'Cuando' en la Biblia
pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos, a la vez, en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes en un mismo lugar.
Y cuando esto fue divulgado, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis, y negasteis delante de Pilato, cuando éste había determinado dejarle en libertad.
Y cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con denuedo.
Pero cuando llegaron los oficiales, y no los hallaron en la cárcel, volvieron y dieron aviso,
diciendo: De cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante las puertas; pero cuando abrimos, a nadie hallamos dentro.
Y cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote y el magistrado del templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello.
Y cuando los trajeron, los presentaron ante el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó,
Y no le dio herencia en ella, ni siquiera para asentar un pie; mas le prometió que se la daría en posesión a él, y a su simiente después de él, cuando él aún no tenía hijo.
Y cuando Jacob oyó que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez.
Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto,
Y cuando cumplió la edad de cuarenta años, le vino a su corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
Nuestros padres tuvieron el tabernáculo del testimonio en el desierto, tal como Él lo había ordenado cuando dijo a Moisés que lo hiciese según el modelo que había visto.
Y cuando oyeron estas cosas, se enfurecieron en sus corazones, y crujían los dientes contra él.
Pero cuando creyeron a Felipe, que les predicaba acerca del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, fueron bautizados, así hombres como mujeres.
Entonces Simón mismo también creyó, y cuando fue bautizado, permaneció con Felipe, y viendo las maravillas y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
Y cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y gozoso, siguió su camino.
Y cuando Saulo vino a Jerusalén, intentó juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que él era discípulo.
Y cuando lo supieron los hermanos, le trajeron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.
Pedro entonces levantándose, fue con ellos. Y cuando llegó, le llevaron al aposento alto, y todas las viudas le rodearon, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.
Y cuando se fue el Ángel que habló con Cornelio, éste llamó dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que continuamente le asistían;
Y cuando Pedro entraba, Cornelio salió a recibirle; y postrándose a sus pies, le adoró.
Envía, pues, a Jope, y haz venir a un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; éste posa en casa de Simón, curtidor, junto al mar; el cual cuando venga, te hablará.
Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión contendían con él,
Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos, como sobre nosotros al principio.
Entonces me acordé de la palabra del Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
Y de ellos había unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron a los griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús.
El cual, cuando llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen en el Señor.
Y cuando Herodes había de sacarle, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta guardaban la cárcel.
Y cuando pasaron la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salieron y pasaron una calle, y en seguida el ángel se apartó de él.
la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro, y dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron, le vieron, y se quedaron maravillados.
Y cuando Herodes le buscó y no le halló, habiendo interrogado a los guardas, ordenó que éstos fueran llevados a la muerte. Y él descendió de Judea a Cesarea, y se quedó allí.
Y cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy yo? No soy yo Él. Mas, he aquí, viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de sus pies.
Y cuando los judíos salieron de la sinagoga, los gentiles les rogaron que el sábado siguiente les predicasen estas palabras.
Pero cuando los judíos vieron las multitudes, se llenaron de celos, y se oponían a lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
Y cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus príncipes, se arrojaron para afrentarlos y apedrearlos,
Y cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz, diciendo en lengua licaónica: Los dioses en semejanza de hombres han descendido a nosotros.
Y cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgando sus ropas, corrieron hacia la multitud, dando voces,
Y cuando les ordenaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
Así que, cuando Pablo y Bernabé tuvieron una disensión y contienda no pequeña con ellos, determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos, subiesen a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
Y cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y les contaron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
Así que cuando ellos fueron despedidos, descendieron a Antioquía; y reuniendo la multitud, entregaron la carta;
Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia; pero el Espíritu no se lo permitió.
Y cuando él vio la visión, inmediatamente procuramos ir a Macedonia, dando por cierto que el Señor nos llamaba para que les predicásemos el evangelio.
Y cuando fue bautizada, ella, y su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa; y nos constriñó a quedarnos.
Y cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles, diciendo: Deja ir a aquellos hombres.
Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era predicada la palabra de Dios por Pablo, fueron también allá y alborotaron al pueblo.
Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.
Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo, constreñido en espíritu, testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo.
Y cuando Pablo estaba por abrir su boca, Galión dijo a los judíos: Si se tratara de algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho yo os toleraría.
Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; y cuando Priscila y Aquila le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios.
Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos escribieron, exhortando a los discípulos que le recibiesen; y cuando él llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído.
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído que hay Espíritu Santo.
Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Pero cuando algunos se endurecieron y no creyeron, sino que maldijeron el Camino delante de la multitud, él se apartó de ellos y apartó a los discípulos, disputando cada día en la escuela de un tal Tyrano.
Pero cuando supieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!
Entonces el escribano, cuando hubo apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de los efesios es adoradora de la gran diosa Diana, y de la imagen caída de Júpiter?
Y estuvo allí tres meses. Y cuando los judíos le pusieron acechanza, estando él por navegar a Siria, decidió regresarse por Macedonia.
Y cuando subió otra vez, y hubo partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba, y así partió.
Y cuando se encontró con nosotros en Asón, tomándolo a bordo, vinimos a Mitilene.
Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo me he conducido entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en Asia;
Y cuando avistamos a Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro; porque el barco había de descargar allí su cargamento.
Y cuando cumplimos aquellos días, partimos, y nos encaminaron todos, con sus esposas e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la ribera, oramos.
Y cuando él vino a nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
Y cuando oímos esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén.
Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.
Y cuando ellos lo oyeron, glorificaron al Señor, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley.
Y cuando estaban por cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,
Y cuando iban a matarle, fue dado aviso al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada.
Éste, de inmediato tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo hacia ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo.
Y cuando llegó a las gradas, aconteció que fue llevado en vilo por los soldados a causa de la violencia del pueblo;
Y cuando estaban por meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Me permites decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?
Y cuando él se lo permitió, Pablo estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo, y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
Y cuando oyeron que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Y les dijo:
Y aconteció que cuando hacía mi jornada, y llegaba cerca de Damasco, como a mediodía, repentinamente resplandeció del cielo una gran luz que me rodeó;
y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu mártir, yo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.
Y cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un hombre romano sin ser condenado?
Y cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: Mira bien qué vas a hacer; porque este hombre es romano.
Y cuando Pablo percibió que una parte era de saduceos, y la otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo siendo fariseo, hijo de fariseo; de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy juzgado.
Y cuando hubo dicho esto, se levantó una disensión entre los fariseos y los saduceos, y la multitud se dividió.
Y cuando fue de día, algunos de los judíos se juntaron, e hicieron voto bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.
Pero cuando el hijo de la hermana de Pablo oyó de la asechanza, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.
Y cuando me fue dicho de como los judíos asechaban a este hombre, al punto le he enviado a ti, mandando también a los acusadores que digan delante de ti lo que tienen contra él. Pásalo bien.
Y cuando el gobernador leyó la carta, preguntó de qué provincia era. Y cuando entendió que era de Cilicia,
dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le guardasen en el pretorio de Herodes.
Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Debido a ti gozamos de gran quietud, y muchas cosas son bien gobernadas en la nación por tu providencia;
O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio,
Entonces Félix, oídas estas cosas, teniendo mejor conocimiento de este Camino, les puso dilación, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias acabaré de conocer de vuestro asunto.
Y disertando él de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix, se espantó, y dijo: Vete ahora, y cuando tenga oportunidad te llamaré.
Y cuando éste llegó, le rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
acerca del cual, cuando estuve en Jerusalén, comparecieron ante mí los príncipes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo juicio contra él.
lo cual también hice en Jerusalén, y yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido autoridad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
Y cuando hubo dicho esto, se levantó el rey, y el gobernador, y Bernice, y los que estaban sentados con ellos;
Y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión, hace este hombre.
Y cuando fue determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.
Y cuando comenzaba a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Éste es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.
Y cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; mas veían una bahía que tenía playa, en la cual acordaron encallar, si pudiesen, la nave.