'Tú' en la Biblia
Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Y he aquí tu prima Elisabet, la que llamaban estéril, ella también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella;
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase a mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.
y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
Porque he aquí, tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Y le dijeron: No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.
Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para preparar sus caminos;
Señor, ahora despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
luz para revelación a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.
(Y una espada traspasará también tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
Y cuando le vieron, se asombraron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
y: En sus manos te sostendrán, para que no tropieces tu pie en piedra.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.
Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios. Pero Él les reprendía y no les dejaba hablar; porque sabían que Él era el Cristo.
Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
Y Él le mandó que no lo dijese a nadie; Pero ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no miras la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, cuando tú mismo no miras la viga que está en tu propio ojo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza.
Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, y quieren verte.
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha salvado; ve en paz.
Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá tu hijo.
Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y predica el reino de Dios.
Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres levantada, hasta el infierno serás arrojada.
Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
La luz del cuerpo es el ojo; así que cuando tu ojo es sencillo, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.
Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara con su resplandor te alumbra.
Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
Y cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad.
Cuando seas convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él,
y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos.
ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido sano y salvo.
Pero él, respondiendo, dijo a su padre: He aquí, tantos años te he servido, no habiendo desobedecido jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos.
Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has matado para él el becerro grueso.
Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
Mas era necesario hacer fiesta y gozarnos, porque éste, tu hermano, muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.
Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, y siéntate pronto, y escribe cincuenta.
Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta.
Y Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado, y tú atormentado.
Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.
¿No le dice más bien: Adereza qué cene, y cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado.
Los mandamientos sabes: No cometerás adulterio: No matarás: No hurtarás: No dirás falso testimonio: Honra a tu padre y a tu madre.
Y Jesús le dijo: Recibe la vista, tu fe te ha salvado.
Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha ganado cinco minas.
E igualmente dijo a éste: Tú también sé sobre cinco ciudades.
Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
diciendo: ¡Oh si hubieses conocido, aun tú, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos.
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
mas yo he rogado por ti, para que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
Y Él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces.
Y un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no soy.
¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y Él les dijo: Si os lo dijere, no creeréis;
Entonces todos dijeron: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y Él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo Él, dijo: Tú lo dices.
y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿No temes tú a Dios, aun estando en la misma condenación?
Y dijo a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú sólo un forastero en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?