'Una' en la Biblia
- 1.Gé 2:24-Éx 26:36
- 2.Éx 27:16-Deuteronomio 4:42
- 3.Deuteronomio 9:12-1 Samuel 13:21
- 4.1 Samuel 14:12-1 Reyes 17:10
- 5.1 Reyes 17:12-Job 9:22
- 6.Job 13:25-Jeremías 52:22
- 7.Ezequiel 1:4-Daniel 9:27
- 8.Daniel 10:10-Marcos 15:37
- 9.Marcos 15:46-Juan 17:21
- 10.Juan 17:22-Hebreos 1:11
- 11.Hebreos 2:3-Apocalipsis 21:21
¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que lo oyeron a él mismo;
Porque es imposible que los que una vez recibieron la luz, y que gustaron aquel don celestial, y que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo;
porque nada perfeccionó la ley, sino la introducción de una mejor esperanza (por la cual nos acercamos a Dios.)
Que no tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer sacrificios primero por sus pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo UNA VEZ ofreciéndose a sí mismo.
que tenía un incensario de oro, y el Arca del Pacto cubierta por todas partes de oro; en donde estaba una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció, y las Tablas del Testamento.
Mas en el segundo, sólo el sumo sacerdote entraba una vez en el año, no sin sangre, la cual ofrece por su propia ignorancia y la del pueblo.
y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre entró una sola vez en el Santuario diseñado para eterna redención.
Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza esparcida de una becerra, santifica a los inmundos para purificación de la carne,
Y no para ofrecerse muchas veces a sí mismo, (como entra el sumo sacerdote en el santuario una vez cada año con la sangre ajena.)
De otra manera sería necesario que hubiera padecido muchas veces desde el principio del mundo; mas ahora UNA VEZ en la consumación de los siglos, para deshacer el pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo.
Y de la manera que está establecido a los hombres, que mueran una vez; y después, el juicio,
así también el Cristo es ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; la segunda vez se manifestará para salud a los que sin pecado lo esperan.
Porque la ley teniendo una sombra de los bienes venideros, no la representación misma de las cosas, nunca puede hacer perfectos a los que se allegan por los mismos sacrificios que ofrecen continuamente cada año.
De otra manera cesarían de ofrecerse, porque los que sacrificaran, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado.
En esa voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesús, el Cristo, hecha UNA VEZ.
porque con una sola ofrenda hizo consumados para siempre a los santificados.
sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.
De una parte ciertamente con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y de otra parte hechos compañeros de los que estaban en tal estado.
Porque de mis prisiones también os resentisteis conmigo, y el robo de vuestros bienes padecisteis con gozo, conociendo que tenéis en vosotros una mejor sustancia en los cielos, y que permanece.
Por tanto nosotros también, teniendo puesta sobre nosotros una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos por paciencia la carrera que nos es propuesta,
Que ninguno sea fornicario o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura.
(porque no podían tolerar lo que se decía: y, si una bestia tocare al monte, será apedreada, o pasada con dardo;
La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aún una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo.
Y lo que dice: Aún una vez, declara el quitar de las cosas movibles, como de cosas hechizas, para que queden las que son firmes.
Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda, es semejante a la onda del mar, que es movida del viento, y es echada de una parte a otra.
De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, no conviene que estas cosas sean así hechas.
¿Echa alguna fuente por una misma abertura agua dulce y amarga?
vosotros también, como piedras vivas, son edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesús el Cristo.
Y finalmente, sed todos de un consentimiento, de una afección, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;
Porque también el Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
los cuales en el tiempo pasado fueron desobedientes, cuando una vez se esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, cuando se aparejaba el arca; en la cual pocas, es a saber, ocho personas fueron salvas por agua.
A la figura de la cual el bautismo que ahora corresponde nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, mas dando testimonio de una buena conciencia delante de Dios,) por la resurrección de Jesús el Cristo,
Porque él había recibido de Dios el Padre honra y gloria, cuando una tal voz fue a él enviada de la magnífica gloria: Este es el amado Hijo mío, en el cual yo me he agradado.
Tenemos también la palabra de los profetas más firme, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.
Mas, oh amados, no ignoréis una cosa: y es que un día delante del Señor es como mil años y mil años son como un día.
Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de la común salud, me ha sido necesario escribiros amonestándoos que os esforcéis a perseverar en la fe, que ha sido una vez dada a los santos.
Yo fui en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
y en medio de los siete candeleros, uno semejante al Hijo de hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por los pechos con una cinta de oro.
Y tenía en su diestra siete estrellas; y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al que venciere, daré a comer del Maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un Nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
Después de estas cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que es necesario que sean hechas después de éstas.
