'Quiero' en la Biblia
Y dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma esposa de las hijas de Het, como éstas, de las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero la vida?
Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare, y dijere: No quiero tomarla,
Si tienes algo qué decir, respóndeme; habla, porque yo te quiero justificar.
¿Para qué me sirven a mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos.
que dice de Ciro: Él es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero, al decir a Jerusalén: Serás edificada; y al templo: Serán echados tus cimientos.
que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;
así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Porque así dice Jehová a los eunucos que guardaren mis sábados, y escogieren lo que yo quiero, y abrazaren mi pacto:
¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?
Porque yo no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Jehová, convertíos, pues, y viviréis.
Y Jesús extendiendo su mano le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
Mas si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes.
Y llamando Jesús a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino.
Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este postrero igual que a ti.
¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O es malo tu ojo porque yo soy bueno?
Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
Y Jesús, teniendo compasión de él, extendió su mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio.
Entonces ella entró apresuradamente ante el rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me es entregada, y a quien quiero la doy.
Y extendiendo su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
Fuego vine a meter en la tierra; ¿y qué quiero, si ya está encendido?
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo; para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Tú sígueme.
Salió entonces este dicho entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo: No morirá; sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga ¿qué a ti?
Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.
Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado) para tener algún fruto también entre vosotros, así como entre los otros gentiles.
Pues lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero; sino lo que aborrezco, eso hago.
Y si lo que no quiero, eso hago, apruebo que la ley es buena.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, éste hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí.
Hallo, pues, esta ley, que cuando quiero hacer el bien, el mal está en mí.
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en vosotros mismos, que en parte el endurecimiento ha acontecido a Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos. Así que me gozo de vosotros; mas quiero que seáis sabios para el bien, y simples para el mal.
Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron a través del mar;
Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.
Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo.
Y en cuanto a los dones espirituales, no quiero hermanos, que ignoréis.
Porque no quiero ahora veros de paso; pues espero estar con vosotros algún tiempo, si el Señor lo permite.
para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas.
Pues temo que cuando llegare, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, disensiones, insidias, murmuraciones, presunciones, desórdenes.
Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe?
Mas quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio;
Mas quiero que sepáis cuán grande lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro en la carne;
Mas no quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.
Quiero, pues, que las mujeres jóvenes se casen, engendren hijos, gobiernen su casa; que ninguna ocasión den al adversario para decir mal.
Palabra fiel es ésta, y estas cosas quiero que afirmes constantemente, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.
Yo tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con tinta y pluma,
Quiero, pues, recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de la tierra de Egipto, después destruyó a los que no creyeron.