'La' en la Biblia
el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente mundo malo, conforme a la voluntad de Dios y Padre nuestro;
Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis traspasado del que os llamó a la gracia de Cristo, a otro evangelio:
Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba;
solamente habían oído decir: Aquel que antes nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba.
a los cuales ni aun por un instante accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.
Antes por el contrario; cuando vieron que el evangelio de la incircuncisión me había sido encomendado, como a Pedro el de la circuncisión
(Porque el que fue poderoso en Pedro para el apostolado de la circuncisión, fue poderoso también en mí para con los gentiles);
y cuando Jacobo, Cefas, y Juan, que parecían ser columnas, percibieron la gracia que me fue dada, nos dieron a mí y a Bernabé las diestras de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.
Porque antes que viniesen unos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, mas cuando vinieron, se retraía y se apartaba, teniendo miedo de los que eran de la circuncisión.
Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada.
Porque yo por la ley soy muerto a la ley, a fin de que viva para Dios.
Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
No desecho la gracia de Dios, porque si por la ley fuese la justicia, entonces Cristo murió en vano.
¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya descrito entre vosotros como crucificado?
Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír de la fe?
¿Tan necios sois, habiendo comenzado en el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?
Aquél, pues, que os suministra el Espíritu, y hace milagros entre vosotros ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír de la fe?
Sabed, por tanto, que los que son de la fe, éstos son hijos de Abraham.
Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, predicó antes el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán bendecidas todas las naciones.
Así también los de la fe, son bendecidos con el creyente Abraham.
Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición. Porque escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas.
Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente; porque: El justo por la fe vivirá,
y la ley no es de fe, sino que dice: El hombre que las hiciere, vivirá en ellas.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque escrito está: Maldito todo aquel que es colgado en un madero),
a fin de que la bendición de Abraham viniese sobre los gentiles a través de Jesucristo; para que por la fe recibamos la promesa del Espíritu.
Y esto digo: El pacto antes confirmado por Dios en Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no le anula, para invalidar la promesa.
Porque si la herencia fuese por la ley, ya no sería por la promesa: Mas Dios la dio a Abraham por la promesa.
¿Para qué entonces, sirve la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa, y fue ordenada por ángeles en mano de un mediador.
¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? ¡En ninguna manera! Porque si se hubiera dado una ley que pudiera vivificar, la justicia verdaderamente habría sido por la ley.
Mas la Escritura encerró todo bajo pecado, para que la promesa por la fe de Jesucristo, fuese dada a los que creen.
Pero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser revelada.
De manera que la ley fue nuestro ayo para traernos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe.
Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús,
Y si vosotros sois de Cristo, entonces simiente de Abraham sois, y herederos conforme a la promesa.
Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, hecho de mujer, hecho bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Vosotros sabéis que en flaqueza de la carne os prediqué el evangelio al principio,
¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, porque os digo la verdad?
Decidme, los que queréis estar bajo la ley; ¿no habéis oído la ley?
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la sierva, y otro de la libre.
Pero el de la sierva nació según la carne; mas el de la libre lo fue por la promesa.
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, que corresponde a la que ahora es Jerusalén, y está en servidumbre con sus hijos.
Mas la Jerusalén de arriba es libre; la cual es la madre de todos nosotros.
Porque está escrito: Alégrate estéril, tú que no das a luz: Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto, porque más son los hijos de la dejada, que de la que tiene marido.
Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
Pero como entonces el que nació según la carne, perseguía al que nació según el Espíritu; así también es ahora.
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la sierva y a su hijo; porque el hijo de la sierva no será heredero con el hijo de la libre.
Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre.
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres; y no os sujetéis de nuevo al yugo de esclavitud.
Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncidare, que está obligado a guardar toda la ley.
Cristo ha venido a ser sin efecto para vosotros los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.
Mas nosotros por el Espíritu aguardamos la esperanza de la justicia por fe.
Porque en Jesucristo ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por amor.
Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para que no obedezcáis a la verdad?
Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco persecución todavía? Entonces ha cesado la ofensa de la cruz.
Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino por amor servíos los unos a los otros.
Porque toda la ley en una palabra se cumple, en ésta: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Digo, pues: Andad en el Espíritu; y no satisfagáis la concupiscencia de la carne.
Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no podáis hacer lo que quisiereis.
Mas si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias.
Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.
El que es enseñado en la palabra, comunique en todos sus bienes al que lo instruye.
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos; y mayormente a los de la familia de la fe.
Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os constriñen a que os circuncidéis; solamente para no sufrir persecución por la cruz de Cristo.
Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley, sino que quieren que vosotros seáis circuncidados, para gloriarse en vuestra carne.
Mas lejos esté de mí gloriarme, salvo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura.
Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
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