'La' en la Biblia
El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad del Dios y Padre nuestro,
al cual es la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó en la gracia de Cristo, a otro evangelio;
Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera la Iglesia de Dios, y la destruía;
Ni fuí á Jerusalem á los que eran apóstoles antes que yo; sino que me fuí á la Arabia, y volví de nuevo á Damasco.
solamente habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que en otro tiempo destruía.
Y {esto fue} por causa de los falsos hermanos introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud,
a los cuales ni aun por una hora accedimos a someternos, para que la verdad del Evangelio permaneciera con vosotros.
Antes por el contrario, como vieron que el Evangelio de la incircuncisión me era encargado, como a Pedro el de la circuncisión,
(porque el que obró en Pedro para el apostolado de la circuncisión, obró también en mí para con los gentiles);
y como vieron la gracia que me era dada, Jacobo, Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron la diestra de compañía a mí y a Bernabé, para que nosotros fuéramos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.
Pero viniendo Pedro a Antioquía, le resistí en la cara, porque era de condenar.
Porque antes que vinieran unos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; mas después que vinieron, se retraía y apartaba, teniendo miedo de los que eran de la circuncisión.
Y el resto de los judíos se le unió en {su} hipocresía, {de tal manera} que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos.
Como vi que no andaban derechamente conforme a la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué constriñes a los gentiles a judaizar?
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesús, el Cristo, nosotros también hemos creído en Jesús, el Cristo, para que fuéramos justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada.
Porque yo por la ley soy muerto a la ley, para vivir a Dios.
Con Cristo estoy juntamente colgado en el madero, y vivo, no ya yo, sino vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios; porque si por la ley fuera la justicia, entonces por demás murió Cristo.
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os hechizó, para no obedecer a la Verdad, ante cuyos ojos Jesús, el Cristo fue ya descrito como colgado en el madero entre vosotros?
Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oído obediente de la fe?
¿Tan locos sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?
Aquel, pues, que os da el Espíritu, y obra las maravillas entre vosotros ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír obediente de la fe?
Así que conocéis que los que son por la fe, los tales son los hijos de Abraham.
Y viendo antes la Escritura que Dios por la fe había de justificar a los gentiles, evangelizó antes a Abraham, diciendo: Que todos los gentiles de la tierra serán benditos en ti.
Luego los de la fe son los benditos con el creyente Abraham.
Porque todos los que son de las obras de la ley, están bajo maldición. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
Además por la ley ninguno se justifica para con Dios, queda manifiesto: Que el justo por la fe vivirá.
La ley tampoco es de la fe; sino: El hombre que hiciere los mandamientos, vivirá por ellos.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición; (porque está escrito: Maldito cualquiera que es colgado en un madero),
para que la bendición de Abraham en los gentiles fuera en el Cristo Jesús; para que por la fe recibamos la promesa del Espíritu.
A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como de muchos; sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.
Esto pues digo: Que el Pacto previamente ratificado de Dios para con el Cristo, la ley que fue hecha cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.
Porque si la herencia es por la ley, ya no será por la promesa; pero Dios por la promesa la dio a Abraham.
¿Pues de qué sirve la ley? Fue puesta por causa de las rebeliones, hasta que viniera la Simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por los Angeles en la mano de un Mediador.
¿Luego la ley es contra las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si alguna ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley.
Mas encerró la Escritura todo bajo pecado, para que la promesa fuera dada a los creyentes por la fe de Jesús, el Cristo.
Pero antes que viniera la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser descubierta.
De manera que la ley fue ayo nuestro para llevarnos a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe.
Mas venida la fe, ya no estamos bajo la mano del ayo;
porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la Simiente de Abraham sois, y conforme a la promesa, los herederos.
pero está bajo la mano de tutores y administradores hasta el tiempo señalado por el padre.
Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, nacido de mujer, nacido súbdito de la ley,
para que redimiera a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos.
pero sabéis que fue por causa de una enfermedad física que os anuncié el evangelio la primera vez;
¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, diciéndoos la verdad?
Decidme, los que queréis estar bajo la ley, ¿no habéis oído la ley?
Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, el otro de la libre.
Mas el de la sierva nació según la carne; pero el de la libre nació por la promesa.
Porque Agar o Sinaí es un monte de Arabia, el cual corresponde a la que ahora es Jerusalén, la cual junto con sus hijos está en esclavitud.
Mas la Jerusalén de arriba, libre es; la cual es madre de todos nosotros.
Porque está escrito: Alégrate, la estéril, que no das a luz; Prorrumpe en alabanzas y clama, la que no estás de parto; Porque más son los hijos de la dejada, que de la que tiene marido.
Así que, hermanos, nosotros como Isaac, somos hijos de la promesa.
Pero como entonces el que era engendrado según la carne, perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo; porque no será heredero el hijo de la sierva con el hijo de la libre.
De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
Estad, pues, firmes en la libertad en que Cristo nos hizo libres, y no volváis otra vez a estar presos en el yugo de servidumbre.
Y otra vez vuelvo a protestar a todo hombre que se circuncidare, que está obligado a hacer toda la ley.
Vacíos sois del Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
Porque nosotros por el Espíritu aguardamos la esperanza de la justicia por la fe.
Porque en el Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión; sino la fe que obra por la caridad.
Vosotros corríais bien, ¿quién os embarazó para no obedecer a la verdad?
Un poco de levadura leuda toda la masa.
Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? Pues que quitado es el escándalo del madero.
Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la carne, sino servíos por la caridad los unos a los otros.
Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu projimo como a ti mismo.
Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; y estas cosas se oponen la una a la otra, para que no hagáis lo que quisierais.
Pero si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley.
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución,
Porque los que son del Cristo, han colgado en el madero a la carne con sus afectos y concupiscencias.
Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley del Cristo.
Y el que es enseñado en la palabra, comunique en todo lo bueno al que lo instruye.
Porque el que siembra en su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra en el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Así que, entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen a que os circuncidéis, solamente por no padecer la persecución del madero del Cristo.
Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne.
Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado á mí, y yo al mundo.
Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
Y todos los que anduvieren conforme a esta regla, la paz y la misericordia de Dios será sobre ellos, y sobre el Israel de Dios.
Hermanos, la gracia del Señor nuestro, Jesús el Cristo, sea con vuestro espíritu. Amén.
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