Y el que estaba sentado, era al parecer semejante a una piedra de Jaspe y de Sardónice; y un arco del cielo estaba alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda.
Y miré cuando el Cordero hubo abierto el primer sello, y oí al primero de los cuatro animales diciendo como con una voz de trueno: Ven y ve.
Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que estaba sentado encima de él, tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió victorioso, para que también venciera.
Y salió otro caballo bermejo, y al que estaba sentado sobre él, le fue dado poder de quitar la paz de la tierra; y que se maten unos a otros; y le fue dada una gran espada.
Y oí una voz en medio de los cuatro animales, que decía: Un cheniz de trigo por un denario, y tres chenizes de cebada por un denario; y no hagas daño al vino, ni al aceite.
Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas naciones y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de luengas ropas blancas, y palmas en sus manos;
Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha encendida, y cayó en la tercera parte de los ríos, y en las fuentes de las aguas.
Y el quinto ángel tocó la trompeta; y vi una estrella que cayó del cielo en la tierra; y le fue dada la llave del pozo sin fondo del abismo.
Y el sexto ángel tocó la trompeta; y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro, el cual está delante de los ojos de Dios;
Y vi otro ángel fuerte descender del cielo, vestido de una nube, y el arco del cielo estaba en su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Y cuando los siete truenos hubieron hablado sus voces, yo iba a escribir, y oí una voz del cielo, que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas.
Y oí una voz del cielo que hablaba otra vez conmigo, y me decía: Anda ve, y toma el libro abierto en la mano del ángel que está sobre el mar y sobre la tierra.
Y me fue dada una caña semejante a una vara, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron.
Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Y fue hecha una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus ángeles.
Y oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora es hecha en el cielo salvación, y virtud, y Reino de nuestro Dios, y potencia de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos es ya derribado, el cual los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
Y yo me paré sobre la arena del mar, y vi una bestia subir del mar, que tenía siete cabezas y diez cuernos; y sobre sus cuernos diez diademas; y sobre las cabezas de ella nombre de blasfemia.
Y vi una de sus cabezas como herida de muerte, y la llaga de su muerte fue curada; y toda la tierra maravillada, siguió a la bestia.
Y engaña a los moradores de la tierra por las señales que le ha sido dado hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que hagan una imagen de la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
Y oí una voz del cielo como ruido de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y oí una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas.
Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados son los muertos, que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansan de sus labores; y sus obras los siguen.
Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda.
Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
Y oí una gran voz del templo, que decía a los siete ángeles: Id, derramad las copas de la ira de Dios sobre la tierra.
Y el primero fue, y derramó su copa en la tierra; y fue hecha una plaga mala y dañosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y sobre los que adoraban su imagen.
Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo desde el trono, diciendo: Hecho es.
Y me llevó en el espíritu al desierto; y vi una mujer sentada sobre una bestia de color de grana, que estaba llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos.
Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aun no han tomado reino; mas tomarán potencia por una hora como reyes con la bestia.
porque Dios ha puesto en sus corazones ejecutar lo que a él place, que hagan una voluntad y que den su reino a la bestia, hasta que sean cumplidas las palabras de Dios.
Estando lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad; porque en una hora vino tu juicio!
Porque, ¡en una hora han sido desoladas tantas riquezas! Y todo patrón, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se estuvieron lejos;
Y echaron polvo sobre sus cabezas; y dieron voces, llorando y lamentando, diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían navíos en el mar se habían enriquecido de sus riquezas: que en una hora ha sido desolada!
Y un fuerte ángel tomó una piedra como una gran muela de molino, y la echó en el mar, diciendo: Con tanto ímpetu será derribada Babilonia, aquella gran ciudad, y nunca jamás será hallada.
Después de estas cosas oí una gran voz de gran compañía en el cielo, que decía: Alelu-JAH. Salvación y honra y gloria y potencia al Señor Dios nuestro,
Y salió una voz del trono, que decía: Load a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.
Y oí como la voz de una gran compañía, y como ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decían: ¡Alelu-JAH, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso ha reinado!
y estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es llamado LA PALABRA DE DIOS.
Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella los gentiles; y él los regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor, y de la ira del Dios Todopoderoso.
Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo, y una gran cadena en su mano.
Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo será con ellos y será su Dios.
teniendo la claridad de Dios; y su lumbre era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal.
Y el que hablaba conmigo, tenía una caña de oro, para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro.
Y las doce puertas son doce perlas, en cada una, una; cada puerta era de una perla. Y la plaza de la Ciudad era de oro puro como vidrio muy resplandeciente.
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