'Quién' en la Biblia
Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, vestido, y en su juicio, a los pies de Jesús; y tuvieron miedo.
Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
Y dijo Herodes: A Juan yo degollé: ¿quién pues será éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dice el pueblo que soy?
Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
Todas las cosas me son entregadas de mi Padre; y nadie sabe quién sea el Hijo sino el Padre; ni quién sea el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar.
Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó entre ladrones?
Les dijo también: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a medianoche, y le dirá: Amigo, préstame tres panes,
Pues si yo echo fuera los demonios en Beelzebú, ¿vuestros hijos en quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
Mas os enseñaré a quién temáis: temed a aquel que después de ser matado, tiene potestad de echar en el quemadero; así os digo: a éste temed.
Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros?
Y le dijo Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será?
¿Y quién de vosotros podrá con su afán añadir a su estatura un codo?
Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que a tiempo les dé su ración?
Ni para la tierra, ni para el muladar es buena; fuera la arrojan. Quien tiene oídos para oír, oiga.
Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles. ¿Quién os confiará lo verdadero?
Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Y a sus discípulos dice: Imposible es que no vengan escándalos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!
¿Y quién de vosotros tiene un siervo que ara o apacienta, que vuelto del campo le diga luego: Pasa, siéntate a la mesa?
¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y los que lo oían, dijeron: ¿Y quién podrá ser salvo?
Y procuraba ver quién era Jesús; mas no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿O quién es el que te ha dado esta potestad?
Mostradme un denario. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
Y hubo entre ellos una contienda, quién de ellos parecía que había de ser el mayor.
y cubriéndole, herían su rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza quién es el que te hirió.
Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas, que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
Le dijeron: ¿Pues quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Y Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros ha estado, quien vosotros no conocéis;
Y yo no le conocía; mas el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu, y que permanece sobre él, éste es el que bautiza con Espíritu Santo.
Felipe halló a Natanael, y le dice: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
Respondió Jesús y le dijo: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú pedirías de él, y él te daría agua viva.
Y le preguntaron entonces: ¿Quién es el hombre que te dijo: Toma tu lecho y anda?
Y el que había sido sanado, no sabía quién fuese; porque Jesús se había apartado de la multitud que estaba en aquel lugar.
No penséis que yo os tengo que acusar delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien vosotros esperáis.
Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
Mas hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.
Y le respondió Simón Pedro: Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes las palabras de vida eterna.
Respondió el pueblo, y dijo: Demonio tienes; ¿quién te procura matar?
Y le decían: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: El que al principio también os he dicho.
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
Y no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga.
¿Eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? Y los profetas murieron; ¿quién te haces?
Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego?
mas cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene edad, preguntadle a él; él hablará de sí.
Respondió él, y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?
Mas el asalariado, y que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene, y deja las ovejas, y huye, y el lobo las arrebata, y esparce las ovejas.
¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
Le respondió el pueblo: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre, ¿cómo pues dices tú: Conviene que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?
Para que se cumpliese la palabra que dijo el profeta Isaías: ¿Señor, quién creerá a nuestro dicho? ¿Y el brazo del Señor, a quién es revelado?
El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.
Porque sabía quién era el que lo entregaba; por eso dijo: No sois limpios todos.
Entonces los discípulos mirábanse los unos a los otros, dudando de quién decía.
A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien decía.
El, entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: Señor, ¿quién es?
Respondió Jesús: Aquel es, a quien yo diere el bocado mojado. Y mojando el bocado, lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón.
Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y les dijo: ¿A quién buscáis?
Les volvió, pues, a preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús Nazareno.
Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?
Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados ciertamente hicieron esto.
Le dice Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dice: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Les dice Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: ¿Tú, quién eres? Sabiendo que era el Señor.
Volviéndose Pedro, ve a aquel discípulo al cual amaba Jesús, que les seguía, el que también se había recostado a su pecho en la cena, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?
Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio.
Porque el hombre en quien había sido hecho este milagro de sanidad, era de más de cuarenta años.
Entonces el que injuriaba a su prójimo, le rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez sobre nosotros?
A este Moisés, al cual habían rehusado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez? A éste envió Dios por príncipe y redentor con la mano del ángel que le apareció en la zarza.
en su humillación su juicio fue quitado; mas su generación, ¿Quién la contará? Porque es quitada de la tierra su vida.
Y respondiendo el eunuco a Felipe, dijo: Te ruego ¿de quién dice el profeta esto? ¿De sí, o de alguno otro?
Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él Señor dijo: YO SOY Jesus el Nazareno a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Así que, si Dios les dio el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesús el Cristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?
Ahora pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no veas el sol por algún tiempo. Y luego cayeron en él obscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le diese la mano.
Mas cuando Juan cumpliese su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él ; mas he aquí, viene tras mí uno , cuyo calzado de los pies no soy digno de desatar.
Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; mas vosotros, ¿quiénes sois?
Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en ellos, y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
Entonces el escribano, apaciguando al pueblo, dijo: Varones efesios ¿y quién hay de los hombres que no sepa que la ciudad de los efesios es honradora de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?
Y venido a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
Entonces llegando el tribuno, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas; y preguntó quién era, y qué había hecho.
Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo Soy Jesus de Nazaret, a quien tú persigues.
Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo Soy Jesús, a quien tú persigues.
no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios;
todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno;
Por tanto, de la manera que el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó a todos los hombres en aquel en quien todos pecaron.
¿O no sabéis que a quien os presentáis a vosotros mismos como siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?
¿Pues qué diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién será contra nosotros?
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que los justifica.
¿Quién es el que los condenará? El Ungido, Jesús, es el que murió; más aun, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también demanda por nosotros.
¿Quién nos apartará de la caridad del Cristo? ¿tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o cuchillo?
Me dirás pues: ¿Por qué, pues, se enoja? porque ¿quién resistirá a su voluntad?
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? O dirá el vaso de barro al que lo labró: ¿Por qué me has hecho tal?
Mas de la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer de lo alto al Cristo);
o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para volver a traer el Cristo de los muertos.)
¿Cómo, pues invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quién les predique?
Mas no todos obedecen al Evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
Porque ¿quién entendió el intento del Señor? ¿O quién fue su consejero?
¿O quién le dio a él primero, para que le sea pagado?