'He' en la Biblia
En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él se iba, he aquí dos varones en vestiduras blancas se pusieron junto a ellos;
Y Pedro le dijo: ¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti.
Y viniendo uno, les dio la noticia, diciendo: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel están en el templo, y enseñan al pueblo.
diciendo: ¿No os ordenamos rigurosamente, que no enseñaseis en este nombre? Y he aquí, habéis llenado a Jerusalén con vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre.
Ciertamente, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto.
y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre en pie a la diestra de Dios.
Entonces él se levantó, y fue. Y he aquí un etíope, eunuco, hombre de gran autoridad bajo Candace reina de los etíopes, el cual estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar,
Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora;
Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;
Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás.
Y mientras Pedro dudaba dentro de sí qué sería la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, que, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
Y mientras Pedro pensaba en la visión, el Espíritu le dijo: He aquí, tres hombres te buscan.
Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos; porque yo los he enviado.
Entonces Pedro, descendiendo a los hombres que le eran enviados por Cornelio, dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?
Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayuno; y a la hora novena yo oraba en mi casa, y he aquí un varón se puso delante de mí en vestidura resplandeciente,
Y he aquí, en seguida vinieron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí de Cesarea.
Y he aquí, el ángel del Señor vino, y una luz resplandeció en la cárcel; y golpeando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.
Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por un tiempo. Y al instante cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese de la mano.
Y quitado éste, les levantó por rey a David, del cual dio también testimonio, diciendo: He hallado a David, hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, el cual hará toda mi voluntad.
Y cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy yo? No soy yo Él. Mas, he aquí, viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de sus pies.
la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros; resucitando a Jesús; como también en el salmo segundo está escrito: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
Entonces Pablo y Bernabé, tomando denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas ya que la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto por luz de los gentiles, para que seas por salvación hasta lo último de la tierra.
Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, estaba allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero su padre era griego.
Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he conducido entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia;
y cómo nada que os fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
Y he aquí, ahora, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer;
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.
No he codiciado plata, u oro, o vestidura de nadie.
En todo os he enseñado que trabajando así, es necesario sobrellevar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.
Y cuando me fue dicho de como los judíos asechaban a este hombre, al punto le he enviado a ti, mandando también a los acusadores que digan delante de ti lo que tienen contra él. Pásalo bien.
alegando él en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
Y Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien.
Porque si algún agravio, o alguna cosa digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.
pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él.
Del cual no tengo cosa cierta que escribir a mi señor; por lo que le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir.
los cuales saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más estricta secta de nuestra religión, he vivido fariseo.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,
diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo.
Y aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos; a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos;
Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena.