'Diciendo' en la Biblia
Y después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se encubrió por cinco meses, diciendo:
Y demandando la tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
Y todos los que las oían, las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
Y de repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo:
Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo:
Y ellos le preguntaban, diciendo: ¿Pues qué haremos?
Y le preguntaron también los soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No oprimáis, ni acuseis falsamente a nadie; y estad contentos con vuestros salarios.
respondió Juan, diciendo a todos: Yo, a la verdad, os bautizo en agua; mas viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego;
diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.
Y Jesús le increpó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
Y hubo espanto en todos, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y potencia manda a los espíritus inmundos, y salen?
Y salían también demonios de muchos, dando voces, y diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Mas él riñéndoles no les dejaba hablar; porque sabían que él era el Cristo.
Lo cual viendo Simón Pedro, se derribó de rodillas a Jesús, diciendo: Apartate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, postrándose sobre el rostro, le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y luego la lepra se fue de él.
Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?
Y tomó espanto a todos, y glorificaban a Dios; y fueron llenos de temor, diciendo: Hemos visto maravillas hoy.
Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?
Cuando ellos llegaron a Jesús, le rogaron con insistencia, diciendo: {El centurión} es digno de que le concedas esto;
Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciendo: ``Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo;
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Que un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y que Dios ha visitado a su pueblo.
y envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y como los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y como vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora.
Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando fue nacida, llevó fruto a ciento por uno. Diciendo estas cosas clamaba: El que tiene oídos para oír, oiga.
Y sus discípulos le preguntaron, diciendo, qué era ésta parábola.
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte.
Y acercándose a él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado él, increpó al viento y a la furia del agua; y cesaron, y fue hecha grande bonanza.
Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y al agua manda, y le obedecen?
Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué nombre tienes? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Mientras estaba todavía hablando, vino* alguien de {la casa del} oficial de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.
Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo: No temas; cree solamente, y será sanada.
Y él, echados todos fuera, tomándola de la mano, clamó, diciendo: Muchacha, levántate.
Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dice el pueblo que soy?
diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
Y diciendo él esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo; que es el único que tengo;
Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
Pero Marta se distraía en muchos servicios; y vino a Él, diciendo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Y aconteció que diciendo él estas cosas, una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.
Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había llevado muchos frutos;
y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué haré, porque no tengo dónde juntar mis frutos?
Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en día de reposo, reaccionó diciendo a la multitud: Hay seis días en los cuales se debe trabajar; venid, pues, en esos {días} y sed sanados, y no en día de reposo.
Y diciendo estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; mas todo el pueblo se gozaba de todas las cosas gloriosas que eran por él hechas.
Después que el padre de familia se levantare, y cerrare la puerta, y comenzaréis a estar fuera, y a tocar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá: No os conozco de dónde seáis.
Y respondiendo Jesús, habló a los doctores de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en sábado?
Y les respondió, diciendo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cayere en un pozo, no lo sacará luego en día de sábado?
diciendo: Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.
Y murmuraban los fariseos y los escribas, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
Y cuando la hubiere hallado, junta las amigas y las vecinas, diciendo: Regocijad conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.
Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo, me arrepiento; tú le perdonarás.
y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros.
diciendo: Había un juez en una ciudad, el cual ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: Defiéndeme de mi adversario.
Mas el publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho, diciendo: Dios, reconcíliame, pecador.
Y le preguntó un príncipe, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?
Entonces dio voces, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí.
diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea.
Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
Estando ellos oyendo estas cosas, Jesús continuó diciendo una parábola, porque El estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas.
Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
diciendo: Id a la aldea de enfrente; en la cual cuando entrareis, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo.
diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en lo altísimo!
diciendo: ¡Oh si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos.
y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta potestad?
Mas ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creisteis?
Mas los labradores, viéndole, pensaron entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle para que la heredad sea nuestra.
Los cuales le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no tienes respeto a persona; antes enseñas el camino de Dios con verdad.
diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muriere teniendo mujer, y muriere sin hijos, que su hermano tome la mujer, y levante simiente a su hermano.
Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas hayan de comenzar a ser hechas?
El entonces dijo: Mirad, no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y, el tiempo está cerca; por tanto, no vayáis en pos de ellos.
Y envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, aparejadnos el cordero de la pascua para que comamos.
Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
Asimismo también tomó y les dio el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el Nuevo Testamento en mi sangre, que por vosotros se derrama.
diciendo: Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.
Y como una hora pasada otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.
y cubriéndole, herían su rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza quién es el que te hirió.
Cuando se hizo de día, se reunió el concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes como los escribas, y llevaron a Jesús ante su concilio, diciendo:
diciendo: ¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeríais;
Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte la nación, y que veda dar tributo a César, diciendo que él es Cristo, un Rey.
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, dijo: Tú lo dices.
Mas ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: Quita a éste, y suéltanos a Barrabás.
Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: Cuélguenle, cuélguenle.
Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos; sálvese a sí, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo.
Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación?
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea colgado en un madero, y resucite al tercer día.
y no hallando su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive.
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