'La' en la Biblia
En el principio ya era la Palabra, y aquel que es la Palabra era con el Dios, y la Palabra era Dios.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, para que todos creyesen por él.
El no era la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
Porque la ley por Moisés fue dada, mas la gracia y la verdad por Jesús, el Cristo, fue hecha.
Dijo: Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
éste es el que ha de venir tras mí, el cual es antes de mí; del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato.
Les dice: Venid y ved. Vinieron, y vieron dónde moraba, y permanecieron con él aquel día; porque era como la hora décima.
Y era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe halló a Natanael, y le dice: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
Le dice Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi.
Respondió Jesús y le dijo: Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees; cosas mayores que éstas verás.
Y al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: Vino no tienen.
Y estaban allí seis tinajuelas de piedra para agua, conforme a la purificación de los judíos, que cabían en cada una dos o tres cántaros.
Y estaba cerca la Pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén.
y a los que vendían las palomas, dijo: Quitad de aquí esto; no hagáis la Casa de mi Padre casa de mercado.
Por tanto, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron que les había dicho esto; y creyeron a la Escritura, y a la palabra que Jesús había dicho.
Y estando en Jerusalén en la Pascua, en el día de la Fiesta, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es.
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;
Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece a la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean redargüidas.
Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.
Pasado esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos, y bautizaba.
Porque Juan, no había sido aún puesto en la cárcel.
Y hubo cuestión entre los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación.
El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo es cumplido.
El que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas habla; el que viene del cielo, sobre todos es.
El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que al Hijo es incrédulo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.
Vino, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a José su hijo.
Y estaba allí la fuente de Jacob. Pues Jesús, cansado del camino, así se sentó a la fuente. Era como la hora sexta.
(Porque sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer.)
Y la mujer samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.
La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes el agua viva?
La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla.
Respondió la mujer, y le dijo: No tengo marido. Le dice Jesús: Bien has dicho: No tengo marido;
Le dice la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
Le dice Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salud viene de los Judíos.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Le dice la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo; cuando él viniere nos declarará todas las cosas.
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres:
Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.
Les dice Jesús: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
¿No decís vosotros que aún hay cuatro meses y la siega viene? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad el campo, porque ya están blancas para la siega.
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo : Que me dijo todo lo que he hecho.
Y decían a la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Y cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, vistas todas las cosas que había hecho en Jerusalén en la Fiesta; porque también ellos habían ido a la Fiesta.
Le dice Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó a la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
Entonces él les preguntó a qué hora comenzó a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a la séptima le dejó la fiebre.
Esta también el la segunda señal que Jesús hizo, cuando vino de Judea a Galilea.
Y hay en Jerusalén a la puerta de las ovejas un estanque, que en hebreo es llamado Betesda, el cual tiene cinco portales.
Y el que había sido sanado, no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar.
De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que oyeren vivirán.
No puedo yo de mí mismo hacer nada; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, del Padre.
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
¿Cómo podéis vosotros creer, pues tomáis la gloria los unos de los otros? Y no buscáis la gloria que de sólo Dios es.
Y estaba cerca la Pascua, la Fiesta de los judíos.
Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
Y ellos le recibieron de buena gana en el navío; y luego el navío llegó a la tierra donde iban.
El día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar, como vio que no había allí otra navecilla sino una, en la cual habían entrado sus discípulos, y que Jesús no había entrado con sus discípulos en el navío, sino que sus discípulos se habían ido solos;
cuando vio pues la multitud que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las navecillas, y vinieron a Capernaum buscando a Jesús.
Trabajad no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará; porque a éste señaló el Padre, que es Dios.
Respondió Jesús, y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él envió.
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que de todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
YO SOY el pan vivo que he descendido del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado, son Espíritu y son vida.
Y estaba cerca la Fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos.
Mas como sus hermanos hubieron subido, entonces él también subió al día de la Fiesta, no manifiestamente, sino como en cubierto.
Y al medio de la Fiesta subió Jesús al Templo, y enseñaba.
El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo.
El que habla de sí mismo, gloria propia busca; mas el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.
¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué me procuráis matar?
Cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en sábado circuncidáis al hombre.
Si recibe un hombre la circuncisión en sábado, sin que la ley de Moisés sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en sábado hice sano del todo a un hombre?
Mas en el postrer día, el día grande de la Fiesta, se puso de pie y clamó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.
¿No dice la Escritura, que de la simiente de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, vendrá el Cristo?
Sino este pueblo que no sabe la ley, malditos son.
Y por la mañana volvió al Templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.
y en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú pues, ¿qué dices?
Y como perseverasen preguntándole, se enderezó, y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.
Oyendo pues ellos esto (redargüidos de la conciencia), se salían uno a uno, comenzando desde los más viejos (hasta los postreros), y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.
Y enderezándose Jesús, y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: ¿Mujer, dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
Y les habló Jesús otra vez, diciendo: YO SOY la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida.
Vosotros según la carne juzgáis; mas yo no juzgo a nadie.
y conoceréis la Verdad, y la Verdad os libertará.
Pero ahora procuráis matarme, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham.
Vosotros de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. El, homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira .
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