'Las' en la Biblia
Por el olor de tus suaves unguüentos, (Ungüento derramado es tu nombre,) Por eso las doncellas te amaron.
Morena soy, oh hijas de Jerusalem, Mas codiciable; Como las cabañas de Cedar, Como las tiendas de Salomón.
Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, Sal, yéndote por las huellas del rebaño, Y apacienta tus cabritas junto á las cabañas de los pastores.
Las vigas de nuestra casa son de cedro, Y de ciprés los artesonados.
Como el lirio entre las espinas, Así es mi amiga entre las doncellas.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, Por las gamas y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor Hasta que quiera.
Mi amado es semejante al gamo, ó al cabrito de los ciervos. Helo aquí, está tras nuestra pared, Mirando por las ventanas, Mostrándose por las rejas.
Hanse mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción es venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola;
La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne Dieron olor: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente.
Cazadnos las zorra, las zorras pequeñas, que echan á perder las viñas; Pues que nuestras viñas están en cierne.
Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, Tórnate, amado mío; sé semejante al gamo, ó al cabrito de los ciervos, Sobre los montes de Bether.
POR las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma: Busquélo, y no lo hallé.
Levantaréme ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles y por las plazas Buscaré al que ama mi alma: Busquélo, y no lo hallé.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, Por las gamas y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.
Sus columnas hizo de plata, Su respaldo de oro, su cielo de grana, Su interior enlosado de amor, Por las doncellas de Jerusalem.
Hasta que apunte el día y huyan las sombras, Iréme al monte de la mirra, Y al collado del incienso.
Conmigo del Líbano, oh esposa, Conmigo ven del Líbano: Mira desde la cumbre de Amana, Desde la cumbre de Senir y de Hermón, Desde las guaridas de los leones, Desde los montes de los tigres.
Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! Cuánto mejores que el vino tus amores, Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
Nardo y azafrán, Caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso; Mirra y áloes, con todas las principales especias.
Yo dormía, pero mi corazón velaba: La voz de mi amado que llamaba: Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía; Porque mi cabeza está llena de rocío, Mis cabellos de las gotas de la noche.
Yo me levanté para abrir á mi amado, Y mis manos gotearon mirra, Y mis dedos mirra que corría Sobre las aldabas del candado.
¿Qué es tu amado más que otro amado, Oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué es tu amado más que otro amado, Que así nos conjuras?
Sus ojos, como palomas junto á los arroyos de las aguas, Que se lavan con leche, y a la perfección colocados.
¿DONDE se ha ido tu amado, Oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Adónde se apartó tu amado, Y le buscaremos contigo?
Mi amado descendió á su huerto, á las eras de los aromas Para apacentar en los huertos, y para coger los lirios.
Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, Y las doncellas sin cuento:
Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; Unica es á su madre, Escogida á la que la engendró. Viéronla las doncellas, y llamáronla bienaventurada; Las reinas y las concubinas, y la alabaron.
Al huerto de los nogales descendí A ver los frutos del valle, Y para ver si brotaban las vides, Si florecían los granados.
Tu cuello, como torre de marfil; Tus ojos, como las pesqueras de Hesbón junto á la puerta de Bat-rabbim; Tu nariz, como la torre del Líbano, Que mira hacia Damasco.
Levantémonos de mañana á las viñas; Veamos si brotan las vides, si se abre el cierne, Si han florecido los granados; Allí te daré mis amores.
Las mandrágoras han dado olor, Y á nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas. Que para ti, oh amado mío, he guardado.
Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre toda la hacienda de su casa por este amor, De cierto lo menospreciaran.
Mi viña, que es mía, está delante de mí: Las mil serán tuyas, oh Salomón, Y doscientas, de los que guardan su fruto.
Huye, amado mío; Y sé semejante al gamo, ó al cervatillo, Sobre las montañas de los aromas.
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