'Señor' en la Biblia
Y eran ambos justos delante de Dios, andando sin reprensión en todos los mandamientos y estatutos del Señor.
conforme a la costumbre del sacerdocio, salió en suerte a poner el incienso, entrando en el Templo del Señor.
Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Porque él será grande delante del Señor; no beberá ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.
Y a muchos de los hijos de Israel convertirá al Señor Dios de ellos.
Porque él irá delante de él con el Espíritu y virtud de Elías, para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los rebeldes a la prudencia de los justos, para aparejar al Señor un pueblo preparado.
Porque el Señor me ha hecho así en los días en que miró para quitar mi afrenta entre los hombres.
Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Gozo hallas, amada! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.
"Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, y Le pondrás por nombre Jesús (el Señor salva).
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y le dará el Señor Dios el trono de David su padre;
Entonces María dijo: He aquí la criada del Señor; cúmplase en mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
¿Y de dónde esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?
Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
Entonces María dijo: engrandece mi alma al Señor;
Y sus vecinos y parientes oyeron que el Señor había demostrado su gran misericordia hacia ella; y se regocijaban con ella.
Y todos los que las oían, las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y hecho redención a su pueblo,
Y tú, niño: profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos;
Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor.
que os es nacido hoy Salvador, que es Cristo, el Señor, en la ciudad de David.
Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores dijeron los unos a los otros: Pasemos pues hasta Belén, y veamos esto que ha acontecido, y el Señor nos ha mostrado.
Y cuando se cumplieron los días de su purificación, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor,
(Como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será santo al Señor),
y para dar la ofrenda, conforme a lo que está dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas, o dos palominos.
Y había recibido respuesta del Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor.
Ahora despides, Señor, a tu siervo, Conforme a tu palabra, en paz;
Y ésta, sobreviniendo en la misma hora, juntamente confesaba al Señor, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Y cuando cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra del Señor sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor, Haced derechas sus sendas.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete detrás de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor Dios tuyo adorarás, y a él solo servirás.
Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados;
para pregonar el año agradable del Señor.
Lo cual viendo Simón Pedro, se derribó de rodillas a Jesús, diciendo: Apartate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
Y aconteció que estando en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual viendo a Jesús, postrándose sobre el rostro, le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Y aconteció un día, que él estaba enseñando, y los fariseos y doctores de la ley estaban sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y la virtud del Señor estaba allí para sanarlos.
Y les decía: El Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de su casa, envió el centurión amigos a él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado;
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió al Señor, diciendo: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?
Y dice el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?
Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré dondequiera que fueres.
Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
Y después de estas cosas, señaló el Señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y lugares a donde él había de venir.
Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu, y dijo: Te confieso, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños; así, Padre, porque así te agradó.
Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Pero Marta se distraía en muchos servicios; y sobreviniendo, dice: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile pues, que me ayude.
Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas;
Y aconteció que estando él orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
Y el Señor le dijo: Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; mas lo que está dentro de vosotros está lleno de rapiña y de maldad.
y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y tocare, luego le abran.
Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando; de cierto os digo, que él se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y pasando les servirá.
Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que a tiempo les dé su ración?
Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando el señor viniere, hallare haciendo así.
Mas si el tal siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a herir a los siervos y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse;
vendrá el señor de aquel siervo el día que él no espera, y a la hora que él no sabe, y le apartará, y pondrá su parte con los infieles.
Porque el siervo que entendió la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho.
El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala aún este año, hasta que la excave, y la abone.
Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en sábado su buey o su asno del pesebre, y lo lleva a beber?
Y le dijo uno: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Después que el padre de familia se levantare, y cerrare la puerta, y comenzaréis a estar fuera, y a tocar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos; y respondiendo os dirá: No os conozco de dónde seáis.
He aquí, os es dejada vuestra Casa desierta; y os digo que no me veréis hasta que venga tiempo cuando digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Y vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve presto por las plazas y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y cojos, y ciegos.
Y dijo el siervo: Señor, hecho es como mandaste, y aún hay lugar.
Y dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Que mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, tengo vergüenza.
Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?
Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho discretamente; porque los hijos de este siglo son en su generación más prudentes que los hijos de luz.
Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.
Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diréis a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá.
Y respondiendo, le dicen: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allá se juntarán también las águilas.
Y dijo el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto.
diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea.
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Y el Señor le dijo: Porque hoy ha sido hecha salud a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.
Y vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas.
Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;
Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.
Y si alguien os preguntare, ¿por qué lo desatáis? Le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en lo altísimo!
Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré mi hijo amado; quizás cuando a éste vieren, tendrán respeto.
Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué pues, les hará el señor de la viña?
Y que los muertos hayan de resucitar, aun Moisés lo enseñó junto a la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob.
Y el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
Así que David le llama Señor; ¿cómo pues es su hijo?
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;
Y él le dijo: Señor, aparejado estoy a ir contigo aun a cárcel y a muerte.
Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
Y viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
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