'Tú' en la Biblia
- 1.Gé 3:9-Gé 27:13
- 2.Gé 27:19-Gé 50:16
- 3.Gé 50:17-Éx 27:20
- 4.Éx 28:1-Números 5:20
- 5.Números 5:21-Deuteronomio 6:20
- 6.Deuteronomio 6:21-Deuteronomio 15:18
- 7.Deuteronomio 15:19-Deuteronomio 26:2
- 8.Deuteronomio 26:3-Josué 1:2
- 9.Josué 1:5-Rut 1:15
- 10.Rut 1:16-1 Samuel 23:17
- 11.1 Samuel 23:20-2 Samuel 13:7
- 12.2 Samuel 13:10-1 Reyes 3:6
- 13.1 Reyes 3:7-1 Reyes 20:6
- 14.1 Reyes 20:9-1 Crónicas 17:19
- 15.1 Crónicas 17:20-Esdras 7:25
- 16.Esdras 7:26-Job 22:13
- 17.Job 22:15-Salmos 17:15
- 18.Salmos 18:15-Salmos 44:26
- 19.Salmos 45:3-Salmos 71:16
- 20.Salmos 71:18-Salmos 89:19
- 21.Salmos 89:26-Salmos 119:70
- 22.Salmos 119:72-Salmos 145:6
- 23.Salmos 145:7-Eclesiastés 5:2
- 24.Eclesiastés 5:6-Isaías 33:1
- 25.Isaías 33:2-Isaías 60:20
- 26.Isaías 60:21-Jeremías 24:3
- 27.Jeremías 25:28-Ezequiel 4:3
- 28.Ezequiel 4:4-Ezequiel 25:6
- 29.Ezequiel 26:11-Daniel 4:27
- 30.Daniel 4:32-Nahúm 3:13
- 31.Nahúm 3:18-Marcos 3:11
- 32.Marcos 3:32-Lucas 22:32
- 33.Lucas 22:34-Hechos 4:25
- 34.Hechos 4:27-Hebreos 1:5
- 35.Hebreos 1:8-Apocalipsis 18:14
La multitud estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos (y tus hermanas) te buscan fuera.
Pero Jesús no le permitió, sino le dijo: Vete a tu casa a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
El le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
Hablando aún él, vinieron de casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas más al Maestro?
Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijera al padre o a la madre, morirá irremisiblemente.
Entonces le dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: ¡Tú eres el Cristo!
Y le respondió Juan, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera los demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía.
Mas si tu mano te hace caer, córtala; mejor te es entrar a la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado;
Y si tu pie te hace caer, córtalo: mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado;
Y si tu ojo te hace caer, sácalo: mejor te es entrar al Reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno;
Los mandamientos sabes: No adulteres. No cometas homicidio. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.
Entonces Jesús mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu madero (si quieres ser perfecto).
Y ellos le dijeron: Danos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu diestra, y el otro a tu siniestra.
Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y luego recibió la vista, y seguía a Jesús en el camino.
Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu pensamiento, y de todas tus fuerzas: éste es el principal mandamiento.
Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
Y le dice Jesús: De cierto te digo hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.
Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son a ti posibles; traspasa de mí este vaso; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dice: Y tú con Jesús el Nazareno estabas.
Mas él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres Galileo, y tu habla es semejante.
Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.
Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el Templo de Dios, y en tres días lo edificas,
Mas el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te engendrará un hijo, y llamarás su nombre Juan.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Gozo hallas, amada! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Y he aquí, Elisabet tu parienta, también ella ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella que era llamada la estéril;
Entonces María dijo: He aquí la criada del Señor; cúmplase en mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
Porque he aquí, cuando llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Y le dijeron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que se llame con este nombre.
Y tú, niño: profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos;
Ahora despides, Señor, a tu siervo, Conforme a tu palabra, en paz;
lumbre para ser revelada a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.
(y una espada traspasará tu misma alma), para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones.
Y cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor.
y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y fue hecha una voz del cielo que decía: TÚ eres mi Hijo amado, en ti es mi placer.
pues si tú adorares delante de mí, serán todos tuyos.
y en las manos te llevarán, para que no dañes tu pie en piedra.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.
Y salían también demonios de muchos, dando voces, y diciendo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios. Mas él riñéndoles no les dejaba hablar; porque sabían que él era el Cristo.
Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, habiendo trabajado toda la noche, nada hemos tomado; mas en tu palabra echaré la red.
Y él le mandó que no lo dijera a nadie; mas ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para que les conste.
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados, (dice al paralítico): A ti digo, levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
Y mirándolos a todos alrededor, dice al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restituida sana como la otra.
¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y la viga que está en tu propio ojo no consideras?
¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja, echaré fuera la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga, que está en tu ojo? Hipócrita, echa primero fuera de tu ojo la viga, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
y envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y como los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi ángel delante de tu faz, El cual aparejará tu camino delante de ti.
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos de su cabeza.
Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte.
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, predicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Y él dijo: Confía hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
Estando aún él hablando, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija está muerta, no des trabajo al Maestro.
Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿Hasta cuándo tengo que estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no te sigue con nosotros.
Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y anuncia el Reino de Dios.
Y tú, Capernaum, que hasta los cielos estás levantada, hasta el Hades serás abatida.
Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos; sea tu Nombre santificado. Venga tu Reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo fuere sincero, también todo tu cuerpo será resplandeciente; mas si fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso.
Así que, siendo todo tu cuerpo resplandeciente, no teniendo alguna parte de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara de resplandor te alumbra.
Y le dijo Dios: Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será?
Pues cuando vas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
Cuando Jesús la vio, la llamó, y le dijo: Mujer, libre eres de tu enfermedad.
Cuando fueres llamado de alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honrado que tú esté por él convidado,
ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y delante de ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Y él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha matado el becerro grueso, por haberle recibido salvo.
Mas él respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años te sirvo, no habiendo traspasado jamás tu mandamiento, y nunca me has dado un cabrito para hacer banquete con mis amigos;
Mas cuando vino éste tu hijo, que ha consumido tu sustento con rameras, has matado para él el becerro grueso.
El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
mas era necesario hacer banquete y regocijarnos, porque éste tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Y le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.
Y él dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta.
Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
Y le dijo Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
Mirad por vosotros; si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.
Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día se volviere a ti, diciendo, me arrepiento; tú le perdonarás.
¿No le dice antes: Adereza qué cene, y arremángate, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come tú y bebe?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.
Los mandamientos sabes: No cometerás homicidio; no adulterarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.
Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha hecho salvo.
Y como vino a aquel lugar Jesús, mirando, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa.
Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas.
Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.
Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que quito lo que no puse, y que siego lo que no sembré;
diciendo: ¡Oh si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos.
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
mas yo he rogado por ti que tu fe no falte; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.
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