijo: Prendedlos vivos. Y después que los tomaron vivos, los degollaron junto al pozo de la casa de esquileo, cuarenta y dos varones, sin dejar ninguno de ellos.
Entonces dijo al que tenía el cargo de las vestiduras: Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. Y él les sacó vestiduras.
desde el Jordán al nacimiento del sol, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén, y de Manasés, desde Aroer que está junto al arroyo de Arnón, a Galaad y a Basán.
Mas al séptimo año envió Joiada, y tomó centuriones, capitanes, y gente de la guardia, y los metió consigo en la casa de Jehová: e hizo con ellos pacto, y les hizo tomar juramento en la casa de Jehová; y les mostró al hijo del rey.
Y las dos partes de todos vosotros los que salen en el sábado, tendréis la guardia de la casa de Jehová junto al rey.
Los centuriones pues, hicieron todo como el sacerdote Joiada les mandó; y cada uno de ellos tomó sus hombres, esto es, los que habían de entrar el sábado y los que habían de salir el sábado, y vinieron al sacerdote Joiada.
Y los de la guardia se pusieron en orden, teniendo cada uno sus armas en sus manos, desde el lado derecho de la casa hasta el lado izquierdo, junto al altar y el templo, en derredor del rey.
Sacando luego Joiada al hijo del rey, le puso la corona y el testimonio, y le hicieron rey ungiéndole; y batiendo las manos dijeron: ¡Viva el rey!
Y oyendo Atalía el estruendo del pueblo que corría, entró al pueblo en el templo de Jehová.
Y cuando miró, he aquí que el rey estaba junto a la columna, conforme era la costumbre, y los príncipes y los trompeteros junto al rey; y todo el pueblo del país se regocijaba, y tocaban las trompetas. Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, gritó: ¡Traición, traición!
Mas el sacerdote Joiada mandó a los centuriones que gobernaban el ejército, y les dijo: Sacadla fuera del recinto del templo, y al que la siguiere, matadle a espada. (Porque el sacerdote dijo que no la matasen en el templo de Jehová.)
Después tomó los centuriones, los capitanes, la guardia y a todo el pueblo de la tierra, e hicieron descender al rey de la casa de Jehová, y vinieron por el camino de la puerta de la guardia a la casa del rey; y se sentó el rey sobre el trono de los reyes.
Llamando entonces el rey Joás al sacerdote Joiada y a los demás sacerdotes, les dijo: ¿Por qué no reparáis las grietas del templo? Ahora, pues, no toméis más dinero de vuestros familiares, sino dadlo para reparar las grietas del templo.
Mas el sacerdote Joiada tomó un arca, y le hizo en la tapa un agujero, y la puso junto al altar, a la mano derecha conforme se entra en el templo de Jehová; y los sacerdotes que guardaban la puerta, ponían allí todo el dinero que se traía a la casa de Jehová.
Y dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey,
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- 1.Gé 1:8-Gé 39:10
- 2.Gé 40:13-Éx 19:14
- 3.Éx 19:15-Levítico 5:18
- 4.Levítico 6:6-Números 7:55
- 5.Números 7:61-Números 34:3
- 6.Números 34:5-Deuteronomio 23:13
- 7.Deuteronomio 24:14-Josué 13:8
- 8.Josué 13:21-Jueces 9:51
- 9.Jueces 10:8-1 Samuel 14:5
- 10.1 Samuel 14:17-2 Samuel 7:2
- 11.2 Samuel 7:3-2 Samuel 22:28
- 12.2 Samuel 22:45-1 Reyes 15:13
- 13.1 Reyes 16:16-2 Reyes 13:16
- 14.2 Reyes 13:19-1 Crónicas 28:9
- 15.1 Crónicas 28:15-2 Crónicas 32:20
- 16.2 Crónicas 32:25-Ester 2:22
- 17.Ester 3:6-Job 37:6
- 18.Job 37:23-Salmos 55:22
- 19.Salmos 55:23-Salmos 132:8
- 20.Salmos 136:2-Proverbios 24:21
- 21.Proverbios 24:24-Isaías 8:2
- 22.Isaías 8:7-Isaías 63:14
- 23.Isaías 64:5-Jeremías 40:5
- 24.Jeremías 40:9-Ezequiel 20:47
- 25.Ezequiel 21:3-Ezequiel 48:27
- 26.Ezequiel 48:28-Amós 5:8
- 27.Amós 5:9-Mateo 7:26
- 28.Mateo 8:3-Mateo 28:16
- 29.Marcos 1:10-Marcos 15:9
- 30.Marcos 15:15-Lucas 17:9
- 31.Lucas 17:12-Juan 9:40
- 32.Juan 10:5-Hechos 7:8
- 33.Hechos 7:24-Hechos 22:14
- 34.Hechos 22:23-1 Corintios 12:24
- 35.1 Corintios 14:9-Hebreos 7:13
- 36.Hebreos 7:14-Apocalipsis 4:9
- 37.Apocalipsis 4:10-Apocalipsis 22:14