'Él' en la Biblia
Y viéndole, se turbó Zacarías, y cayó temor sobre él.
Porque él irá delante de Él en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la sabiduría de los justos, para preparar un pueblo dispuesto para el Señor.
Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se maravillaban de que él se demorase en el templo.
Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor era con él.
en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida.
para ser empadronado con María su esposa, desposada con él, la cual estaba a punto de dar a luz.
Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre JESÚS; como fue llamado por el ángel antes que Él fuese concebido en el vientre.
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Y vino por el Espíritu al templo. Y cuando los padres metieron al niño Jesús en el templo, para hacer por Él conforme a la costumbre de la ley,
él entonces le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él.
Y ésta, viniendo en la misma hora, también daba gracias al Señor, y hablaba de Él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre Él.
Entonces Él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Y él vino por toda la tierra alrededor del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados,
Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?
Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.
Y el pueblo estaba en expectativa, y se preguntaban todos en sus corazones en cuanto a Juan, si él sería el Cristo.
Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene quien es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado: Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.
Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho,
y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Quítate de delante de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás.
Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de Él por un tiempo.
Y Él enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó: Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él.
Y todos daban testimonio de Él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es Éste el hijo de José?
Pero Él, pasando por en medio de ellos, se fue.
Y Jesús le reprendió, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.
Y a la puesta del sol, todos aquellos que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a Él; y Él ponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba.
Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios. Pero Él les reprendía y no les dejaba hablar; porque sabían que Él era el Cristo.
Y cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando hasta Él, le detenían para que no se fuera de ellos.
Pero Él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades yo predique el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado.
Y aconteció, que estando Él junto al lago de Genezaret, la multitud se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios.
Porque temor le había rodeado, y a todos los que estaban con él, a causa de la presa de los peces que habían tomado;
Y extendiendo su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
Y Él le mandó que no lo dijese a nadie; Pero ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio a ellos.
Pero su fama mucho más se extendía, y grandes multitudes se reunían para oírle, y ser sanados por Él de sus enfermedades.
Y aconteció un día, que Él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados; los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén: Y el poder del Señor estaba allí para sanarlos.
Y he aquí unos hombres que traían sobre un lecho a un hombre que estaba paralítico; y procuraban meterle, y ponerle delante de Él.
Y al ver Él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
Y Él les dijo: ¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?
Y aconteció en el segundo sábado después del primero, que pasando Él por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y comían, restregándolas con las manos.
Respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban;
cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?
Y aconteció también en otro sábado, que Él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha.
Pero Él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie.
Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada, sana como la otra.
Y toda la multitud procuraba tocarle; porque poder salía de Él, y sanaba a todos.
Y alzando Él sus ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres; porque vuestro es el reino de Dios.
Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando nada a cambio; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es benigno para con los ingratos y malos.
porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Y aconteció el siguiente día, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
Y esta fama de Él salió por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
Pero los fariseos y los doctores de la ley, rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.
Y uno de los fariseos le rogó que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
y estando detrás de Él a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien le perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado.
Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Y aconteció después, que caminaba Él por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él,
Y cuando se juntó una gran multitud, y vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola:
Y Él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
Entonces vinieron a Él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud.
Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la ponen por obra.
Y aconteció un día que Él entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban.
Y viniendo a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, reprendió al viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza.
Y llegando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogó que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió.
Y aquel hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le despidió, diciendo:
Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado?
Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.
Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha salvado; ve en paz.
Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme.
Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta.
Mas Él echó fuera a todos, y tomándola de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate.
Entonces su espíritu volvió, y se levantó en seguida; y Él mandó que le diesen de comer.
Y sus padres estaban atónitos; pero Él les mandó que a nadie dijesen lo que había sido hecho.
Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que Él hacía; y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha resucitado de los muertos;
Y cuando la gente lo supo, le siguieron; y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
Y Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.
Y aconteció que estando Él aparte orando, estaban con Él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Mas Él, amonestándoles, les mandó que a nadie dijesen esto,
Y he aquí dos varones que hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías;
que aparecieron con gloria, y hablaban de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén.
Y Pedro y los que estaban con Él, estaban cargados de sueño; y despertando, vieron su gloria, y a los dos varones que estaban con Él.
Y aconteció que apartándose ellos de Él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí, y hagamos tres tabernáculos, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que decía.
Y diciendo él esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
y he aquí un espíritu le toma, y de repente da gritos; y le sacude y le hace echar espuma, e hiriéndole difícilmente se aparta de él.
Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de samaritanos, para preparar para Él.